La reforma del Camp Nou es impagable e imposible según el plan de Laporta

El club ingresará menos que ahora por la explotación del estadio (sólo 100 millones) para devolver 1.500 millones entre capital e intereses durante los próximos 30 años. El cambio de propiedad está asegurado

Aspecte del Camp Nou que haurà d

Resulta evidente que de los 600 millones presupuestados para el primer diseño concebido del Espai Barça, sometido a referéndum social en la primavera de 2014, a los 1.500 millones que se llevará por delante el nuevo proyecto de Joan Laporta, excluyendo definitivamente el Palau Blaugrana (400 millones), el paso del tiempo ha provocado que, exactamente ahora, cuando la directiva quiere arrancarlo, coincida con el peor momento para la obra de mayor calado patrimonial a la que se haya enfrentado el FC Barcelona desde que acometió al construcción del Camp Nou en 1957.

Si sirve de referencia, aquella experiencia fue del todo tormentosa y determinante en negativo, pues el coste se cuadriplicó y las sucesivas directivas hubieron de recurrir a todo tipo de estrecheces y ‘milagros’ para evitar la quiebra financiera. Fue precisa realizar una emisión de bonos y vender al mejor jugador de la época, Luis Suárez, al Inter de Milán, donde conquistó la Copa de Europa, sin que el sucesor natural de Kubala pudiera llenar un estadio que fue construido precisamente para dar cabida los miles de seguidores que Kubala había conquistado con su magia. Finalmente, no quedó otro remedio que apretarse el cinturón y fiar la salvación financiera, in extremis, a la generosa recalificación urbanística del antiguo estadio de Les Corts por parte del Ajuntament de Barcelona.

No fue hasta la llegada a la presidencia de Josep Lluís Núñez en 1978 que las políticas deportivas y económicas confluyeron simpáticamente en una explosión patrimonial sin precedentes que permitió acometer dos ampliaciones del Camp Nou, la construcción de la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí, el Miniestadi y las reservas de suelo de Can Rigalt y de Gavà.

La directiva anterior, aunque realizó el esfuerzo de construir el Palau Blaugrana, no fue capaz de monetizar una etapa con más ruido que nueces, pues la gran estrella de la época, Johan Cruyff (1973-74 / 1977-78) se marchó en silencio con sólo una Liga y una Copa del Rey como botín.

Particularmente desacertadas fueron las inversiones en la compra de terrenos en Viladecans, inservibles e inútiles, igual o peor que la realizada muchos años después por Joan Laporta (2007) también a beneficio de la fauna y la flora del río Llobregat, pero con pérdidas de 12 millones para el club azulgrana.

Laporta también generó, además, un descalabró de 42 millones con la gestión de los terrenos de Can Rigalt (puede ser finalmente mucho peor), también regaló los terrenos de Gavà (cedidos gratuitamente) para no tener que avalar ni él ni su junta en 2005 y paralizó las obras de la Ciutat Esportiva en su primer mandato porque entendió que el círculo virtuoso no estaba en la promoción y cuidado de la cantera sino en fichar cracks, unas veces Alves o Henry, que también dejo pérdidas, otras veces Chygrynsky, Mario, la ‘Gallina’ López o Martín Cáceres, y cuando era necesario a Henrique y Keirrison.

Ahora que Joan Laporta dirige la gran reforma del Camp Nou, con la duda más que razonable sobre si se ocupará del resto del Espai Barça, una vez descartado definitivamente el nuevo Palau, las expectativas de un gran estropicio en todos los órdenes no hacen más que aumentar a medida que pasan los días y se hace necesaria y precitada la toma de decisiones.

La elección de constructora Limak, por sorpresa, aunque asegura un coste de 950 millones no supone un ahorro en nada más pues ya ha trascendido que serán necesarios 1.500 millones entre capital e intereses los que habrá que devolver el Barça, a razón de uno 250 millones anuales durante 30 años por lo menos. Este es el primer cálculo de los expertos que se han ocupado de titulalizar el nuevo estadio con la perspectiva de emitir tres veces bonos de 500 por 500 millones que podrían estar devueltos en el año 2052.

Hasta entonces, querrá decir que el club sólo ingresará por todos los conceptos de la explotación del estadio 100,4 millones por temporada. El medio especializado El Economista ha revelado los detalles del estudio de la operación sobre la estimación probable de los siguientes ingresos: Museu y Tour: 79,7 m.; Servicios VIP: 76,5 m.; Entradas: 73,8 m.; Abonados por temporada: 50,2 m.; Patrocinadores y Title Rights: 47,2 y Otros Ingresos: 18,8 m.

En total, citando fuentes de la consultora KBRA, 346 millones, algo por debajo de las cifras redondas ofrecidas desde la presidencia, de 400 millones a partir de que el nuevo Camp Nou se encuentre al ciento por ciento operativo.

Es posible comparar algunas de estas cantidades con las registradas em la última memoria, correspondiente a la temporada 2021-22 donde los ingresos por competiciones fueron de 54,5 millones, por debajo de lo normal teniendo en cuenta que el primer equipo no conquistó ningún título y que no avanzó ni a octavos de la Champions y cayó en cuartos de la Europe League. Puntualizando, 26,6 millones fue la recaudación en Liga, 8,7 millones de los partidos internacionales, 6,2 por amistosos y 12,6 de Hospitality.

A esos 54,5 millones se deben añadir 29,8 millones de las cuotas de socios y de abonados y un porcentaje de esponsorización que, en números redondos, igualarían hoy esos 100,4 millones que se acabará quedando cada año el club en la previsión de KBRA.

Algo no cuadra en todo este baile de cifras porque, sin el dato del temporada 2021-22, de reapertura del Museu y del Tour con un número de visitantes similar a la prepandemia, sí es posible tomar como referencia los 58 millones del ejercicio 2018-19.

La primera conclusión, salta a la vista, es que, aunque el nuevo Camp Nou pueda casi triplicar sus ingresos de hoy, estimados entre 150 y 170 millones, y superar esos cálculos de 346,5 millones dentro de tres o cuatro años, la rentabilidad del nuevo Camp Nou no parece que pueda garantizar la convivencia y el equilibrio entre los ingresos ordinarios y las acuciantes necesidades financieras que se le vienen encima. Un sufrimiento económico agudizado por la recesión consecuencia de la migración a Montjuïc, con afectación a los abonados y el Museu, Tour y Megastore, y el pellizco creciente de mínimo 40 millones anuales por la venta apalancada para los 25 años próximos de los derechos de televisión.

Además, Laporta está negociando anticipar de un modo inmediato esa explotación de las nuevas zonas VIP y la propia gestión del aforo y de los nuevos servicios, por unos 300 millones, para tapar los agujeros de la explotación ordinaria.

No sería, incluso con este desolador panorama, la peor noticia para los socios abonados del Barça que verán sus cuotas duplicadas en cuanto la cubierta del estadio esté acabada y se actualicen los costes del Lateral y los Goles con los de la Tribuna Principal.

Cuanto más se sabe sobre las obras del Spotify menos parece que el plan financiero de Laporta para una construcción con costes absolutamente disparados y con un mercado de intereses al alza pueda evitar que, de un modo u otro, el modelo de propiedad cambie tarde o temprano. Ahora ya es imparable y, nunca mejor dicho, impagable.

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