«Es necesaria una reducción drástica del consumo energético»

Entrevista a Alberto Matarán

Profesor de Urbanismo y Ordenación del Territorio, en la Universidad de Granada. Activista medioambiental, su investigación está directamente ligada a sus inquietudes. Ha trabajado en la cuestión de los procesos participativos en el ámbito de las periferias urbanas y la agroecología, en Latinoamérica y también en Andalucía. Ha publicado numerosos artículos y libros. Ahora, sale a las librerías Colonialismo energético, junto a Josefa Sánchez Contreras (Icaria Editorial).

¿Qué es esto del colonialismo energético?

El colonialismo energético muestra una continuidad del peso histórico del colonialismo, que empieza en el siglo XV, en el contexto actual de la transición energética. Transición que debería ser progresista, de justicia social, en base a la escasez de los recursos y la necesidad de repartir, y se convierte en un paso más en la explotación de los territorios periféricos y el sur global.

Resulta alarmante que, aún colonizando todo el planeta, no se podría mantener la demanda energética actual de la economía capitalista, como apuntáis en vuestro libro…

Hay límites planetarios que dificultan enormemente la producción de energía. Por un lado, respecto a los materiales disponibles. Para construir proyectos de energías renovables necesitamos minerales, y su disponibilidad es limitada. Incluso algunos de ellos resultan muy escasos y, de hecho, constituyen un cuello de botella para la transición energética, tal como se concibe actualmente. Existe una dificultad manifiesta para sustituir la gran cantidad de energía que consumimos actualmente con combustibles fósiles por energías renovables. No existen materiales suficientes para construir la estructura de captación y, en todo caso, sería muy cuestionable acabar con ellos, en la medida en que afectaría al propio equilibrio natural. Hay también problemas relacionados con la propia naturaleza de la energía. Si la entrada de energía solar o eólica es muy alta, las posibilidades de su captación son limitadas. Por muy eficientes que fuéramos en la instalación de la infraestructura eólica, en un esquema de saturación territorial, el funcionamiento de unos generadores acabaría afectado al de otros. En conjunto, se estima, a escala científica, que la capacidad de producción de energías alternativas podría ser un tercio de la energía total que consumimos.

Sin embargo, se nos hace creer que la resistencia a los grandes proyectos eólicos o solares es más bien una cuestión estética, de conservación del paisaje…

Hay resistencia al cambio paisajístico, pero esto no es más que una consecuencia, la representación de la destrucción de la biodiversidad. En los territorios que se han denominado terra nulis no hay nada, la gente no sabe lo que quiere, y son tan egoístas como los que están defendiendo su paisaje, se argumenta. Defienden, en definitiva, un ecosistema esencial, para la vida del conjunto de la población. Un problema también muy serio, que se añada a los que hemos enunciado, en relación con los materiales y otras limitaciones de la producción de energía. Cuando hablamos de megaproyectos de renovables (un megavatio, cinco…, según distintas estimaciones) estamos refiriéndonos a implantes industriales que se hacen en zonas rurales, de forma desordenada y saturando territorios. No es que se defiendan paisajes, sino que hay territorios donde existen muchos megaproyectos, que no solo destruyen un paisaje sino el conjunto de un territorio: biodiversidad, tejido social, agricultura… El lugar paradigmático de todo esto es el istmo de Tehuantepec, en el sur de México. Tiene unas 100.000 hectáreas, y hay cerca de 2.000 generadores eólicos. Invito a pensar en la vega de Granada, que rodea la ciudad, con 60.000 hectáreas, 30.000 de regadío, e imaginar que hubiera allí 1.000 generadores. Sería una locura. En el caso de México, la ocupación ha sido colonial, violenta…

Habéis estudiado casos en México, el Sahara Occidental…, y también los de España y Noruega, donde se produce, digamos, un rebote colonialista en las propias metrópolis…

En Noruega se está librando una batalla con los samis, con territorios en Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia. Han sido objeto de prácticas coloniales desde su inicio, por parte de los Estados-nación. Actualmente, este territorio está siendo utilizado para la producción de energías renovables, sobre todo eólica. Tanto en Suecia como en Noruega, estos megaproyectos se están haciendo a costa de la destrucción del territorio y la forma de vida del pueblo sami. Cosa que está siendo objeto de batallas sociales y legales. Uno de estos proyectos, que atenta contra el pastoreo de renos, está destinada a una planta de producción de aluminio… No es casual la relación entre los megaproyectos de energía y la minería o la industria.

¿El autoconsumo se puede entender como una vía alternativa a los megaproyectos energéticos, que siguen el mismo modelo de explotación de los combustibles sólidos?

Estamos ante una emergencia climática por la utilización de combustibles fósiles, lo que nos obliga a una transición urgente. Para ello es necesaria una reducción drástica del consumo y el cambio a las energías renovables, de todo tipo. Descartando también la nuclear. Lo bueno de las renovables es que no tienen por qué ser megaproyectos centralizados y controlados por las grandes corporaciones. Eso ocurría con los combustibles fósiles. Las renovables son modulares. Podemos articular producciones de energía descentralizadas. Muchas de ellas, basadas en el autoconsumo, que permitan la autosuficiencia de los territorios, municipios… Autosuficiencia que debería estar conectada, lo que permitiría ahorrar materiales y optimizar el consumo, El autoconsumo podría estar más basado en una reducción del consumo, un aumento del autoconsumo y un fomento de la soberanía energética, priorizando el consumo local. La ilógica de los megaproyectos hace que producir energía con unas plazas solares en Andalucía o en Cataluña es entre un 30 y un 40 % más eficiente que hacerlo en Berlín. El problema está en que cuando esta energía es trasladada desde Andalucía a Alemania, pierde una parte similar a la diferencia de eficiencia. Entonces, no tiene ningún sentido trasladar los megaproyectos al sur global a las periferias, en términos de eficiencia y sostenibilidad. 

¿Nos lleva todo esto al decrecimiento, que comienza a plantearse como una gran batalla política, económica, social…?

El carro, en cualquier caso, ya se está parando. No hay capacidad para producir con renovables la energía que actualmente se obtiene con combustibles fósiles o uranio, con lo cual la disminución del consumo, el decrecimiento, se va a dar sí o sí. En base a esta premisa, la cuestión ya no es si tenemos o no que decrecer, sino como vamos a decrecer. El verano pasado, con la guerra de Ucrania hubo un problema energético serio, que desencadenó políticas orientadas a pedir la disminución del consumo energético a la ciudadanía. Esto se entendió y la respuesta, positiva, fue casi unánime. Cosa que, además, de economizar energía, puede favorecer la cohesión social. Si se hace vía mercado, como ahora, hay gente que tiene suficientes recursos para poder consumir y los que no disponen de ellos quedan excluidos. Así, la transición energética se va a hacer sobre los más pobres. Las energías renovables permiten un decrecimiento equitativo y sociedades más igualitarias. No se hace porque la autosuficiencia conectada y la soberanía disminuyen la acumulación de capital por las élites y el control de los Estados coloniales. Andalucía consume la mitad de energía que el norte de España, y el conjunto de nuestro país consume bastante menos energía que Alemania.

¿El cualquier caso, el despilfarro energético es una variable determinante del problema?

Entre las dificultades del transporte de la energía entre lugares de producción y de consumo, la mayor tiene que ver con el propio diseño del sistema. La entrada proyectos de energías renovables en la red, es muy compleja y conlleva un gran despilfarro. Algo que se sabe por las propias empresas y entidades como la Red Energética Europea. Ahora, se habla mucho del hidrógeno, algo que acarrea muchos problemas de eficiencia. Producir energía eléctrica en hidrógeno consume mucha agua y conlleva muchas pérdidas.

¿Con lo sencillo que parece, por qué tantas rémoras en la instalación de paneles en los tejados?

Está muy bien que se produzca energía en los tejados y hay varios estudios que lo apoyan. Desde luego es mejor que las grandes compañías lo hagan ahí que destruyendo el territorio. Pero, evidentemente, lo que tendría que pasar es que la propia población y también las entidades públicas, sobre todo los municipios, deberían ser las propietarias principales de estas infraestructuras distribuidas. Así se acabaría con el oligopolio energético que tantos problemas nos está causando, y que tanta riqueza ha extraído de nuestras vidas y nuestros territorios.

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