Laporta promociona el universo Twitch y YouTube a favor del clientelismo

El neobarcelonismo enganchado a los canales mediáticos tecnológicos tiende a alinearse en una comunidad azulgrana individualista, despegada del barcelonismo tradicional, acrítica y conformista que rechaza el asociacionismo y cualquier compromiso social con la institución

Intervenció de Joan Laporta al xou de la Kings League

Al finalizar uno de los últimos partidos del Barça en Montjuic, concretamente ante el Mallorca, el entrenador del rival, el mexicano Javier Aguirre, se sometió a las preguntas de la sala de prensa con cierta cara de sorpresa cuando le fueron llegando las preguntas por parte de medios que le eran completamente desconocidos como el Iniestazo, El 10 del Barça, Jijantes y algún otro, representantes de una nueva generación de canales de contenido barcelonista que, a su vez, incorporan a una audiencia que ya no sigue ni recurre a los medios tradicionales para vivir la actualidad azulgrana. Se entiende también que, por su naturaleza, se trata de un perfil de público más joven y de algún modo también con una actitud distinta y otra perspectiva con respecto a la de sus padres y a la de los barcelonistas con quince o veinte años más de edad.

Un vídeo difundido por una radio de ámbito nacional demostraba un poco más tarde que su periodista, igual que otros representantes de la prensa escrita y hablada también tradicionales, no podía participar en esa misma rueda de prensa pospartido pese a tener la mano levantada durante prácticamente todo el rato. Por decisión de los responsables del departamento de comunicación y por expreso deseo de la junta directiva, esta legión de representantes del entorno de Twitch y YouTube tuvieron preferencia a la hora de poder plantear preguntas y sacar un enorme rédito entre sus seguidores del protagonismo que proporciona estar en una sala de prensa tan importante como la del FC Barcelona.

La apuesta por darle voz a este tipo de canales, que no es casual, responde a la voluntad de la directiva de Joan Laporta de controlar el mensaje difundido a este amplio colectivo del barcelonismo, con independencia de si está integrado por más o menos socios. Lo que le interesa a Laporta es captar y atraer su atención por tratarse de miles y miles de seguidores extraordinariamente interactivos en las redes sociales, horizonte en el que se mueven millones de comentarios y reacciones que, convenientemente teledirigidas y canalizadas, se han demostrado eficazmente capaces de superar, aplastar y aislar el otro estado de opinión barcelonista, el que hace años atrás, cuando era dominante, se reducía al contenido de los columnistas y en las tertulias de radio y de TV.

El entorno anterior a Twitch ha quedado relegado desde el punto de vista del ensordecedor ruido alrededor de este tipo de individuos solitarios que, cada uno en su espacio y dimensión, predican el laportismo y no el barcelonismo, pues de otro modo, sin los patrocinadores y las colaboraciones que les van llegando a través de la trastienda que manejan desde la propia junta y sus satélites, no podrían vivir a costa de montarse una cámara en casa y, en muchos casos desde la más absoluta ignorancia y desinformación, dedicarse a soltar monólogos ciertamente insufribles y aburridos. Los que sí atesoran conocimiento y metodología, pero que igualmente apuestan por el discurso único y alineado con el de Laporta y el de sus intereses, simplemente realizan un ejercicio de manipulación a cambio de privilegios y de sostén económico. Aunque completamente aislados entre ellos, juntos han tejido una red conectada con promociones para disponer, con descuentos, de entradas para Montjuic, regalos y promociones para sus seguidores.

Una de las consecuencias directas ha sido la proliferación, especialmente en los meses invernales de bajón turístico, de un perfil de aficionado en las gradas del Lluís Companys perfectamente capaz de intentar hacer la ola con el equipo de Xavi realizando una torpe exhibición de juego y el marcador preocupantemente a cero. Seguidores que parecen haber incorporado ese tipo de situaciones, de mal juego, como una parte más del espectáculo para poder disfrutar aún más de la emoción de la remontada o de un gol en el último minuto.

La receta de ideológica de esta neoaudiencia azulgrana, capitaneada por el éxito de Jijantes, canal de Twitch producido, sostenido y esmeradamente cuidado desde el poder para la propagación del laportismo más fanatizado, es común a favor de la versión y el relato oficialista alimentado desde la junta, y particular y reiteradamente critica y tendenciosa contra la junta anterior y, en general, contra el pasado, aliñada con una ácida dosis de antimadridismo, eso sí, siempre alineado con el discurso del presidente, muy focalizado en el entorno mediático blanco y centralista como el enemigo, cuidando de no verbalizar actitudes desagradables o injuriosas contra la figura de Florentino Pérez.

La capacidad de manipulación desde el aparato laportista es tan obsesiva que ha conseguido algo realmente vergonzoso para 3Cat, antes TV3 y canales varios, obligada a incluir en su espacio estrella sobre el Barça, Onze, conexiones en directo con el canal Jijantes e intervenciones regulares con la finalidad de multiplicar el efecto del predicador de referencia, Gerard Romero, por la vía tradicional y convencional de la televisión. En cualquier otra época y realidad, sin la existencia de esa espesa sopa del laportismo digital y mediático, resultaría inconcebible que una entidad del calibre y volumen de la televisión autonómica catalana, financiada con el dinero público, se avenga y tolere dar entrada a su competencia audiovisual en el target barcelonista en un programa en directo, facilitando e invitando a los espectadores a usar Twitch y abandonar la tertulia no menos adocenada e instrumentalizada ofrecida desde los restos de la antigua TV3.

El fenómeno Twitch y derivados irá en aumento porque, como quiere Laporta, genera ese clientelismo tan pretendido desde que asumió el cargo, por segunda vez, hace tres años, un modelo de entorno social desgarrado de los orígenes, la tradición y el sentimiento familiar del barcelonismo transmitido generación tras generación desde que Gamper fundó el club en 1899. Idealmente, el futuro del Barça laportista pasa por ese tipo de aficionado aislado, enganchado a los lobos solitarios del laportismo mediático en forma de comunidad igual de numerosa, multitudinaria si es posible y relativamente joven, aunque sin la necesidad de vincularse ni con la familia ni con un abono y mucho menos a una peña o a un carnet que implique vivir el Barça más allá del espectáculo deportivo en sí mismo.

Los síntomas de esa evolución del barcelonismo anterior al actual -despegado o expulsado del entorno social clásico habitado por socios responsables, exigentes con la transparencia, el servicio, el respeto y apego a las raíces históricas, la gestión y con un cierto sentido crítico- ya son evidentes y perceptibles, y puede decirse que el nuevo está a un paso de ser mayoritario.

De ser así, el final feliz deseado e inevitable del laportismo, la transición a un modelo de propiedad SA, será bastante indoloro y hasta aceptado como otra señal identitaria de modernidad, más o menos como ahora encaja, prospera e impacta Twitch en la movida barcelonista. El problema, finalmente, no es evaluar si esta transformación es buena o mala, sino dejar de percibirla como lo que es, una alternativa calculadamente manipulada, desinformativa, antidemocrática y gobernada por intereses económicos de Laporta y de su banda, también de sectores políticos y del poder económico, que nada tienen que ver con la naturaleza y la historia de una institución tan singular como el FC Barcelona.

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