El obispo de Girona, Francesc Pardo, ha fallecido a los 75 años tras haber entregado su carta de renuncia al Papa Francisco para “jubilarse” y vivir en la ciudad como un cura más, ayudando a las parroquias que lo necesitaran ante la escasez de profesionales eclesiásticos. El jueves, 31 de marzo, el mandatario, reconocido por ser afable, catalanista y conservador, ha dicho adiós por complicaciones derivadas de una llaga en el estómago después de un mes en el hospital Josep Trueta de la capital gerundense.
Pardo nació en Torrelles de Foix (Alt Penedès) el 26 de junio del 1946. Fue ordenado cura el 13 de mayo del 1973 en la basílica de Santa María de Vilafranca. Siempre se mantuvo muy unido a su tierra, a la cual mencionaba en todas las ocasiones que podía. Por ello, en 2017 Torrelles de Foix le nombró hijo predilecto del municipio y se convirtió en el primer habitante del pueblo que recibía esta distinción.
De Barcelona a Girona por el Papa Benedicto XVI
Comenzó su carrera eclesiástica en la archidiócesis de Barcelona, donde ostentó varios cargos en Vilafranca, la comarca de l’Anoia y Granollers, entre otros. En 2004, se convirtió en el vicario general de pastoral y delegado de economía del entonces recién creado obispado de Terrassa mientras mantenía su labor como párroco de Granollers.
El 16 de julio de 2008, el Papa Benedicto XVI le nombró obispo de Girona para sustituir a Carles Soler, que acababa de jubilarse. Pardo recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Girona el 19 de octubre de 2008 ante unas 2.000 personas y tomó posesión de la diócesis. En su primera alocución como obispo de Girona, hizo referencia al cristianismo social, destacando la importancia que para él tenían “la acción caritativa y social”, “la catequesis” y “las celebraciones de la fe”.
