El laportismo culpa a los socios de haber abandonado al equipo en Montjuic

Sus periodistas y entorno mediático les acusan de no hacer ningún esfuerzo para apoyarle, pero el traslado no figuraba específicamente en el referéndum y un 70% de los consultados advirtió que no renovaría el abono si la junta optaba por la mudanza

El president del Barça, Joan Laporta

El aparato laportista ha reaccionado con una virulencia considerable al hecho, incuestionable, que el estadio Lluís Companys continúa siendo un espacio poco atractivo para el socio y el forofo en general. Lo más sorprendente es que las voces autorizadas, próximas y reconocidamente presidencialistas han ocupado los espacios de opinión de los medios, de las redes y de los canales de Twicht y de YouTube para cargar las tintas y la responsabilidad de este vacío alrededor de Montjuic sobre los mismos socios del Barça que, según su análisis, han dado la espalda al equipo de manera incomprensible. «No hay derecho», llegó a clamar indignado el periodista Xavi Torres, teniente del régimen en la Corporación y tertuliano estratégico en programas barcelonistas de notoria influencia. «El socio tiene que mejorar», fue, por otro lado, la receta siempre elitista de Lluís Carrasco que, como letrado barcelonista, dejó dicho que «en este mundo de las emociones, el precio de las entradas es lo menos importante».

El mensaje se envía desde el cuartel general del laportismo con el fin de avergonzar al socio, remover la conciencia y prepararlo para lo peor si al final la junta tiene que adoptar decisiones justificadamente amenazantes y en contra sus intereses. Más o menos, la materialización del último discurso de la vicepresidenta Elena Fort advirtiendo de que solo los socios fieles a Lluís Companys tendrán preferencia para disponer de un abono a la reapertura del estadio de cara al 125.º Cumpleaños, especificando que lo obtendrían al mismo coste de la última temporada a la Spotify Camp Nou y dejando muy claro, cuando acabe la obra, que se preparen para rascarse el bolsillo.

Las invectivas que critican la actitud pasiva, distante y fría de la masa social barcelonista, la que es propietaria real de club, brotan con el oportunismo habitual de la junta después de un partido clave ganado al Atlético de Madrid, en ningún caso cuando el equipo de Xavi se ha pasado aburriendo y haciendo sufrir a la grada en los partidos anteriores o jugando partidos verdaderamente desesperantes fuera de casa.

Es la forma infantil y lamentable de legitimar una ofensa más del presidente Joan Laporta contra los socios y de formalizar una sutil amenaza en clave de futuro basada en el hecho de que si ahora los socios no hacen el esfuerzo correspondiente, que después no esperen facilidades, sino más bien lo contrario, cuando llegue la hora de estrenar el nuevo estadio.

A falta de cualquier sentido de autocrítica y de reconsiderar los muchos errores cometidos en este accidentado proceso, la junta, en definitiva, se deja arrastrar por este talante dominante autoritario, tirano y autárquico que la caracteriza, en otra demostración de haber olvidado por siempre jamás, si es que en algún momento anidó verdaderamente en su núcleo duro, cualquier principio democrático o respecto a los derechos de los socios.

Resulta dramático que, con la complacencia del resto del periodismo y de los opinadores en clave de silencio, no se haga un ejercicio de análisis o de debate mediático serio y documentado sobre un absentismo en el estadio que, además, ha coincidido con un registro de 30.000 socios desaparecidos después de la verificación del censo y el precedente de una convocatoria asamblearia que, también contra todos los pronósticos y las promesas de Laporta, reflejó esta desafección y ausencia de la voluntad popular de participar y blanquear actas y decisiones fascistoides.

El cierto, una vez más, es que en el referéndum de 2014 los socios votaron un plan de obras restringido en los meses de verano de forma que se pudiera completar en cuatro años, uno por sector del estadio, Gol Norte, Gol Sur, Lateral y Tribuna Principal. Cuando Laporta rehízo el proyecto y propuso un referéndum en 2021, lo qué se incluyó fue el permiso asambleario para un endeudamiento de 1.500 millones máximo para el conjunto del Espai Barça. Más allá de que Laporta no ha cumplido ninguno de los acuerdos de aquella votación vinculante, la propuesta por escrito a los socios no definía tampoco la posibilidad concreta de acabar jugando en Montjuic. «¿Se ha decidido jugar fuera del Camp Nou, en Montjuic? ¿Se valora alguna otra opción? Todavía no hay ninguna decisión adoptada sobre esto. Ir a Montjuic es una posibilidad real que tendría aspectos positivos en cuanto a la ejecución del proyecto. El traslado puntual de la actividad del Camp Nou a Montjuic o quedarse en el Camp Nou reduciendo el aforo del Estadio beneficiaría en muchos aspectos el desarrollo del proyecto. Algunos de los objetivos principales de esta propuesta son mejorar y garantizar la seguridad de los espectadores durante los trabajos de demolición y estructura y reducir el plazo de construcción inicial, pudiendo llevar a cabo una reforma lo más eficiente posible».

Los socios no votaron una alternativa concreta en el mismo referéndum porque no se les propuso, aunque más tarde sí que fueron sondeados por la junta sobre las expectativas de un potencial traslado a Montjuic con una respuesta inequívocamente adversa, superior al 70%, sobre su intención de no renovar el abono de la temporada que tocara si se resolvía el traslado del primer equipo al Lluís Companys.

Aun así, Laporta ya había planeado con sus coroneles y los amiguitos de Limak un plan completamente al margen de esta posición de los socios, que estaban dispuestos a asumir las incomodidades, los apretones e incluso una posible limitación del aforo en determinados momentos siempre que el proyecto intentara compatibilizar las obras con los partidos a lo largo de la temporada.

Laporta, además de obviar el sentimiento de la mayoría y de aplicar un criterio de funcionalidad, priorizando el traslado a Montjuic entre junio de 2023 y noviembre de 2024 para facilitar el calendario de Limak, propuso de entrada unos abonos al doble de precio sin duda con la perversa intención de infligir un doble castigo a los socios y reducir al máximo su presencia en el Lluís Companys. Después, como que su silencio y opacidad en el caso Negreira le hizo bajar puntos de popularidad, hizo de ‘poli’ bueno anunciando una rebaja del 50% homologando las tarifas del Camp Nou.

La misma junta de Laporta, en otra de aquellas ostentaciones de improvisación y contrasentidos internos, se ha felicitado, en cambio, por la respuesta récord de asistencia de la temporada 2022-23 en un Spotify Camp Nou sin secuelas de la COVID y con el Asiento Libro funcionando al máximo. «El mítico estadio del FC Barcelona ha cerrado las puertas, de manera temporal, firmando la mejor media de asistencia a la Liga del siglo XXI. En el curso actual (2022-23), sus gradas han estado casi llenas en todos los duelos, consiguiendo una media de 83.497 personas por partido», decía una nota oficial del 31 de mayo de pasado».

En ningún caso no se puede señalar a los socios como desertores, desafectos o traidores a la causa ni se les puede acusar de no realizar, como han hecho siempre, el esfuerzo de mantener entre dos y tres abonos por temporada a lo largo de los años. En todo caso, los periodistas y personajes en la nómina ideológica del laportismo, contagiados de esta soberbia y actitud de desprecio por parte de la directiva, tendrían que preguntarse si los barcelonistas no están reaccionando, se diría que sin beligerancia y con resignación, a un atropello y una serie de decisiones hostiles en contra de su voluntad, claramente expresada cuando estos socios que hoy no están en Montjuic fueron consultados. Preferían, simplemente, afrontar la adversidad de sufrir las obras en su casa antes que la incomodidad y el cambio de hábitos de mudarse a otro piso, más lejano, más pequeño y más frío.

Escuchar al socio y darle el servicio que tiene derecho no es ciertamente la especialidad de Laporta.

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