A un debate de la remontada…

«Nos ha faltado una semana o un debate», decía Felipe González tras conocer la derrota, por la mínima, en 1996. Fueron unas elecciones que Alfonso Guerra resumía así: «Nunca una derrota fue tan dulce ni una victoria tan amarga». Y es que, aunque las encuestas vaticinaban una contundente derrota, González estuvo a nada de la victoria. No fanfarroneaba cuando situaba la remontada a un debate de distancia, en el anterior acorraló contra las cuerdas al aspirante al título, José María Aznar.

Quizá por eso, el ahora presidente, Pedro Sánchez, ha propuesto seis debates a Alberto Núñez-Feijóo, uno todos los lunes hasta el 23 de julio. Las encuestas de Sánchez, como aquellas de González, no son halagüeñas y, si logra remontar, la cosa puede ir de una semana -de la que no dispone- o de un debate. Así, por debates que no quede, ha pensado. Sin embargo, Feijóo ya le ha dicho que ni hablar, que le concede un cara a cara, y aún gracias.

Aunque ni Sánchez es González, ni Feijóo Aznar, la superioridad dialéctica de los primeros es palpable. Quedó claro en esos primeros debates de la democracia y ha quedado claro en los que Sánchez y Feijóo han protagonizado en el Senado recientemente. Sin embargo, que no se fíe el socialista, que incluso González tuvo un mal día. Un mal día sí, pensará Sánchez, pero seis…

El portavoz del PP, Borja Sémper, despachaba el exceso de excentricidad y añadía: «Quien necesita seis debates es Sánchez, no España», y menos Feijóo, se dejaba de decir. No deja de ser curioso que el aspirante al título, que es quien suele querer y reclamar la exposición del vigente campeón, esconda la cabeza bajo el ala. Y es que la virtualidad de la política, donde las encuestas mandan, da la vuelta a la realidad.

No sé si seis, pero al menos dos debates estarían bien, que haya un partido de ida y uno de vuelta, con posibilidad de remontada. Éste sería, probablemente, un buen escenario para España, escaso para Sánchez y excesivo para Feijóo. Lo cierto es que al candidato del PP todo lo que le aparte del monólogo incontrastable, le perjudica. Él debe poder jurar y perjurar que el blanco es negro y no blanco y que nadie le estropee la buena nueva con pesadas dosis de realidad.

Tampoco está demostrado que un cara a cara mueva montañas, ni votos. En sus memorias, el periodista Walter Cronkite escribe que Richard Nixon adujo que había perdido ante John F. Kennedy el primer debate televisado en una campaña electoral por culpa del maquillaje; el candidato republicano acusó a la maquilladora de la CBS Frances Arvold de haberle saboteado deliberadamente.

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