Carles Puigdemont tiene un ataque de celos por el pacto entre ERC y PSOE

El expresidente ha parado las negociaciones porque los socialistas enviaron el número tres del partido a Bruselas y el número dos del Gobierno a Barcelona

Bolaños amb Junqueras

Celos, envidias, traiciones y egos son los ingredientes principales de la novelesca historia que envuelve la negociación de la investidura de Pedro Sánchez como presidente de España. El jueves 2 de noviembre, mientras el ministro Félix Bolaños se reunía en Barcelona con el presidente de ERC, Oriol Junqueras, un activista independentista muy próximo a Carles Puigdemont señalaba a EL TRIANGLE: “Pedro Sánchez acaba de caer en el error más grande que podía cometer. Ha dado demasiado protagonismo a Junqueras”.

Fue solo uno de los errores que, según el parecer de los acólitos de Puigdemont, llevaron a tensar la cuerda y a poner en peligro el voto de Junts per Catalunya (JxCat) favorable a la investidura. El segundo error fue enviar a Barcelona el ministro Félix Bolaños, la pieza clave de Pedro Sánchez en el Gobierno, y Santos Cerdán a Bruselas. “A hablar con Junqueras, envía el número 2, y a hablar con Puigdemont, el número 3 del partido, que no tiene nada que ver con el Gobierno. Esto fue considerado una afrenta por Puigdemont”, explica la misma fuente. Desde el PSOE se afirma, sin embargo, que Santos Cerdán es, nada más y nada menos, que el secretario de Organización del partido y, por lo tanto, el segundo en la escala ejecutiva después del secretario general, Pedro Sánchez. “Las reuniones eran paralelas y no se podían desdoblar los negociadores, y por eso a Cerdán y a Bolaños les fueron encomendadas las tareas de responsabilizarse de las negociaciones con cada uno de los partidos”, dicen en el PSOE.

Otra cosa son las maneras de hacer. La exhibición de los pactos con ERC fue también uno de los principales puntos de fricción que enfurecieron Puigdemont. “Su ego quedó tocado. Se considera imprescindible y el único que podía dar luz verde a un pacto. Sin embargo, ahora, ¿qué le queda para escenificar? La amnistía, el alcance que tiene, el traspaso de Rodalias y las cuestiones económicas ya han sido vendidas por ERC. Pero a Puigdemont también se le tiene que dar carnaza, o parecerá que el voto de Junts es gratis total”. Le queda el referéndum, aunque esta es una línea roja que el PSOE no puede traspasar, al menos de momento.

Admiten en Junts, pero, que esta escenificación en Barcelona no fue solo responsabilidad del PSOE, sino también de “la ambición de Junqueras, que tenía mucha prisa por hacer visible un pacto con el PSOE para limitar el margen de maniobra de JxCat. La enorme egolatría de Junqueras lo llevó a avanzar un acuerdo con los socialistas para vender a la ciudadanía sus éxitos y despreciar a Junts”. Desde Esquerra, no obstante, explican que todo se debe a “los celos de Puigdemont. No puede soportar que alguien le haga sombra”. Los republicanos explican que “ERC no jugó sucio en ningún momento. Si él se sintió molesto, es su problema. El cabreo se explica por su extralimitado ego, no por el de Junqueras. Esquerra hizo lo que tenía que hacer, negoció y cerró un acuerdo muy potente”.

Seis a cada lado

El resultado fue que con la escenificación de Barcelona, el ego de Puigdemont quedó herido y la negociación también. En el momento en que Bolaños y Junqueras cerraban un acuerdo en la capital catalana, el expresidente se encontraba reunido en Bruselas con la permanente de Junts, con Laura Borràs i Jordi Turull al frente. Tenía que explicarles las tres conversaciones que ya había tenido con Santos Cerdán, el secretario de Organización del PSOE. Allá había también Toni Comín, Míriam Nogueras, Anna Erre, Josep Rius, Aurora Madaula, Albert Batet, Josep Lluís Cleries, David Saldoni, David Torrents i Teresa Pallarès. Puigdemont ofició de anfitrión y colocó seis dirigentes en cada lado suyo para aleccionarlos y darles las consignas pertinentes. Una estampa como la de Jesucristo rodeado de sus doce apóstoles. No era la última cena, sino el primero almorzar de la recta final que tendría que cambiar, en principio, la historia de Junts. Pero la maniobra de Junqueras en Barcelona truncó su foto para la posterioridad.

Las negociaciones paralelas del PSOE en Barcelona cayeron como un cubo de agua fría. Y más cuando acabaron con éxito y ERC marcó perfil, anunciando un conjunto de medidas que había conseguido del PSOE. Solo le faltó el referéndum, pero ya era de esperar que no prosperaría. “Puigdemont quería visibilizar su poder sobre el PSOE y dejar claro que sin él no habrá Gobierno de España. Pero los socialistas han dado demasiado protagonismo a Junqueras, y por eso se han retrasado las negociaciones”, dice la fuente citada.

El viernes 3 de noviembre, Santos Cerdán acudía de nuevo en Bruselas, pero el ambiente ya no era cálido, sino frío y distante. Tanto que Puigdemont decidió dar alargas y hacer sufrir a los socialistas. El sí a la investidura se esfumó tan rápidamente como se firmó el pacto con ERC. Si bien es cierto que encima de la mesa se puso como excusa un párrafo de la ley de amnistía, fue más una cuestión de voluntad política que otra cosa. Y lo cierto es que, en aquellos momentos, la voluntad política de Carles Puigdemont era mínima. La negociación había quedado tocada por un error de cálculo del PSOE.

Hubo otro factor que influyó sobre Puigdemont: el sector más próximo a Laura Borràs ha presionado para que se negara el apoyo si el caso judicial de la presidenta del partido no entraba dentro de los delitos a amnistiar. De hecho, ERC y el PSOE estaban de acuerdo que este no es un caso que entre dentro de los parámetros de represión política, puesto que se trata de un episodio de delincuencia común. Pero alguien próximo a Borràs llegó a plantear que “o ella entra en el saco o no hay acuerdo”.

Era un pulso que Puigdemont tuvo que gestionar sin desautorizar la cúpula de Junts, puesto que Puigdemont y Junts ya habían convenido que el caso de Borràs no entraba dentro de los parámetros exigidos a los amnistiables. “En parte, que ERC y PSOE ya hayan escenificado sus acuerdos es bueno, porque Puigdemont puede forzar más la máquina y exigir ahora que el caso de Borràs sea tenido en cuenta. Es más, en parte ahora tiene más fuerza para exigir la amnistía para Borràs con la excusa que ERC ya cumplió con los suyos y Junts tiene que mostrar también algún trofeo”, aducen desde las posiciones próximas al expresidente. El caso de Laura Borràs se puede cerrar con la tramitación de un indulto –cosa que ya preveía la misma sentencia en la cual fue condenada a cuatro años y medio de prisión–, que sería concedido inmediatamente.

Desde el PSOE se admite que ha habido presiones para que Borràs quede amparada por la amnistía. “Pero son presiones que no van a ninguna parte. Sabemos que alguien planteó que sin la amnistía a Borràs no se votaría Pedro Sánchez, pero esto es ilógico. Puigdemont sabe que no puede echar por la borda el resto de las concesiones”. La pega es que el “resto de las concesiones” solo se pueden visualizar con una propuesta de peso. Y habiendo vendido ya la amnistía, el traspaso de Rodalies y la condonación de una parte de la deuda en la Generalitat, queda muy poco al cesto de Pedro Sánchez que pueda ceder a Carles Puigdemont.

Pero consiguió influir para que las investigaciones sobre el jefe de su Oficina, Josep Lluís Alay, así como sobre algunos activistas ligados a Tsunami Democrático, como su asesor Jaume Cabaní, queden anuladas. Cabaní es el ingeniero que diseñó los canales de financiación opacos del Consell de la República. Y Puigdemont quiso asegurar que cualquier acción judicial sobre aspectos relacionados con el procés, la actividad política en un amplio espectro y las actuaciones de su equipo los últimos años queden exentas de responsabilidad. La fórmula para escenificar esta exigencia es que se extiende la amnistía “a los casos de lawfare”, disfrazando las actividades de sus fieles como casos de persecución política.

Josep Costa, en contra

El expresidente, por su parte, tiene abierto también el frente interno del Consell de la República y las plataformas y entidades antipacto, que preparan una campaña para sacarlo del medio. Josep Costa, exvicepresidente del Parlament, le advirtió por las redes que “a la independencia se llega con conflicto, no pactando”. Costa promocionó en las redes una encuesta sobre el apoyo a la investidura. Con 12.725 votantes, el 84,5% apostaba por el no y solo el 15,5% estaba a favor de investir Pedro Sánchez.

Pero el ANC, los CDR y muchas plataformas territoriales se han posicionado también en contra del pacto con los socialistas, el mismo que el sector crítico del mismo Consell de la República, ahora despreciado por Puigdemont y arrinconado. Tanto desde las plataformas como desde las cuentas de algunos de los principales dirigentes críticos, se ha advertido a Puigdemont que si firma cualquier acuerdo con Pedro Sánchez nunca se lo perdonarán, y será considerado un traidor. Esto puede tener consecuencias electorales, porque el sector más duro del independentismo, que había confiado ciegamente en Puigdemont como punta de lanza de colisión con el Estado, se le girará en contra, y esto le puede suponer un desgaste electoral considerable.

En consecuencia, Carles Puigdemont podrá salvar el cuello y quedar libre de cargos judiciales con la ley de amnistía, pero se le abre un frente escabroso a casa, con el rechazo de los que lo han situado como referente y líder de la política catalana.

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