Florentino Pérez ya tiene a Laporta, asfixiado, contra las cuerdas

Si el presidente del Barça no se rebela, admite los 270 millones de CVC, a cambio de retirar la demanda contra LaLiga, y reniega de la Superliga ya no es posible salvar la economía del club

LaLiga hizo público el informe correspondiente a la última temporada con un dato escalofriante y revelador sobre el FC Barcelona, que aparece como el primero del ranking de pérdidas netas, con un 56% del total de 892 millones del fútbol español.

No es la primera que vez el organismo regulador y controlador de los clubs revela este tipo de situaciones. Tampoco que haya realizado en este sentido una puntualización destacable sobre la naturaleza de ese déficit, afirmando que “aproximadamente el 50% se corresponden con convenciones contables asociadas al saneamiento extraordinario de su balance, sin impacto financiero inmediato”.

Traducido, quiere decir que de los 499 millones considerados pérdidas, 250 son artificiales, voluntarias y expresamente inflados por la junta directiva de Joan Laporta como resultado de la obsesión por engordar y agigantar el peso de la economía del pasado. LaLiga nunca ha entendido el motivo de atarse a los pies un lastre como ese, insuperable, a base de amortizaciones anticipadas e innecesarias y de provisiones fantasmagóricas de las cuales ahora también es víctima a la hora del dramático cierre que viene.

El resto de las pérdidas son el resultado, en su mayoría, del impacto por el descenso de ingresos directamente vinculado a la pandemia. LaLiga le reconoce al Barça 324 millones de impacto bruto por causa COVID que, sin embargo, el propio Joan Laporta se ha negado a admitir desde el principio para pervertir el discurso sobre la economía del club y centrarlo en la “situación heredada”.

Por ese mismo motivo su gestión del escenario económico y financiero fue pasiva, de permitir la caída a peso del club conscientemente a un pozo sin fondo, negándose a activar las soluciones más a mano y lógicas, las mismas que han aplicado el resto de los clubs.

Por ejemplo, sólo con haber impuesto, como estaba previsto por Josep Maria Bartomeu, un 20% de reducción directa de la masa salarial, el recorte de las pérdidas reales, sin inventos ni extravagancias, habría sido de 130 millones, dejando un saldo negativo de 119 millones a expensas de la activación del Barça Corporate.

Ese recurso quizás no habría sido necesario si la junta del Barça, con uno u otro presidente, se hubiera acogido a las ventajas del acuerdo con CVC que aseguraba 270 millones de ingreso directo, compensatorio de las pérdidas por COVID, de los cuales 40 podrían dedicarse a fichajes.

Se lo dijo varias veces el propio presidente de LaLiga, Javier Tebas, a Joan Laporta: “Si el Barça quiere fichar a Haaland no sólo se ha de acoger al dinero de CVC, ha de rectificar varias cosas más para disponer de margen salarial suficiente”.

En un mundo realista, dirigido el Barça por una directiva responsable y consecuente, preocupada de verdad por el futuro del club y no desentendida y frívola como la de Laporta, abrir la caja a ese ingreso de CVC no solo habría anulado las pérdidas de la 2021. También habría corregido ese margen salarial impuesto por LaLiga (negativo en 144 millones) que tiene atado al club de pies y manos a la hora de fichar y y tendría la posibilidad de dividir el asiento contable de las pérdidas COVID en cuatro ejercicios a la partir de la 2022-23.

A Joan Laporta, soberbio, prepotente y desbocado, los consejos de Javier Tebas y de otros asesores y barcelonistas sensatos le entraron por una oreja y le salieron por la otra, siempre convencido de su impunidad ante la ley y de encontrar a última hora alguna solución de emergencia, de un golpe de suerte que rescatara la economía de un club de seguir hundida como el Titanic.

Ciertamente, el fondo CVC era un salvavidas, un regalo de Javier Tebas que a Laporta le parece envenenado, no porque supondría desdecirse de un posicionamiento y promesa, eso forma parte de su modo de ser y de actuar, oportunista e interesado, sino porque a cambio el presidente de  LaLiga le exige retirarse de la demanda en contra del acuerdo presentada por el FC Barcelona, el Real Madrid y el Athletic y, lo más difícil todavía, renegar de su sumisa obediencia hacia Florentino Pérez también en el turbio y momificado asunto de la Superliga.

La mansedumbre y sometimiento de Joan Laporta frente al poder y control del presidente del Real Madrid resulta cada vez más incomprensible, injustificado y puede que ya haya entrado en una dimensión de riesgo en la que se le puedan exigir responsabilidades.

El inmovilismo y el empecinamiento en seguir defendiendo las guerras de Florentino – el tributo a la pancarta del Bernabéu y a otros favores inconfesables a beneficio del presidente azulgrana- ya están poniendo en una situación límite e insostenible al club, su estructura económica, deportiva y patrimonial como es evidente.

El Barça ha sobrepasado con creces sus límites crediticios, sus pérdidas han batidos todos los récords (el 56% de las de todo el futbol español) y padece tal asfixia que a día de hoy los dos fichajes atados a coste cero, como Christensen y Kessié, no podrán ser inscritos hasta que no se produzcan traspasos y liberación de masa salarial.

En conclusión, sólo existe algo peor para el Barça que haber llegado a esta situación crítica provocada por el capricho, el rencor y el resentimiento de Laporta contra Bartomeu y contra Rosell. Lo que resulta del todo intolerable es que, aunque Laporta lo disimule, su junta calle y la prensa mire hacia otro lado, sea el Real Madrid, gracias al poder de Florentino Pérez, quien decida el fatal destino del Barça en este momento tan delicado. No está en juego reforzar el equipo más o menos sino la propia existencia del club y su modelo social.

Con más motivo se entiende que Florentino le regalara a Laporta una camiseta del Real Madrid en la última Supercopa. Laporta parece que sea uno más.

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