Salir de la prisión sin las necesidades básicas cubiertas es como vivir una doble condena

Las dificultades para acceder a un piso o a un trabajo suponen un riesgo de volver a delinquir

Salir de la prisión después de cumplir condena no siempre es una “fuente de alegría”, sino que puede suponer “un riesgo muy grande de volver a caer en las razones por las cuales se ha cumplido una pena de prisión”. Estas reflexiones son del profesor jubilado y voluntario de prisiones de Justícia i Pau Xavier Badia. En base a su amplia experiencia, Xavier Badia explica a EL TRIANGLE que “la libertad puede ser un vértigo para alguna gente que sale de la prisión y una fuente de sufrimiento”, porque ni tienen piso, ni trabajo, ni red social para afrontar la reinserción.

A pesar de que admite que el departamento de JustÍcia de la Generalitat se ha empezado a tomar seriamente la situación de los presos cuando tienen que salir de los centros penitenciarios, todavía “faltan muchos más recursos y más atención”. Para Badia, las personas que tendrían que recibir más recursos son aquellas que “son más conflictivas; con problemas de salud mental o adicciones; con poca aceptación al régimen disciplinario; los que no han salido ni han tenido permisos y que tienen más riesgo de volver a delinquir”.

Estos perfiles, según el voluntario de prisiones de Justícia i Pau, “a pesar de ser los que necesitan más atención, los han dejado por inútiles”. Y son las entidades que trabajan en este sector las que intentan preservar los derechos de todos los internos, “no solo de los que tienen dinero”, como dice Badia, y que hay que acompañar para que hagan el tráfico hacia una vida digna: con piso, trabajo y una red de relaciones sociales que los proteja de volver a delinquir.

Uno de los grandes déficits actuales es la carencia de alojamiento para las personas que salen de la prisión sin recursos. Según un estudio sobre la relación entre la estancia en los centros penitenciarios y la vivencia de situaciones de sinhogarismo en Cataluña de Julià Tudó, en colaboración con la Fundació Arrels, se puede estimar que existen plazas residenciales específicas para aproximadamente solo el 2% del total de bajas penitenciarias anuales.

Entre las entidades que gestionan estos pisos licitados por el departamento de Justícia de la Generalitat, está la Fundació Sant Antonio Abat. Esta entidad especializada en alojamientos temporales dispone de dos pisos para personas que han cumplido condena, y un piso para presos que tienen permisos, un grado educativo o bien un tercer grado. Tienen otro alojamiento a punto de ponerse en marcha que consistirá en una unidad dependiente, que permitirá a presos que todavía están cumpliendo condena y disponen de un tercer grado poder ir a trabajar o estar con la familia por la mañana y solo ir a este recurso al atardecer para ir a dormir y contar con seguimiento profesional.

En declaraciones a EL TRIANGLE, la responsable de servicios de la Fundació Sant Antoni Abat, Alba Aguilar, admite que “tenemos más derivaciones que plazas”, porque hay “mucha carencia de plazas para la libertad definitiva”. Por eso, el equipo profesional valora cada caso que les deriva la Generalitat, elabora el plan de trabajo y busca el perfil que más encaje en cada piso, donde conviven diferentes usuarios. La estancia prevista es de tres meses como recurso puente, pero hay casos que pueden necesitar más tiempo, como es el caso de personas sin la documentación en regla que no pueden acceder a trabajos ordinarias o bien personas con problemas de salud.

El principal perfil son hombres de más de 40 años, y en general, hay muy pocas mujeres. Una de las entidades que está especializada en el acompañamiento de mujeres que han salido de la prisión es la Fundació Ared. De hecho, la entidad nació hace 30 años fruto de una iniciativa de cuatro mujeres privadas de libertad y una profesora de confección de la prisión de mujeres de Wad-Ras, que, preocupadas por la libertad definitiva, impulsaron una escuela taller para facilitar su integración sociolaboral después de cumplir condena.

Desde entonces, la Fundació Ared “tiene las puertas abiertas a mujeres en situación de privación de libertad y ofrece sus recursos, como es el caso de los talleres de confección denominados Puntades de Libertat”, como explica a Raquel Gil, directora de acción social y relaciones institucionales. Gracias a la formación en confección, las mujeres del programa “pueden acceder a un trabajo de calidad, disponer de una vida normalizada y ser ciudadanas de pleno derecho”.

Carola Montes es una de las mujeres que ha recibido la formación de la Fundación Ared después de su paso por la prisión de Brians, y define “como un cambio radical” su itinerario ocupacional. “Nunca había utilizado las máquinas industriales del taller, y ahora confío en mí, y sé que si quiero, puedo”. Mediante la empresa de inserción Salta, creada por Ared, las mujeres “pueden empezar su itinerario laboral en una empresa nuestra, con un añadido de acompañamiento socioeducativo”, como detalla la directora. Así, las mujeres tienen una primera puerta al mundo laboral en un espacio seguro, y cuando están preparadas, las prospectores laborales las ayudan a evolucionar hacia una empresa ordinaria donde completar su reinserción. Sin recursos y apoyos como estos, se reducen mucho las opciones de rehacer la vida después del paso por la prisión.

*Puedes leer el artículo entero al número 1570 de la edición en papel de El Triangle.

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