Barcelona y Francisco Fernández Buey: un compromiso no correspondido

Como señalara su admirada Simone Weil, Francisco Fernández Buey (1943-2012), autor del libros tan imprescindibles para todos nosotros como Leyendo a Gramsci, La gran perturbación o Utopía e ilusiones naturales, echó raíces. En Palencia, su ciudad natal, en Valladolid y en Barcelona, donde vivió unos 50 años.

Fue en Barcelona, contaba en un “curriculum vitae” que escribió en 2003 (“ridiculum vitae” lo llamó él; modestia y autoironía fueron dos de sus muchas virtudes republicanas),  donde  se manifestó por  primera vez en solidaridad con los mineros asturianos y al poco, y en minoría de muy pocos, para protestar contra el asesinato de Julián Grimau. Fue en Barcelona donde fue detenido tres veces en 1966 y donde fue expedientado por tres años (rector de la UB, el farmacólogo franquista Francisco García Valdecasas Santamaría). Fue viviendo en Barcelona cuando le quitaron la beca con la que había estudiado desde el bachillerato y le mandaron al Sáhara a barrer el desierto (entre otros, con Quim Boix y Paco Téllez, un obrero de la construcción que siempre le quiso y admiró). Fue en Barcelona donde le detuvieron en una manifestación, una de las primeras conmemorativas del 1l de septiembre, acusado de soltar palomas con banderas rojas y cuatribarradas, volviendo a pasar otra temporada en la cárcel Modelo. Fue en Barcelona donde anduvo huido casi todo el año por el estado de excepción de 1969 y bajo la acusación de haber organizado (con su maestro y amigo Manuel Sacristán y otros compañeros) la comisión de formación del PSUC (se salvó de la cárcel gracias al abogado Josep Solé Barberà). Fue en Barcelona desde donde participó en la organización del movimiento de los PNNs (profesorado no numerario), siendo miembro de su Coordinadora general. Fue en Barcelona donde ayudó a organizar una de las huelgas más largas de la enseñanza bajo el franquismo en el curso 1974-1975 (resistencia a lo largo, que diría Gil de Biedma, un poeta que apreciaba) y fue también en Barcelona, como consecuencia de su papel en esa lucha, donde le expulsaron de nuevo de la universidad (junto a su amigo, el también PNN, Miguel Candel).

No finalizó aquí su compromiso con la ciudad. Tras la muerte del general criminal y golpista, el profesor Fernández Buey se mantuvo fiel a sí mismo y a su profundo y arriesgado compromiso poliético. Salvo en períodos de ausencia (su estancia en la Universidad de Valladolid, por ejemplo, o en universidades centroamericanas), no se recordará ningún acto de resistencia democrática y anticapitalista celebrado en la ciudad de López Raimundo, Teresa Pàmies y Salvat Papasseit que no contara con su participación. Nada humano (y no humano) que tuviera que ver con la justicia, la igualdad, la fraternidad, el apoyo mutuo, la paz internacional, el respeto a la naturaleza,… le fue ajeno.

Muy pocas personas han hecho tanto por la Barcelona democrática y ecosocialista (socialista y ecologista en serio) como el profesor y maestro de muchos de nosotros, Francisco Fernández Buey. Sin embargo, la relación no es biunívoca. No soy capaz de ver, por el momento, que la ciudad le haya correspondido, que Barcelona y sus instituciones hayan estado a la altura de sus circunstancias, de su entrega, del permanente compromiso del coautor de Ni tribunos con los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Francisco Fernández Buey (con Neus Porta, su esposa y compañera, y Eloy Fernández Porta) vivieron muchos, muchos años en la calle Bonaplata de Barcelona. Ninguna placa lo recuerda.

Ninguna calle de la ciudad lleva su nombre. Amparándose en lo más elemental, en el sentido de justicia más esencial que todos compartimos (y también en la Nueva Ley de Memoria Democrática), un colectivo amigo, con tenacidad y paciencia, debería abogar para que una avenida, que para vergüenza de todos los barceloneses demócratas, sigue llevando el nombre de un mecenas del golpe militar, fascista y criminal de 1936, me estoy refiriendo a la muy céntrica avenida Francesc Cambó, cambiara su nombre por el de avenida Francisco Fernández Buey. Por justicia, por dignidad, por dar a las cosas el nombre que merecen. Recordemos sus palabras: “En las cosas de la política y de la lucha social no eres nadie si aceptas el nombre que dan a la cosa, a su cosa, los que mandan. “

¿No debería ser sensible el actual gobierno de izquierdas de la ciudad, así ha obrado en otras ocasiones, ante una petición tan justa y democrática?

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