Marc Ciria también se mueve en la trastienda para ir a por todas

Sus análisis económicos y financieros han desnudado la caótica y crítica situación del Barça de Laporta, adivinando un inminente colapso capaz de provocar otro gran cambio de escenario en el barcelonismo

Marc Ciria

En apenas quince días, Joan Laporta ha de cumplir con el primero de los requisitos del plan de viabilidad aprobado por LaLiga, que consiste en generar un superávit de 250 millones de euros. Sería un resultado extraordinario y plausible, si no fuera porque esta temporada el Barça de Laporta ha ingresado un importe neto en palancas de 640 millones, lo que significa que casi 400 millones habrán ido a parar a evitar que las pérdidas ordinarias alcancen una cifra estratosférica que convierten en calderilla el naufragio económico combinado del excesivo gasto de los tiempos de Josep Maria Bartomeu, cuando los ingresos rozaban los 1.000 millones, y del impacto de la pandemia.

La cifras que se manejan son dramáticas, se miren por donde se miren, pues incluso en el supuesto de alcanzar y firmar ganancias por 250 millones, los fondos propios del FC Barcelona seguirán siendo negativos debido a que, de los 451 millones en rojo del saldo récord a 30 de junio de 2021, del resultado del ejercicio pasado (2021-22) sólo pudieron recortarse 98 millones en beneficios pese al ingreso neto de 200 millones en palancas extraordinarias. La previsión es que, de los 353 millones negativos resultantes, en el mejor de los casos, si se confirman los 250 millones exigidos por las condiciones de ese plan de tesorería de LaLiga, el club pasará a seguir arrojando un saldo negativo de 103 millones.

La conclusión es que la venta salvaje y descontrolada de activos, que minarán sustancialmente los ingresos en el futuro y recortarán los recursos del club en los 24 años siguientes, no habrá servido más que para gastar compulsivamente por encima de las posibilidades reales del club con la finalidad de cubrir la emergencia deportiva planteada el verano pasado.

Un año después, a la vista del propio balance del presidente Joan Laporta y de Xavi Hernández, esa revolución no sólo es insuficiente, aunque el equipo haya ganado la Liga, sino que se plantea la necesidad imperiosa de añadir refuerzos de primer nivel que garanticen la competitividad del equipo en Europa la próxima temporada.

A la pregunta si las estructuras del Barça de Laporta pueden sostener este otro esfuerzo añadido en las circunstancias actuales, la respuesta de alguien que, como Marc Ciria, ha defendido hasta hace poco la capacidad de Laporta para liderar la recuperación económica, es rotundamente negativa.

Su propio análisis, el de alguien que no ha regateado elogios, aplausos y complicidad a la actual junta, no deja lugar a dudas sobre el pozo en el que ha caído el club, saqueado, a manos de Laporta. En su opinión, que viene dejando de forma recurrente en sus hilos de Twitter y en cuantos espacios mediáticos se le abren -porque ha sido el especialista de moda y más empleado por el entorno para reforzar el cuento laportista de la herencia-, «el Barça -dice- ha perdido en su negocio ordinario 482 millones en dos ejercicios. No ha cumplido ninguno de sus propios presupuestos presentados con una desviación superior a 400 millones. Los gastos no salariales se han incrementado de 164 a 231 millones. El mayor incremento de la historia del club. Los salarios no deportivos se han incrementado de 39 a 48 millones y los gastos no salarios deportivos, en 76 millones».

Esta radiografía apresurada y contundente se complementa con su propia previsión sobre el cierre de los próximos ejercicios: «Perderemos dinero en las temporadas 22/23, 23/24 y 24/25. En el negocio ordinario, deberemos seguir vendiendo activos. Tenemos el presupuesto en gasto más alto del mundo del deporte. Los ingresos no acompañan al gasto y la diferencia se ha ampliado en vez de reducirse».

También puntualiza y destaca que «el Espai Barça se ejecuta en el peor momento de caja y económico del Club en relación ingresos vs gasto. En el plan de ejecución no se contempla el nuevo Palau Blaugrana. Contempla intereses financieros + contingencias, este es el único destino. ¿Invertiremos el resto en un producto financiero»… ¿Cuál? ¿Con qué riesgo? ¿Con qué rendimiento? ¿Es prudente utilizar un préstamo al 5,5% para invertir y especular? ¿Y si hay quiebras o caídas de mercado? ¿Cómo lo garantizamos? ¿Cómo cubrimos posibles pérdidas? En todo caso pediremos más dinero a la asamblea… ¿Después de un endeudamiento global de 2.800 millones?».

Y se hace preguntas que justifican de sobras el pánico que aún sienten los pocos socios barcelonistas que, al margen de la propaganda oficial y el discurso mediático dominante, alimentan una enorme y justificada preocupación por las incertidumbres de la gestión de Laporta: «Si no completamos el Espai Barça con la actual financiación, ¿no hay responsabilidades? ¿Cómo pagaremos los intereses de los primeros años cuando aún no generamos ingresos del Espai Barça en construcción? Recibimos la totalidad del principal, pero tenemos que pagar intereses desde el primer momento, ¿cómo lo haremos? El plan de viabilidad es urgente desde hace dos años para garantizar el modelo de propiedad».

También se ha lamentado del frustrado intento de recuperar a Messi, pues afirmaba que «la mejor decisión del mandato sería la vuelta de Messi», algo que no se producirá y sí, en cambio, «la obligación de devolver 180 millones por el adelanto de las obras del Espai Barça, que nos obliga a firmar una financiación en el peor momento. Las palancas han servido para cubrir pérdidas, el 80% de lo obtenido para evitar que el balance lo refleje».

Marc Ciria advierte que «el próximo año las obligaciones de retorno son superiores a 250 millones: 180 millones del Espai Barça / 70 millones del préstamo de Goldman Sachs y 20 millones de obligaciones financieras. La deuda se ha incrementado, las obligaciones financieras tanto en capital como intereses son muy superiores al presupuesto. El Espai Barça se afronta sin ahorro y sin capacidad de generar beneficios». Por eso era partidario de esperar porque «en dos años se reducen los costes salariales de forma significativa y tendríamos un escenario más favorable de forma evidente, por eso esperar era ganar fuerza financiera y realizar unos deberes urgentes. El Barça no puede permitirse renunciar a 100 millones de ingresos y estar con una desviación de 300 millones en el balance ordinario».

Por su permanente exposición, y por haber elevado el tono y la intención pedagógica de esa visión catastrofista -eso sí, sin adjetivos y con una frialdad infrecuente-, a Marc Ciria no se le escapa que el laportismo tiene fecha de caducidad como consecuencia de su propia ruta de autodestrucción y que conviene posicionarse por si, de pronto, se produce un movimiento telúrico que cambie las cosas. No es el único que, a la vista de un colapso inminente, se mueve en la ciudad buscando su propia oportunidad para salir de un papel secundario, de ser un asesor segunda o de un simple tertuliano e ir a por todas.

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