¿Por qué la desmedida avaricia de Florentino y de Laporta puede hundir la Superliga?

Joan Laporta y Florentino Pérez
Joan Laporta y Florentino Pérez.

Los promotores mediáticos de la Superliga no acaban de encontrar la manera de popularizar el proyecto, seguramente porque los titulares y las expectativas difundidas superan la propia ficción de una estructura de competición que, además, cada vez se esfuerzan más en avanzar, ahora a 2025 con 15.000 millones de colchón para arrancar las tres primeras ediciones, a 5.000 millones por temporada. Lo envuelven, además, en ese manto de ensueño y de felicidad, donde la televisión no es de pago y los aficionados casi no tienen que pagar por la entrada gracias a un revolucionario planteamiento en el enfoque del marketing y de las acciones comerciales a desarrollar, a partir de que, paradójicamente, haya clubs interesados en participar.

De momento, que se sepa, sólo Real Madrid y Barça apuestan por disputarla, mientras que el resto de los grandes, especialmente los de la Premier League, se han desmarcado, con dudas y actitudes poco o nada susceptibles de mostrar fisuras o vacilaciones. Lo mismo han hecho los italianos, alemanes y franceses, que han preferido dar respaldo a esa nueva fórmula de comercialización de la Champions participada por la ECA (Asociación de Clubes Europeos), más estable, definida y piramidal. La Superliga promete tres años de vida a cambio de un dineral, aunque por ahora sin clubes disidentes que la puedan secundar ni inversores que se hayan identificado todavía, por eso de evitar que su prestigio y cotización puedan verse afectados por el anuncio.

Ya se sabe que el dinero es tan inteligente como sensible y que, el banco impulsor original, JP Morgan, ya dio un paso atrás después de comprobar que, en realidad, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, no cuenta con un solo amigo en esta aventura, visto que el presidente del Barça, Joan Laporta, por el sometimiento y la dependencia demostrados, no es más que uno de sus peones.

En esta amarga soledad, ambos presidentes, pero sobre todo Laporta, ha tratado de hacer el máximo ruido posible tocando todas las teclas mediáticas a su alcance -que no son pocas- dando por hecho que el Barça está a punto de ingresar una lluvia de millones, los 400 que le corresponden por estar en la línea de salida de la Superliga -cuando llegue el momento- y los 1.000 millones que, según han filtrado, recibirán como una prima de fidelidad que ambos clubs, Madrid y Barça, han negociado y conseguido de A22 Sports Management, la sociedad que también integran, lideran y controlan.

Si el resto de los clubs tenía alguna duda sobre el carácter elitista, exclusivo, selectivo y arbitrario sobre la naturaleza de la competición, el anuncio no desmentido de esta prima sólo para dos en recompensa por haber resistido un par de años a la brecha, sin echarse para atrás, ha acabado por generar un rechazo frontal que no deja de ser obvio. Las cuentas que han hecho los demás son demoledoras, pues si deciden entrar en el proyecto no solo no ingresarán por el mismo caché que Barça y Madrid -que lideran también la escala confeccionada previamente- sino que, además, les garantizarán a los dos clubs más ricos y poderosos un pellizco de 2.000 millones, se supone que contra esos 15.000 iniciales. Imposible.

En cualquier caso, por cierto, esa lluvia de millones llegaría en forma de préstamo contra los futuros beneficios de la competición sobre taquillaje, comercialización, patrocinios, derechos de televisión, merchandising y otros muchos conceptos derivados de un control de los partidos y de los estadios por parte de la Superliga, muy superior al que ahora ejerce la Champions actuando como propietaria de los estadios. Cuando la Superliga habla de grandes ingresos, lo está haciendo en realidad de grandes operaciones financieras y de riesgos que ni Real Madrid ni Barça tienen del todo calculados. Tampoco el impacto y las consecuencias de su desmedida e insaciable avaricia. Los clubs, por importantes que sean, necesitan al resto, hasta a los más pequeños y amateurs, para que el fútbol, como un volcán de sentimientos, emociones y pasiones, como espectáculo y como negocio, siga siendo el deporte más popular en todo el mundo.

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