Sólo Laporta aparece, abandonado, en la foto del extraordinario ‘sextete’

Destacada ausencia de los entrenadores y capitanes, dándole la espalda al presidente en la única imagen oficial de la excepcional cosecha de Ligas que tampoco ha celebrado la afición del Palau como corresponde

El predisent del Barça, Joan Laporta, amb els trofeus de la temporada 2022-2023

La única imagen de celebración, simbólica y personalizada, de algo tan completamente extraordinario como la conquista de las seis Ligas profesionales del deporte español (Liga, Liga Femenina ACB, Asobal, OKLiga y Fútbol Sala) por parte de los equipos del FC Barcelona es la del presidente Joan Laporta rodeado solitariamente por ese sexteto de trofeos. Su destacada soledad en ese cuadro, que debería ser más que nunca la representación del éxito y del esfuerzo colectivo, revela la contradictoria y amarga realidad de seis títulos que ni la afición ni los propios héroes de la gesta han festejado como es debido.

Sólo Laporta aparece en esa fotografía en la que, en circunstancias normales, deberían acompañarle los respectivos entrenadores y capitanes de las secciones. Ninguno aparece, sin embargo, por la sencilla razón de que nadie estaba para fiestas después la drástica decisión de la junta de Joan Laporta de haber aplicado el mayor recorte de la historia en su presupuesto, de un 30% de media, de cara a la próxima temporada.

Con argumentos indiscutibles por su parte, Laporta no ha tenido otra opción que seguir a rajatabla los criterios de LaLiga, indudablemente proteccionista con el fútbol, pero en este caso con la sensatez implacable de la realidad económica azulgrana que ha visto como desde la llegada de la nueva junta los ingresos se han caído en aproximadamente esa misma proporción de un tercio.

El conflicto producido por ese recorte ha surgido cuando ese imperativo ha coincido con la segunda vez en la historia que el Barça acapara la totalidad de los títulos (el único precedente se dio coincidiendo con el Centenari del Barça en 1999 cuando aún no había equipos profesionales azulgrana en Fútbol Sala ni Femení).

Lógico, pues, que para los capitanes y entrenadores, desaparecidos en esa foto por motivos obvios hubiera poco que celebrar, mucho menos en el universo azulgrana del baloncesto donde además se dio la tormenta perfecta cuando trascendió el corte del contrato de Nicola Mirotic, el jugador franquicia de la sección, antes de la final de los playoff, y pocos días más tarde la no continuidad del técnico Sarunas Jasikevicius.

La tensión, tan palpable en la atmósfera interna del club como en el entorno mediático, ha provocado también que los socios más radicalmente polideportivos se hayan mostrado quejosos y críticos con un presidente que nunca ha sido querido en el Palau ni ha mostrado por su parte una especial sensibilidad por las secciones ni por el gasto que representa. Ni ha habido feeling, tampoco en la primera presidencia, ni lo habrá a partir de ahora, una sensación tan extendida como agravada por las evidencias, diga lo que diga compulsiva y mentirosamente Laporta, de que no hay ni presupuesto ni ganas ni plan para la construcción de un nuevo Palau.

El sacrificio lento, aunque inevitable, de las secciones es la historia de una muerte anunciada, puede que evitable si Laporta, en lugar de retozar incomprensiblemente en el fango económico de la pandemia, hubiera adoptado en su día decisiones necesarias, oportunas y exigentes para regular el gasto y, a diferencia del resto de los clubs grandes de Europa, se hubiera puesto las pilas en la recuperación de los ingresos.

Curiosamente, la sección de baloncesto había conseguido incrementar sus ingresos propios, lo mismo que el Femení, en principio la sección menos afectada por el ahorro exigido por LaLiga en tanto que como equipo de fútbol, referencia en el mundo como lo había sido el masculino hasta la patada a Messi, forma parte de la naturaleza y el ADN del FC Barcelona. Aún así no han dejado de circular rumores de guerra que habrían apuntado la posibilidad de la dimisión del jefe de la sección, Markel Zubizarreta, y hasta la posible desvinculación de Alexia Putellas, la figura del equipo, al estilo de la de Messi o Mirotic debido a su salario y condiciones.

El Femení ha sido, por su parte, la única sección que esta temporada ha conseguido una Champions para el Museu mientras que el resto ha tenido, en este ámbito, como el primer equipo, un papel decepcionante y quizá clave a la hora de aplicar el bisturí financiero.

El histórico dominio, liderazgo y competitividad de las secciones azulgrana en el ámbito nacional ha respondido a su voluntad de aspirar a todos los títulos y, consecuentemente, a invertir en talento y calidad para rivalizar en el ámbito internacional a base de insuflar dinero del fútbol, una media no inferior a los 50 millones por temporada en los últimos años.

El efecto conseguido, a causa del contexto de las diferentes disciplinas, es de una bipolaridad cada vez más insostenible debido a que la competencia con los grandes clubs europeos de baloncesto, balonmano, futbol sala y hockey es cada vez más costoso y complicado mientras que, a nivel nacional, la caída generalizada de patrocinadores en esos mismos deportes ha abierto una brecha abismal y hasta abusiva en universos como el del balonmano, donde el Barça multiplica por diez el mejor presupuesto de sus rivales, y el del fútbol sala, que ha perdido a sus grandes competidores, El Pozo y Movistar, por razones también económicas. En el Hockey Patines sucede lo mismo y en el baloncesto su gran rival en la ACB, el Real Madrid, también tira del dinero del fútbol para estar a la altura en la Euroliga. Barça y Madrid triplican al resto en presupuesto y en capacidad para mantener su condición de favoritos.

Existe una cierta analogía entre la crítica que el fútbol internacional en general eleva contra los clubs beneficiados por el dopaje financiero, con el dinero de jeques y corporaciones árabes o de propietarios millonarios, y el debate sobre esta posición de superioridad económica entre el FC Barcelona y el resto de los clubs polideportivos en el contexto español que, indudablemente, proviene del beneficio del fútbol.

Otra cosa muy distinta, sin embargo, es la indiscutible y legítima naturaleza de ese aporte de ingresos, en el caso azulgrana, gracias al esfuerzo económico de un club deportivo que es propiedad de sus socios y que, hasta la fecha, no han dado muestras, al contrario, de su aprobación a una cultura multideportiva que se ha considerado también un rasgo identitario de esa proyección al mundo como ‘Més que un club’.

Ambos debates, sobre si la competencia nacional se ve adulterada por la fortaleza de las secciones azulgrana gracias a su filosofía de club y si el Barça de hoy debe mantenerlas al máximo nivel competitivo cueste lo que cueste, desaparecen cuando Laporta, atrapado por su imprevisión e improvisación le ha asestado el primer golpe, y puede que letal, a las secciones con un tijeretazo no consensuado con los socios y el descarte del nuevo Palau.

Ese tirar por el camino del medio, es decir, seguir siendo un coloso en la competición local y bajar un peldaño o dos a nivel internacional, probablemente sea una mala solución. Cuando menos, la reacción de los propios profesionales, ausentes en la foto por razones obvias y comprensibles -algunos porque ya ni siquiera están-, y de los socios enganchados al Palau, decepcionados y dolidos, han dejado a Laporta absolutamente solo en esa única imagen de la celebración como si en realidad no hubiera tanto, o nada, que celebrar. Nunca seis títulos, un hecho excepcional y único, habían provocado tanto desapego, tristeza y aislamiento. Eso, por no hablar de conflictos contractuales no resueltos y de heridas que seguirán sangrando durante bastante tiempo.

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