Xavi le plantea a Laporta que le triplique la ficha por haber ganado la Liga

Aunque la codicia del entrenador parece desmedida en los tiempos que corren, como jugador ya exigió cobrar neto lo que le quedaba de contrato para aceptar irse del Camp Nou sin hacer ruido mediático

Xavi Hernández

Xavi Hernández está llamado a ser uno de los grandes protagonistas de este verano azulgrana marcado por la precariedad salarial a la que ha conducido la gestión de Joan Laporta, las enormes dificultades para cerrar esas ventas urgentes y apremiantes para cuadrar números antes del 30 de junio y la imparable cuenta atrás de una pretemporada que arranca con la necesidad de refuerzos.

Al menos eso es lo que transmite el entrenador del FC Barcelona, que se había imaginado para la próxima temporada un equipo con Gundogan, Kimmich, Messi y algún otro crack para frenar, cuando menos, la evidente fragilidad del equipo en Europa y en algunos partidos de más exigencia de la Liga, donde ya espera un Real Madrid muy reforzado y ambicioso, quizás incluso con la novedad de Mbappé u otro gran goleador para sustituir a Benzema.

Xavi insiste en reclamarle a Laporta los mejores jugadores, considerando insuficientes los once fichajes del año pasado (Ferran Torres, Alves, Adama Traoré y Aubameyang en enero, y Marcos Alonso, Christiansen, Bellerin, Lewandowski, Raphinha, Koundé y Kessie en verano), unos porque no han acabado de encajar y otros porque, ocupando posiciones clave, no llegan a ese nivel de Champions consensuado entre Laporta, el cuerpo técnico y los ejecutivos como Jordi Cruyff y Mateu Alemany.

El propio entrenador ha planteado una subida de sus condiciones para renovar más allá de le temporada 2023-24, que está a punto de empezar, poniendo en valor el hecho de haber ganado la Liga esta temporada después de cuatro años en blanco. Las cifras que se barajan -millón arriba, millón abajo- sitúan el coste del cuerpo técnico de Xavi en unos 8 millones, de los cuales 4 millones serían para el primer entrenador. Puede que algo más con variables. Laporta ha dado impulso a un acercamiento inicial para ampliar su contrato y han comenzado unas negociaciones que, en cualquier caso, se han paralizado rápidamente. Fuentes próximas estiman en 30 millones la propuesta de Xavi para todo su staff, una exigencia que ha dejado bastante asombrado al presidente y a los responsables de la dirección de fútbol que tenían en la cabeza la idea de un aumento que no superase los 11 o 12 millones.

Las filtraciones provocaron ciertas críticas y alarma por un motivo más que justificado, al coincidir en el tiempo el derrumbe del regreso de Messi y la precariedad impuesta por LaLiga al Barça en su plan de tesorería, limitándole el margen salarial estrechamente, con esa propuesta de multiplicar por tres el coste del cuerpo técnico del primer equipo. Xavi hubo de salir rápidamente a aclarar que en ningún caso tenía prisa ni pretendía pasar por delante de nadie. No negó, en cambio, ni la dimensión de su planteamiento ni su determinación a la hora de exigir que le sea reconocido el mérito de su trabajo en cuanto a la mejora del juego del equipo y la contundencia e indiscutible superioridad en la Liga. Sobre todo, insiste en sus argumentos, “con relación al equipo que se encontró”.

Habrá quien discrepe, desde luego, sobre si las evidentes diferencias entre la plantilla que se encontró al llegar en noviembre de 2022 con la actual (once jugadores fichados) no son también un factor decisivo a la hora de poner en una balanza si la aportación del entrenador deber ser recompensada con ese 300% de aumento de retribución.

Otra cosa, de cara a la confección del equipo de la temporada que viene, es que la legítima ambición de Xavi y las ganas locas de fichar de Laporta y de su selecto equipo de amigos/agentes provoquen estos días que, a un promedio de tres jugadores al día, los medios de comunicación encuentren base para conjeturar su posible aterrizaje en el Barça. Noticias que inevitablemente acaban en una serie de oraciones condicionadas a que se den las circunstancias previas de ventas, porcentajes netos de beneficio y de ampliación del margen salarial.

Un caso representativo es el de Vitor Roque, delantero brasileño de 18 años, con quien se ha negociado su traspaso y la previsión de incorporarse el 1 de julio próximo. “El Barça pagará de traspaso 35 millones de euros, más 10 millones en variables por objetivos de rendimiento, fraccionado en tres ejercicios fiscales. Con Vitor Roque ya hay un primer acuerdo salarial por los cinco años que firmará, hasta el 30 de junio de 2028. Solo faltan pequeños detalles a ser solucionados. Un mero trámite”, dice la noticia del diario Sport, contundente, añadiendo que “Joan Laporta está dispuesto a dar el visto bueno al acuerdo alcanzado con el Ath. Paranaense para incorporar a Tigrinho. Ahora bien, en el último párrafo aclara realmente las cosas: “Para ello, es de imperiosa necesidad que la operación salida no solo se active sino que acabe arrojando resultados positivos y que el Barça pueda dar salida, vía venta o incluso cesión, a aquellos futbolistas que no cuentan para el cuerpo técnico”. O sea, que no se podrá cerrar su fichaje a menos que Laporta le demuestre a LaLiga que con el 40% neto de las ventas de jugadores haya margen suficiente para inscribir nuevos jugadores.

Vitor Roque deberá, por tanto, ponerse en la misma cola donde esperan Gavi, Araujo, Marcos Alonso, Iñaki Peña, Balde y, por ahora, Íñigo Martínez, fichaje que, aunque llega libre, no tiene hueco para ser inscrito ni presentado. Lo mismo que Gundogan, apalabrado sobre una cláusula de libertad, con una sangrienta penalización, si no está inscrito para el primer partido de Liga que viene. Cuesta creer que, además, Laporta pueda generar rápidamente por la regla del ¼ espacio para tanto fichaje y tanta expectativa generada por dos personajes, presidente y entrenador, que parecen vivir en una realidad paralela y completamente ajena a las posibilidades reales del limitado fondo de maniobra del club.

Los precedentes de esa irresponsabilidad e incoherencia por parte del presidente son de sobras conocidos, pues lleva ya dos años saltándose las líneas rojas de su propia economía generando plusvalías por 840 millones para fichar por encima de sus posibilidades y para cubrir el desequilibrio provocado por su incapacidad a la hora de recuperar el nivel de ingresos prepandemia.

De Xavi, en cambio, son menos conocidos sus tics de codicia y apetito monetario, enormes, como los que ya sufrió Laporta en sus renovaciones de contrato en formato creciente, que luego heredaron y ampliaron Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu. Cuando le tocó retirarse, decisión que tuvo clara cuando Luis Enrique le confirmó que ya no contaba con él para la siguiente temporada después del segundo triplete, Xavi exigió cobrar hasta el último euro de lo que le quedaba de contrato, además de irse libre para poder fichar por un club de Catar. En el último momento, además, puso como condición para no irse haciendo ruido mediático que se le abonara el importe en neto, es decir con una recarga importante para el club. No sólo no perdonó el contrato, sino que ejerció una presión brutal sobre la junta para cobrar más de lo que le correspondía. Sabía cómo podía activar su lobby de prensa para provocar una reacción popular a sus intereses. Una actitud parecida a la mostrada, de nula predisposición a compensar o colaborar, a la hora de pagar la cláusula de rescisión que le podía libera Al-Sadd para entrenar al Barça. Xavi es capaz de casi todo por dinero, pero sobre todo, más grave aún, de no entender ni ser sensible a las dificultades económicas del club.

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