Movilizados con poca ropa y sin comida

Putin proclama que la movilización parcial ha sido un éxito, al conseguir 318.000 nuevos combatientes. Calla que cerca de 700.000 ciudadanos rusos han abandonado el país camino de Kazajistán, Mongolia, Georgia, Turquía o, incluso Europa, por miedo a ser llamados a filas. La pregunta que muchos se hacen ahora es si esta leva que ha sembrado el pánico en todo el país se da o no por finalizada.

El 28 de octubre, Putin se reunió con su ministro de Defensa, Serguei Xoigú, para anunciar que ya se había superado el objetivo de 300.000 efectivos movilizados y que, por tanto, se detenían las notificaciones a los ciudadanos susceptibles de ser llevados al frente. La trampa es que no hay ningún decreto que anuncie que el reclutamiento forzoso ha terminado. Y cuando alguno de los periodistas rusos que todavía están dispuestos a jugarse el cuello ejerciendo su oficio le pregunta al respecto, la respuesta es como mínimo curiosa: “Tendré que hablar con los servicios jurídicos para ver si es necesario o no un decreto para acabar con la movilización, lo cierto es que no lo había pensado”.

Los ciudadanos se muestran escépticos, creen que estas palabras esconden una verdadera dificultad para entregar las notificaciones de movilización, que ha llegado al punto de que es raro ver a hombres paseando por la calle en algunas ciudades. “Dicen que la movilización ha terminado”, explica desde San Petersburgo Irina, “pero la verdad es que sólo intentan que la gente se relaje y baje la guardia; de hecho, ayer, notificaron la movilización a un amigo de mi hijo, y hace ya una semana del anuncio de Xoigú”.

Según el ministro de Defensa ruso, 218.000 movilizados se encuentran actualmente en los campos de entrenamiento, y otros 82.000 han sido enviados al frente. Las primeras protestas han comenzado ya entre los nuevos soldados. En Kazán, un grupo de reclutas se sublevó contra sus mandos por la falta de comida y las malas condiciones del armamento con que tendrán que ir a luchar. La falta de equipamiento llega al punto de que ser movilizado supone un gasto importante para los afectados y sus familias, hasta el extremo de que, según informa el diario Komsomolskaya Pravda, algunas entidades ofrecen créditos de hasta 30.000 rublos durante un mes a un interés del 1% diario (un 30% mensual). Créditos que se destinarán a comprar chalecos antibalas o botiquines personales; de hecho, uno de los indicadores utilizados para saber en qué regiones del país ha sido más efectiva la movilización es la dificultad de encontrar productos como vendas en farmacias.

Para saber qué deben comprar, sólo necesitan leer los canales de Telegram que muchos soldados profesionales que están en el frente han abierto para conseguir dinero para comprar comida, cigarrillos, utensilios de cocina y también equipamiento para poder combatir. La lista es larga y variada. Comprende cosas como ropa de invierno, calzado, mochilas, pasamontañas, calzoncillos, calcetines de lana, lotes y pilas, sacos de dormir, alfombras, medicamentos y material de primeros auxilios, cubiertos para poder comer…

Para aquellos que ya han llegado a Ucrania, las cosas son aún peores. La noche del 1 al 2 de noviembre un batallón formado por movilizados de la región de Vorónej fue aniquilado cerca de Makiivka, en la provincia de Donetsk. Murieron más de 500 soldados mientras cavaban trincheras para protegerse. Los supervivientes explican que sólo había tres palas para todo el batallón, y que no había suficientes provisiones. Putin silba ante desastres como éste y carga toda la responsabilidad sobre el ejército con la destitución de los mandos que no cumplen con los objetivos de la llamada “operación especial”. Esto fortalece cada vez más la figura del dueño del grupo Wagner, la compañía de mercenarios que lleva el peso de los combates en primera línea, Evgeni Prigojin, al que muchos ya ven como posible sucesor del presidente ruso. La guerra ha impulsado el negocio de Prigojin, que se ha convertido en uno de los hombres más ricos de Rusia y una de las pocas voces que todavía escucha Putin.

La guerra le ha permitido crear una estructura de poder paralela. Si al principio duplicó con Wagner las funciones de las fuerzas armadas, ahora comienza a hacer lo mismo con la administración civil a través de acuerdos con los gobernadores regionales. Se siente lo suficientemente fuerte como para iniciar una cruzada contra el gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov, por su reticencia a contratarle para los proyectos impulsados ​​por el Estado en la región.

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