El caso Negreira encarece y complica la financiación del Espai Barça

Empiezan a escucharse voces autorizadas que aconsejan ralentizar o frenar la operación hasta recuperarse del golpe reputacional y esperar que los mercados mejoren, con menos inflación y bajada de tipos de interés

Imagen de cómo sería el Espacio Barça por la noche
Imagen de cómo sería el Espacio Barça por la noche

Para la esquiva y desconfiada mirada de la prensa internacional, generalista y especializada, el Barça de Joan Laporta se ha convertido en una institución problemática, confusa y bajo la sospecha de que sus principales señas de identidad se están derrumbando por momentos. El Barça era, hasta hace relativamente poco tiempo, un club poderoso por su fútbol singular, su inagotable cantera, sus gestas y títulos, sus cracs mundiales, sus activos patrimoniales sin igual y una fortaleza económica y financiera reconocida por Forbes hasta los años 2019 y 2000 acreditándolo como el club más rico del planeta. También presumía de valores y de una integridad que el caso Negreira también ha hecho saltar por los aires.

Hoy, los grandes bancos de inversión no hacen sino aumentar la exigencia de garantías antes de ampliar una deuda imparable que amenaza con sepultar la institución en breve y empujarla a una conversión en SA.

Porque con Laporta no se han recuperado los índices de ingresos prepandemia y, al contrario, se ha consolidado un déficit ordinario de casi 200 millones, compensados a base de ventas de activos irrecuperables y contra ingresos futuros.

Laporta echó a Messi perdiendo demasiadas cosas, el equipo encadena dos años seguidos eliminado de la Champions League en la liguilla y no pudo ni levantar el dedo en la puja por Haalland cuando fue el momento. Un panorama descorazonador para una plantilla que ahora se ha encaramado al liderato de la Liga, pero amenazada de desahucio porque, pase lo que pase en junio, acumula 200 millones de masa salarial que obligatoriamente ha de aliviar con traspasos.

De ese pasado tan denostado por la propaganda laportista a base de acribillar a Sandro Rosell y a Josep Maria Bartomeu, lo único que ha brillado estos dos años de la nueva presidencia ha sido la herencia recibida en forma de jugadores como Pedri, Gavi (mejores jugadores del mundo Sub 21 en 2021 y 2022) Araujo, Balde, Abde, Nico, Ter Stegen o Frenkie de Jong y de secciones deportivas como el Femení, dominador del fútbol mundial, el balonmano, el baloncesto, el fútbol sala y el hockey patines que, no obstante, ya acusan el desgaste de la gestión laportista sabiendo que se les reduce el próximo presupuesto en un 30% y que pronto no tendrán casa porque el nuevo Palau ha quedado fuera del Espai Barça definitivamente.

El control mediático y la servidumbre periodística que sostiene la administración de Laporta, inopinadamente con una valoración social alta y sólida por ahora, están encontrado dificultades, sin embargo, para convencer a los suyos y a los inversores de arrancar el enorme proyecto del Espai Barça.

En reacción a los parámetros de la operación financiera, extraordinariamente abusivos y la ruina provisional que supone el traslado a Montjuïc, casi seguro por dos temporadas, se empiezan a escuchar las primeras voces que, sensatamente, apuntan la necesidad y la oportunidad de reflexionar y quizás de dejar para un poco más adelante, cuando las cuentas se hayan estabilizado, el asalto a la obra más importante de la historia del Barça.

El dato más estremecedor, para una entidad que está perdiendo casi 200 millones anuales con unos ingresos de 150 millones por el Camp Nou, se concreta en que, cuando el nuevo estadio esté al máximo de explotación, el retorno para la entidad será sólo de 100 millones mientras que el resto, casi 300, deberán destinarse a devolver los 1.500 millones del total de capital e intereses.

El razonamiento de los expertos es que “como el club ya soporta una enorme deuda, la vía para obtener financiación sin ponerlo en riesgo de colapso es constituir un fondo de titulización (conversión de activos en deuda negociable), una tercera entidad -regulada por la Comisión Nacional de los Mercados de Valores (CNMV)- constituida con los ingresos previstos por entradas al estadio, al museo del club y los tours del equipo, los servicios VIP y otros a lo largo de tres décadas. Con ello el club no ha de responder con otros activos en caso de morosidad o impago (como el propio estadio) y obtiene liquidez inmediata. Pero la contrapartida es que hipoteca una buena parte de sus ingresos futuros”.

Sobre los intereses también resulta evidente que subirá la prima de riesgo, que se situará muy por encima de la de otras empresas consideradas más solventes, ahora amenazada además con la presión del ‘caso Negreira’. “Podría situarse -explican- muy por encima del 7% al que se cerró la operación liderada por CVC con LaLiga. En todo caso, los tipos de interés siguen subiendo, con lo que el escenario inmediato es complejo. Al final el resultado de toda esta operación puede ser un nuevo estadio pero sin obtener mucho más dinero -que, en esencia, es para lo que se hacía-, ya que una buena parte de este será para los financiadores”. Algunos financieros han estimado la certeza de un incremento superior al 10% según todas las pistas, pues “la operación diseñada por el FC Barcelona para obtener los citados 1.500 millones tiene una configuración particular. Se trata de unos bonos que no están abiertos al público y se colocan entre inversores institucionales y fondos privados. Habitualmente se considera que estas operaciones se mueven en mercados más opacos que las Bolsas tradicionales”.

No hace falta señalar que el sector de la construcción sigue asombrado y perplejo por la elección de Limak, a la que seguramente se adjudicará también el proyecto constructivo, todavía pendiente de entrar en el Ajuntament, pese a que sí parece otorgado el proyecto de obra en medio de un ensalada de rumores y filtraciones que han provocado la petición trasparencia por parte de cinco colectivos sociales del Barça, por ahora desatendidos.

En palabras de un financiero leal al laportismo, “el dinero es miedoso y los inversores miran mucho cómo se hacen las cosas allí donde ponen su capital. Igual hemos perdido ya algunos inversores o tenemos que emitir bonos a intereses muy altos. Imagino que en el club confían a que dentro de tres o cuatro semanas el suflé baje y se olvide el escándalo a nivel financiero. Ya se verá”. Las expectativas han cambiado como consecuencia del caso Negreira, una circunstancia que también evalúa Marc Ciria, hasta la fecha también adscrito al régimen: “Si yo representara a un posible inversor, pediría una explicación exhaustiva y la depuración de responsabilidades. Este daño reputacional puede afectar también a la propia renovación de financiación actual. Será una operación cara”.

Voces que aconsejan ralentizar o “echar el freno al Espai Barça y esperar un par de años a una evolución positiva de la situación macroeconómica (menos inflación, más bajos tipos de interés), acondicionar el Camp Nou con el dinero que se invertirá en Montjuïc y sanear las cuentas del club” antes de dar un paso tan arriesgado.

Salir al mercado en medio de esta gran crisis reputacional puede que no sea la mejor idea, no son consoladores ni el silencio de Laporta ni las palabras de Rafael Yuste, su vicepresidente, afirmando que “ofreceremos la máxima transparencia mediante el departamento de Compliance. El club se ha puesto en manos de abogados para que lo gestionen. El socio debe estar tranquilo”.

O sea que la teórica investigación de alguien externo estará controlada por el Compliance Officer, Sergi Atienza, brazo derecho e íntimo del presidente que se ganó el cargo por amistad con Laporta y por designación a dedo. Nadie puede estar demasiado tranquilo.

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