El mundo no se detiene

Pensaba que esta vez el mundo se detendría. O, al menos, que algo iba a cambiar. Alguna pequeña variación, al menos. Pero no. Nuestras vidas siguen adelante. Continuamos yendo a trabajar, viendo obras de teatro y películas en el cine, celebrando las victorias del Barça o del Espanyol… Sí, nuestras vidas continúan. Algunas con más fortuna y otras con mayor desgracia o menos suerte. Pero siguen adelante. Nos solidarizamos con los pueblos de Turquía y Siria, nos sorprendemos por el elevado número de víctimas mortales, celebramos cada una de las vidas que se han salvado, pero seguimos adelante. Es cierto que los medios de comunicación han efectuado en los últimos días una fuerte cobertura de las consecuencias de los terremotos, pero es una simple cuestión de tiempo que esta terrible tragedia se evapore en el actual magma informativo.

Las últimas noticias indican que más de 45.000 personas han muerto a raíz de estos desastres naturales. Sí, más de 45.000 personas. Personas como tú y como yo. Personas con una serie de objetivos vitales; seguramente menos ambiciosos que los nuestros, porque muchas de ellas ya habían sufrido suficientemente con la guerra de Siria y sus efectos. Probablemente, muchos sirios y turcos se conformarían con tener una pequeña fracción de lo que es nuestra realidad vital. Para ellos, seguramente nuestra cotidianidad sería un lujo.

Estoy convencido de que entre las personas que han perdido la vida hay algún periodista como yo. O algún maestro, como mi padre o mi madre. Sí, son personas con distinta nacionalidad, con otras creencias religiosas y políticas, y con otro estilo de vida. Pero son personas como nosotros: periodistas, maestros…

¿Se imaginan la repercusión política y mediática si se hubiera derrumbado un estadio de fútbol de nuestro país y se hubieran muerto más de 45.000 personas? ¿O se imaginan que en cerca de 10 días se hubieran estrellado 250 aviones en varios países europeos? ¿Acaso hay muertes de primera y muertes de segunda? O, dicho de otro modo, ¿es que hay vidas de primera y vidas de segunda?

Muy probablemente, por no decir seguro, las reacciones y medidas adoptadas por parte de los diferentes niveles de nuestra sociedad habrían sido otras. En cambio, parece que nos quedamos de brazos cruzados viendo lo que ocurre en otros puntos del planeta. Seguramente porque hemos normalizado que determinadas zonas o regiones sean permanentemente objeto de guerras, hambre, violencia armada, golpes de estado, desastres naturales… Y, involuntariamente, después de la normalización de esta cruda realidad viene la pérdida de la esperanza para revertir sus consecuencias.

Y otra razón de nuestra pasividad es que poco a poco ha ido calando el ideario nacionalista, que justamente lo que defiende es que debemos mirar lo mínimo más allá de nuestras fronteras físicas (y de rebote mental). Ya lo resumió Donald Trump en su eslogan electoral: “Primero América” (America First).

Y así estamos: en un mundo que, desgraciadamente, nunca se detiene. Ni tampoco hoy- día que escribo este artículo- que han muerto asfixiadas en Bulgaria 18 personas de origen afgano en un camión.

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