¿Por qué a Víctor Font le conviene enterrar la historia y refundar el Barça?

Víctor Font

El sentido de la oportunidad de Víctor Font, si hay que juzgarlo por su último comunicado, no mejora demasiado esa sensación de que su actitud sigue siendo contemplativa, distante y de falta de compromiso con los votantes que, pronto hará tres años, le legitimaron como el segundo candidato más votado por el barcelonismo. Con ese patrimonio electoral, sin duda valioso, decidió preservar su propia figura y sus posibilidades de futuro adoptando una lógica predisposición a colaborar con la nueva junta y a evitar realizar oposición, una conducta inteligente y honorable dejando en manos de quien le tocaba gobernar el club, la junta de Joan Laporta, todo el trabajo, el desgaste, los problemas y, finalmente, el éxito o el fracaso.

Cuando el mandato ha alcanzado su meridiano, Font ha llegado a la conclusión que todos los indicadores del club, alarmantes, confirman un retroceso y un empeoramiento de los registros con relación al 17 de marzo de 2021 cuando la nueva junta tomó posesión. Y no sólo eso, también propone la refundación del FC Barcelona como única solución. Si esa es la realidad, lo que no tiene sentido es que poner freno a esa caída del club hacia el abismo, junto a la necesidad de un reset institucional, social, económico y deportivo, no tenga un carácter urgente.

A Font le sobran los argumentos, prácticamente desde el primer día, cuando Laporta admitió no tener ni los avales, que debió mendigar y hasta pagar los intereses con favores y una financiación irregular, cuando demostró no tener ningún plan para el banquillo y cuando incumplió su promesa de renovar a Messi, para levantar la mano y denunciar lo que ha sido un engaño y una falsa a gran escala. No lo hizo en su día y ahora, cuando además se ha demostrado que su gran solución para todos los males del Barça, poner a Xavi al frente, tampoco sirve, cabe preguntarse si lo más prudente y responsable no sería dar un paso atrás y permitir que una nueva generación de dirigentes tome el relevo, pues él mismo se contradice cuando reclama poner fin a la ‘generación del 2003’ siendo el uno de ellos, pues estuvo en la órbita de Ferran Soriano y, aunque lo intentó, nunca supo cómo ni donde encajar.

Font tuvo claro, en cambio, que contra Josep Maria Bartomeu había que iniciar la carrera electoral tres años antes a base de una oposición activa y de sumarse, e impulsar desde la sombra, un voto de censura. Contra Laporta no se atreve. Font sólo se reserva del derecho de volver a presentarse porque ya se mueven otras candidaturas de cara a las elecciones de 2026, algunas realmente potentes y de nueva generación. No por otra cosa.

Y todo apunta que no hay nada detrás de esa radicalidad y determinación aparentes bajo el mensaje de la refundación y el equívoco argumento de acabar de una vez por todas con gestionar el club como en los años ochenta. No es por nada, pero la mayoría de los socios de hoy aplaudirían a un presidente que fuera capaz, como en los ochenta, de fichar a Schuster y Maradona o ampliar el estadio para 120.000 espectadores y superar los 120.000 socios exclusivamente con los recursos propios, sin pedir prestado ni una peseta, y además ganar dinero, mucho, cada temporada. De esa denostada gestión de los ochenta, debería recordar Font, e incluso antes, en 1979, esos mismos dirigentes a los que tanto desprecia con sus comentarios oportunistas e irrespetuosos crearon el concepto Masia tal y como ha llegado a nuestros días. Y hasta es posible que sea la Masia hoy, cuarenta y muchos años después, la que vuelva a salvar al Barça otra vez. Font, también debería no olvidar que bajo la presidencia de Sandro Rosell volvió a conocerse ese esplendor de los ochenta, en este caso no solo económica, patrimonial y socialmente, pues además de acumular más beneficios que nunca -más de 30.000 millones en pesetas-, el equipo, en torno a Messi y la Masia ganó más títulos que nunca en un periodo más corto. Puede que el barcelonismo, entre unos y otros esté hoy bastante a favor de demonizar, censurar y enterrar el pasado, la historia del Barça, en definitiva, porque así es más fácil imponer el relato que más le convenga a cada cual, Laporta o Font, en función de sus intereses. También habrá quien piense que renegar de los ochenta con esa repulsión, pero después hacer de la Masia un arma electoral e invocar a Xavi como el nuevo profeta no faculta a Font a nada más que a retirarse a tiempo de convertirse en otro ‘Laporta’.

Está claro que Font, como Laporta, también aspira a gobernar sin memoria y sin el menor respeto por un pasado al que es más fácil enterrar y esconder que confrontar. Seguramente porque en la comparación saldrían perdiendo en bastantes frentes.

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