No hay mal que 15 días dure…

Ay, si Alba y Dídac -de Mecanoscrit del segon origen del gran Manuel de Pedrolo– alzaran la cabeza. No se encontrarían extraterrestres, al menos no de momento, pero sí pandemias y guerras y un mundo que trata de sobrevivirse constantemente. Ellos decidieron “ser origen y no final”. ¿Nosotros?

¿Se acuerdan cuando en marzo de 2020 nos restringían las libertades 15 días sólo? Y después de esos primeros 15 días vinieron otros 15, y 15, y así hasta dos años. Tiemblo sólo pensar cuántos 15 días durarán ahora las nuevas restricciones. Entonces -marzo de 2020-, un virus letal, que aún campa -flojeado por las vacunas, eso sí-, justificaba sin peros las limitaciones; ahora -agosto de 2022-, una guerra -la de Ucrania- nos aboca a más restricciones, a saber de cuántos días o años… Por el momento, se habla de algo más de un año, pero ya se sabe que las matemáticas políticas nunca fueron exactas. Que nadie confunda el lamento con la negación; no niego la necesidad, pero lamento la improvisación y especialmente la falta de previsión. ¿De verdad que no era suponible que la dependencia energética europea con Rusia nos acabaría tarde o temprano pasando factura?

Concretando, ahora en verano los aires acondicionados públicos no podrán permanecer por debajo de los 27 grados y en invierno la calefacción no podrá sobrepasar los 19. Además, todos los edificios deberán tener las puertas cerradas y apagar las luces de escaparates y edificios públicos cuando no estén en uso. También será obligatorio revisar las calderas de gas de antes de enero de 2021 y se pide fomentar el teletrabajo –esto último es como la aspirina, sirve para todo. Así, España pretende reducir el consumo energético hasta un 7%, según el compromiso adquirido con la Comisión Europea –en general, Europa se fija el 15%. Ante la posibilidad de que Rusia cierre el grifo del gas, tanto el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no disimulan que las restricciones anunciadas no serán suficientes, y que vendrán otras y más duras y que todo ello puede prolongarse en el tiempo. De momento, el marco de las limitaciones es público, pero todo apunta a que de una forma u otra acabará invadiendo el ámbito más privado.

Por ahora, el panorama nos indica que este verano pasaremos más calor, de momento en los locales públicos, y más frío en invierno, y que las ciudades serán más oscuras. Esto, de entrada. Veremos después qué más pasa y cómo esto repercutirá en nuestras vidas, y cuántos 15 días deberemos sufrirlo. De momento, con la inflación disparada, y ante la alarma que todo ello provoca, la gente ha huido despavorida hacia las ansiadas vacaciones. Después, veremos qué podemos permitirnos y qué no. Y yo, confieso, escribo esto bajo el aire acondicionado, a 21 grados. Se trata, en cualquier caso, de un pecado todavía no punible. Carpe diem.

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