Investir o no investir a Pedro Sánchez: el dilema de Puigdemont

El expresidente de la Generalitat busca el apoyo de la ANC y de Òmnium para intentar escabullirse de las duras críticas internas que recibe desde el Consell de la República

El Consell de la República (antes Consell per la República) se ha convertido en un foco de críticas al presidente de Waterloo.

Carles Puigdemont necesita urgentemente aliados. Tras las revueltas internas contra su estrategia en el Consell de la República (CdR), ha tenido que utilizar organizaciones externas para compensar la confianza perdida en los círculos políticos que hasta ahora le apoyaban. Su trabajo en el seno del CdR está en duda. Los activistas le acusan de utilizar modos autoritarios para dirigir este órgano, de actuar con oscurantismo y de maniobrar para no tener que depender de nadie y tener el control absoluto. Por eso disolvió mediante decreto la Assemblea de Representants (AdR) a finales de agosto. Es como si el presidente de la Generalitat suprimiera el Parlamento de Cataluña porque le pide explicaciones.

Un escrito apoyado por 35 miembros del AdR calificaba la decisión de suprimir por decreto este órgano de difícilmente justificable, ya que el gobierno del propio CdR (es decir, Carles Puigdemont y las personas escogidas por él a dedo para ser sus consejeros) se arrogarán en adelante los poderes ejecutivo y legislativo. «Ninguna organización civil ni ninguna institución con vocación democrática concentraría en la junta de gobierno los poderes normativo y ejecutivo», protestan los críticos. Acusan también al vicepresidente del CdR, Toni Comín, de conspirar para concentrar el poder y que nadie pueda supervisar lo que decide la cúpula, al tiempo que le adjudican actitudes arrogantes, autoritarias y maquiavélicas, y se le acusa de crear una «estructura piramidal y autocrática, de referéndums populistas».

Ante las duras críticas, Puigdemont intenta capear el temporal. El sábado 7 de octubre organizó un acto a través de Internet con las intervenciones de sí mismo y de su guardia personal: Toni Comín, Luis Puig, Antoni Castellà, Montserrat Corrons, Carme Garcia, Mercè Jou y Aurora Madaula. «El Gobierno quiere hacer constar que este acto no se sufraga con dinero procedente del presupuesto del Consell y que, en caso de que se organice un acto similar para defender la opción contraria, también se hará la misma difusión», advertía el expresidente a sus activistas.

Estas semanas, en las sedes de la ANC del Maresme, de Òmnium del Baix Camp y otros espacios en Sabadell, Girona, Mataró, Vic o Barcelona se multiplicarán los actos para explicar y justificar la postura de Puigdemont y su golpe de mano en la Assemblea de Representants.

La identidad de quien le está ayudando a lavar su imagen da una idea de los apoyos que ha logrado en el exterior, que contrarrestan los ataques y críticas internas. La ANC, Òmnium, la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) y los comités de defensa de la república (CDR) han ido de la mano con el Consell de la República en los últimos meses y son las organizaciones hermanas que ahora le tienden la mano a Puigdemont en su campaña de lavado de imagen. Todos juntos convocaron actos de protesta, todos juntos han llamado a manifestarse en el acto unitario de la Diada y todos juntos organizan muchos actos para denunciar la persecución y represión del Estado español.

Los acuerdos tejidos por el CdR van más allá de la mera coyuntura: el apoyo de la ANC y de Òmnium le da a Puigdemont el oxígeno que necesita desesperadamente. Pero el expresidente disfruta también de la ayuda de algunas plataformas radicales creadas para legitimar todo lo que provenga de Waterloo, que publicitan sus razones por todos lados y llenan las redes sociales de mensajes y noticias sólo favorables a su jefe máximo.

La estrategia de la ANC, de los CDR y de las plataformas radicales es de confrontación frontal con el Estado español. La estrategia de Puigdemont es algo más elaborada, pero en el fondo es muy similar a la de los sectores hiperventilados. Un activista que hasta hace poco trabajaba de forma entusiasta por el CdR explica a EL TRIANGLE que el expresidente sigue una estrategia muy pautada. «Desde el principio tenía claro que con la amnistía no era suficiente. Necesita un compromiso firme y creíble sobre un referéndum de autodeterminación. De momento, está instalado en el no a la investidura de Pedro Sánchez y no se fía de las palabras: quiere un compromiso firmado y pasos del Gobierno para demostrar que la consulta va en serio», dice este activista.

Los beneficios que esa postura le reportarían serían recuperar los votos que se fueron a la abstención en las últimas elecciones, al demostrar «que no cede a las presiones de Madrid y que es capaz de bloquear al Gobierno de España, tal y como prometió en campaña. Si accede a la investidura es que tiene algo concreto que ofrecer a los electores para justificar la nueva postura de no bloqueo, pero hasta el momento Pedro Sánchez no ha dado muestras de dar pasos efectivos en el camino de permitir un referéndum de autodeterminación».

«Sólo nos queda el presidente»
En los círculos más cercanos a Puigdemont se ha lanzado una consigna que ha sido multiplicada en las redes tanto por conocidos activistas como por perfiles falsos: «Solo nos queda el presidente». Es una forma de apoyar al expresidente y, al mismo tiempo, de negar la legitimación a Pere Aragonès. «Se lo ha ganado y ruego que pueda desempeñar un buen papel, lo merece y nos lo merecemos los que estamos todavía al pie del cañón», argumenta Elisenda, administradora de uno de los foros más cercanos al refugiado en Waterloo. De hecho, toda consigna que provenga de Bélgica debe leerse en clave exclusivamente catalana y va destinada a erosionar a ERC. La gran paradoja es que Junts no puede derribar al Govern porque sería mal visto desde el mundo independentista que se perdiera la Generalitat por las rencillas partidistas entre Junts y ERC. Por tanto, los de Puigdemont deben continuar en el Parlamento catalán, pero sin poner en la picota la cabeza de Pere Aragonès.

Sin embargo, la consigna de Puigdemont como último baluarte del verdadero independentismo puede ser mortal para él mismo. El exvicepresidente del Parlamento de Cataluña Josep Costa recogía este concepto en un artículo de opinión en el diario El Món: «Es evidente que situar al presidente Puigdemont en el centro del debate político es una oportunidad para restituir y reivindicar su figura y todo lo que representa (también el exilio y el mandato del 1-O). Pero también será utilizado por algunos para alejarlo justamente de todo lo que representa para la gente que piensa que sólo nos queda el presidente. El riesgo, si queréis, es que poniéndolo en el centro le arrastren hacia la centralidad política autonómica».

Pero Josep Costa juega con las palabras para arrastrar a Puigdemont a su extremismo: «La cuestión es, en todo caso, que la esperanza inconcreta que representa el presidente Puigdemont deberá compararse con cualquier acuerdo concreto al que se pueda llegar. Y, especialmente, si se aprueba una amnistía que le permita volver, la gente que le esperaba para culminar la independencia tiene mucho margen para llevarse una decepción. Hasta el punto que podría ser que para la gente a quien solo le queda el presidente ya no les quedara nada. Y al 1-O, tampoco».

La gran trampa está tendida y la cuerda apretará el cuello del expresidente tanto si hace una cosa como si hace otra. Costa le recordaba, tras el aniversario del 1-O, el lema de la campaña de Puigdemont: «Sánchez no será presidente con los votos de Junts». Y añadía de su cosecha: «Esto, dicho en campaña electoral, es una promesa. Y los ciudadanos tenemos todo el derecho a exigir que las promesas se cumplan. No creo que esto sea perfeccionismo, pero si alguien lo piensa, me puede llamar perfeccionista. ¡Y a mucha honra!».

En los foros proclives al expresidente se mantiene, desde el pasado mes de julio, una actitud combativa. «A Puigdemont le queda hacer efectivo el resultado del referéndum. Cualquier otra cosa será solo marear la perdiz y hacernos comulgar con ruedas de molino», exponía un militante muy activo en un chat independentista. Algunos de sus contertulios se muestran convencidos de que «Puigdemont no cederá y obligará a convocar otras elecciones».

Pero más allá del ambiente interno que pueda respirarse en los círculos más cercanos al expresidente, la trampa de los nuevos amigos de Puigdemont implica que, con la ayuda que le brindan en estos momentos para blanquear su imagen dentro del Consell de la República, lo tienen en sus manos. La ANC emitió un comunicado en el que advertía que «la amnistía puede ser una trampa para blanquear al Estado». Era un aviso a navegantes.»Si hay amnistía, lo que debe hacerse al día siguiente –literalmente, al día siguiente– es proclamar la independencia, obedeciendo el mandato de las leyes aprobadas el 6 y 7 de septiembre y del referéndum de independencia del Primero de Octubre de 2017″, argumentaba esta misma semana la activista Carles Vallbuena, que dirige Informació.net.

*Puede leer la información completa en la edición de esta semana de la revista EL TRIANGLE

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