Laporta ya se prepara para vivir otro año en el ‘infierno’ de Montjuic

Aumentan las informaciones sobre la imposibilidad de que Limak pueda reabrir el Camp Nou en condiciones en noviembre próximo a causa de las múltiples rectificaciones del proyecto con la finalidad de abaratar los costes

Joan Laporta i la seva directiva, visitant les obres del Camp Nou

No es infrecuente, al contrario, que las promesas y los planes de Joan Laporta o no se cumplan o, simplemente, desaparezcan de la actualidad porque, básicamente, la dialéctica del presidente siempre es improvisada y mediática, al gusto de las necesidades del momento y de las circunstancias. Por ejemplo, cuando saltó la sorpresa y la constructora turca Limak fue la agraciada con la concesión de las obras del Camp Nou, Laporta y el aparato comunicativo no dudaron en afirmar que, con esa licitación a favor de una empresa turca, en principio fuera del ámbito nacional previsto, el Barça se aseguraba que la gran reforma de estadio se completaría en menos tiempo y con menos coste que si hubiera ganado el concurso cualquiera de las grandes del Ibex. Laporta lo remató con su fantasía y arrebato habituales: «También nos aseguramos que lo podremos reabrir parcialmente en noviembre de 2024, coincidiendo con el 125º aniversario, y acabar la temporada en nuestra casa».

Las lluvias de la semana pasada, geniales para combatir la sequía, no benefician precisamente los trabajos constructivos a cielo abierto como los que se desarrollan en el Camp Nou desde junio ni son motivo, en ningún caso, para retrasarlas o suspenderlas más de la cuenta. Pero sí han traído sombras a esas expectativas de poner el estadio a punto para dentro de ocho meses como resultado de las rectificaciones sufridas por el proyecto, la mayoría de las cuales huele a cuerno quemado y a tomadura de pelo, otra vez, al socio del FC Barcelona por parte de Laporta.

Lo que explicaba en realidad la letra pequeña de esa licitación en el entorno de la pasión turca del presidente era un cambio de las reglas del juego, pues Limak se veía capaz de ganarle por la mano a sus competidores, en ahorro y plazo, siempre y cuando se modificaran determinados objetivos como marcador de 360 grados, que ya ha desaparecido, y sobre todo la estructura de la cubierta, menos pesada, anclada de otro modo menos complicado y menos caro, afectando a la superficie de la apertura cenital. También ha habido que destinar el terreno donde se levantó el Miniestadi en su día a una unidad de reaprovechamiento del hormigón de la tercera grada, ya demolida, con la finalidad de reciclar parte del material y así también abaratar la construcción.

Este replanteamiento ha dado pie a una serie de cambios en el proyecto ejecutivo, variaciones arquitectónicas consecuentes y un puñado de reanálisis y estudios de ingeniería para adaptarlos al proyecto. En definitiva, un retraso añadido que ahora mismo, según algunas informaciones, complican el cumplimiento de esos plazos de entrega para que el 29 de noviembre de este año los aficionados puedan volver a sentir esa sensación tan familiar y arraigada de vivir un partido en el Camp Nou.

La probabilidad de no llegar a tiempo para esa reentrada triunfal que tan bien encajaba en el relato de Laporta es ciertamente alta. Aunque siempre es posible que, con motivo de un acto concreto para la fecha del 125º aniversario de la fundación del Barça, las cosas se puedan arreglar de alguna forma para la foto y la apariencia, lo que pinta del todo imposible es que, a partir de ese momento, el estadio pueda utilizarse con normalidad, ni que sea con un aforo limitado siendo esta actividad compatible con la buena marcha de las obras.

El club ya cerró un preacuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona por si fuera necesario jugar una segunda temporada en Montjuic, eso no sería del todo un problema a efectos prácticos de juego y del normal desarrollo de la competición. En cambio, seguir lejos de Les Corts sí perturbaría las expectativas de generación de recursos vía ticketing si es que no se produce un giro radical en el ánimo de la afición barcelonista a la hora de acompañar al equipo un segundo año entero en el exilio. La experiencia de esta temporada no está resultando ni mucho menos exitosa ni alentadora a causa de la escasa respuesta de los socios abonados después de que, en un primer momento, la junta intentara doblar el precio de las localidades en una descarada maniobra por hacerle sitio a los turistas y aficionados ocasionales. Aunque Laporta hubo de rectificar y homologar el precio de los abonos a los del Camp Nou, las incomodidades han proseguido para los más fieles, que no disponen de un asiento fijo y, además, han de comunicar al club con antelación su voluntad de acudir a los partidos. Hasta 2.000 de los abonados de Montjuic no realizaron el trámite de identificación del censo en un síntoma más de desafección y de recelo hacia el Lluís Companys.

Más allá de prolongar el exilio, con todos los inconvenientes asociados para los barcelonistas, empiezan a aparecer opiniones y afirmaciones que cuestionan si el proyecto aprobado en referéndum propuesto por la junta de Laporta hace dos años se parece en realidad al que finalmente se está construyendo, pues elementos como los marcadores y el techo se han visto afectados de forma sustancial en su diseño, estructura y calidad de los materiales empleados, en todos los casos persiguiendo el ahorro, también en la cuantificación de los salarios de mano de obra básica y cualificada, y abreviar los plazos de finalización de cada una de las fases.

No se está ejecutando, en definitiva, el proyecto tal y como Laporta se lo presentó a los socios en su momento bajo el argumento de que se encontraron una propuesta infravalorada y con la apremiante necesidad de contraer una deuda urgente de 1.500 millones que, después de todo, también contiene otro gran embuste. El fondo de titulización acordado finalmente por ese importe, con unos intereses por encima también de los anunciados e informados por la junta, en ningún caso, contempla la ejecución de la totalidad del Espai Barça -se quedan fuera el nuevo Palau y el resto de los equipamientos al margen del Camp Nou-, además de estar sujeto a unas condiciones de devolución que empeorarán los recursos del club para su actividad ordinaria y a las que la directiva es consciente de no poder cumplir.

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