Esta semana, en la que se celebra el día más reivindicativo sobre los derechos de la mujer y la necesaria igualdad de género en todos los órdenes de la convivencia, el Ministerio de Trabajo y Economía Social ha abierto un expediente a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y a 16 clubes, entre ellos el FC Barcelona, por presuntas vulneraciones en los planes de igualdad, posibles discriminaciones retributivas y de protocolos obligatorios de acoso en el trabajo. Ha sido, en el caso del Barça, un patinazo de la vicepresidenta Yolanda Díaz por desinformación o por una negligencia de su departamento a la hora de recopilar los elementos de análisis y de valoración para tramitar una sanción.
La realidad es que, precisamente, el FC Barcelona tiene un plan de igualdad desde 2013, siete años antes que entrase en vigor la legislación en esa materia, siendo pionero en su desarrollo, y está en marcha el tercer plan de aplicación con la intención de perfeccionarlo y mejorarlo.
Existen protocolos especiales también en los equipos formativos y no se puede negar que si un club en el mundo ha puesto el foco en la potenciación del fútbol femenino, profesionalizando antes que nadie su estructura en el contexto del fútbol español y avanzando a pasos de gigantes sobre el ritmo de sus rivales europeos, ese es el Barça.
Otra cosa muy distinta es que la junta de Joan Laporta siga siendo la menos paritaria de la historia moderna en cuanto a la presencia y participación de las socias, pues en la misma junta sólo una mujer, la vicepresidenta institucional Elena Fort, representa a una masa social con el 26% de mujeres, según el censo a 30 de junio de 2023. Y no parece que Laporta esté preocupado por esta situación a la que tampoco prestó un especial interés en el periodo de elecciones.
Sin duda, es una junta que cojea en este sentido. La de la Laporta es una directiva con un perfil bastante tradicional: machista, si se quiere decir de esta forma, a la vista de los tics, las conductas y sus hábitos visibles y domésticos.
Desde luego, no es obligatorio imponer a la fuerza o artificialmente un numerus clausus de mujeres directivas si Laporta se siente cómodo con esta no paridad que sí se persigue en otros ámbitos de la sociedad de hoy, en otras instituciones y entidades. Incluso en la administración. En el Barça, por otro lado, la ausencia de esta sensibilidad no ha provocado debates ni tampoco tensiones sociales, es una situación aceptada.
Donde han aparecido indicios lamentables y reprobatorios en la materia ha sido en la gestión del beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, en la que la reacción oficial de Laporta y del club, además de tibia, fue cuidadosamente proteccionista a la hora de intentar defender al entonces presidente de la RFEF hasta el último momento. De hecho, la junta no pidió la dimisión de Rubiales en ningún momento ni ofreció un apoyo definido, contundente y vinculante a la apuesta de sus propias futbolistas, base de la selección, que se jugaron su carrera con un órdago personal para cambiar los rancios mecanismos machistas, sectarios y sexistas de la Federación.
La única voz discrepante fue la de la propia Elena Fort, desmarcándose del comunicado oficial del club porque, precisamente, no contenía los elementos necesarios de compromiso y solidaridad con sus figuras del femenino en un caso de abuso que ha llegado a los tribunales. Fue una imagen lamentable la ofrecida por Laporta y su junta, pasando olímpicamente del asunto, y una ocasión perdida por Elena Fort de ejercer y de demostrar consecuentemente sus convicciones con una dimisión que sí habría tenido el impacto de denuncia y de reivindicación que requería la situación.
El retrato final es el de un club en el que el deporte femenino roza la excelencia y los protocolos son impecables, al menos en teoría, pero que según el gobierno no se cumplen por parte de una junta que, desde luego, no tiene como prioridad avanzar en la igualdad de género. Si eso es machismo en algún grado, entonces el Barça lo es en alguna medida por culpa de la junta actual.
