Laporta admite el error de provocar tantas pérdidas artificiales

Ahora se da cuenta de las consecuencias, casi irreversibles, de inventarse 400 millones de déficit que ha aumentado su margen salarial negativo a 144 millones y le impide fichar

Joan Laporta

Joan Laporta parece ajustar hoy su discurso económico a esa realidad que LaLiga le ha marcado, auditoría en mano, situando su margen salarial, es decir su capacidad para fichar y mejorar la plantilla en una cifra negativa de 144 millones. A partir de aquí, como ya es sabido, LaLiga le permite dedicar a fichajes el 25% o el 50% de la liberación de salarios o de los beneficios de un traspaso según el tipo de operación.

El motivo de ver aumentado en negativo ese límite tras la revisión y efecto del cierre del anterior ejercicio 2020-21 no es otro que las amortizaciones voluntarias y las provisiones exageradas, y más que dudosas, de 400 millones, han lastrado y arruinado la economía operativa del Barça. “Ha sido un tiro al pie”, como muy bien han definido algunos economistas y expertos tras evaluar la brutal obsesión de Laporta por generar unas pérdidas estratosféricas y arriesgadas, suponiendo que de este modo acrecentaba el efecto negativo de esa ‘herencia’ de Bartomeu a la que tanto ha recurrido constantemente para ampliar, por contraste, su liderazgo como presidente y gestor.

A Laporta se le fue la mano, consciente y alevosamente, movido por ese vacío de irregularidades y acciones criminales y delictivas que habían de protagonizar aquella asamblea de octubre. A falta de otro material delictivo, Laporta recurrió al espectáculo de las pérdidas con una cifra récord, inimaginable, inflada y, lo peor de todo, irrecuperable de 481 millones.

Así, los fondos propios del club, que eran positivos tras el cierre de la anterior temporada 2019-20 en 30,8 millones, pasaron a ser negativos de 450,7 millones y eso a pesar de que las pérdidas habían ascendido, por el impacto de los cuatro primeros meses de pandemia a 97 millones. Mucho menos a efectos de responsabilidad, porque el Gobierno decretó que buena parte de las pérdidas, las demostradamente atribuibles a la Covid, no se podían reclamar.

Fue entonces, a la vista de esos resultados, cuando la directiva de Josep Maria Bartomeu decidió emprender un plan de choque, consistente en un paquete de medidas que habían de evitar, preventivamente, la incidencia enorme de una temporada como la 2020-21 en la que casi con toda seguridad no se podrían reabrir ni el Camp Nou ni el Museu y las tiendas, fuente de recursos directos, estimados en unos 200 millones.

El plan pasaba por una reducción de la masa salarial superior al 12%, que ya fue aplicada al último tramo la temporada anterior, una minoración de los gastos generales y la venta de Barça Corporate (Barça Studios, BLM, Barça Academy y Barça Innovation Hub) por unos 200 millones, de los cuales la mitad se inyectaba como beneficio.

Sin embargo, la dimisión de la junta de Josep Maria Bartomeu impidió actuar según lo previsto, a partir de que se hizo cargo de la administración la Comisión Gestora a primeros de noviembre de 2020 hasta que la nueva directiva, proclamada el 17 de marzo de 2021 se pudo hacer cargo del club.

El nuevo presidente, Joan Laporta, conocía perfectamente la situación del club y sobre todo las reglas del juego, no sólo por su equipo económico sino de boca del propio presidente de LaLiga, Javier Tebas, quien le pone al corriente sobre los riesgos a los que el club se enfrenta a causa de la propia inacción del nuevo presidente, que deja caer la gestión a la espera de que los números se extralimiten, porque cree realmente que, cuanto peor parado salga Bartomeu, más buena y positiva será su reputación ante los socios.

Javier Tebas es consciente de sus planes y le pone sobre aviso, le recomienda que no vaya por ese camino y además le propone arrimarse, como el resto de los clubs, a la posibilidad de ese crédito de CVC con el que LaLiga trata de recomponer los daños producidos por la Covid.

Laporta, tozudo, no sólo no le hace caso, tampoco Ferran Reveter y Eduard Romeu, que se apuntan al festín imaginado de servir a Bartomeu en bandeja a una asamblea ansiosa y sedienta de esa venganza, sino que renuncia a CVC, obedeciendo las órdenes de Florentino Pérez, además de esconder pérdidas por Covid, una insensatez, y aumentar de forma exagerada ese déficit final hasta 481 millones, a base de anticipar amortizaciones y de inventarse provisiones.

Decisiones que el propio auditor de las cuentas entiende que, siendo legales y posibles, no están invocadas ni por el sentido común ni la coherencia ni la necesidad.

El tiro, como no podía ser de otro modo, pues respondía a un equivocado espíritu de revanchismo y de chulería, le ha salido por la culata a Joan Laporta, pues LaLiga no ha tenido otro remedio que aumentar a -144 millones el margen de maniobra salarial negativo del FC Barcelona contra los 799 positivos del Real Madrid.

Por eso ahora, el mismo presidente que amenazaba al mercado europeo con ese “¡Hemos vuelto!” busca desesperadamente jugadores libres por toda Europa, porque ni Haaland ni Mbappé ni cracks de menor calibre entran en las posibilidades del club azulgrana.

Para estar en disposición de atacar fichajes, se lo ha dicho LaLiga por activa y por pasiva, debería aceptar el dinero de CVC y además vender jugadores, y eso habiendo soltado un lastre salarial de 150 millones a base echar a patadas a Messi y Griezmann.

Con el añadido, indiscutible y tan poco inteligente, de ser la junta de Joan Laporta la única responsable de la formulación y de la aprobación de esas cuentas espantosas, pues, aunque no deba avalar puntualmente la próxima temporada, al final de su mandato deberá rendir cuentas.

A día de hoy parece imposible recuperar esas pérdidas ni en muchos años para equilibrar un ejercicio que, si a alguien no es imputable, es precisamente a la junta de Josep Maria Bartomeu, cuya dimisión en octubre de 2020 le exime de cualquier cuota de responsabilidad.

La desesperación es la que ahora mueve a Laporta a encontrar remedio puntual y general a los graves problemas de estructura económica que él mismo ha generado.

Los expertos han calculado que Josep Maria Bartomeu habría podido equilibrar las cuentas de la 2020-21 si se hubieran aplicado sus recetas económicas y, en el peor de los casos, presentar entre 30 o 50 millones de pérdidas. Con la posibilidad de administrar el recurso de CVC a tiempo, el Barça habría dado beneficios o se los habría asegurado a partir de la actual temporada 2021-22.

La marcha atrás de Laporta en esa euforia financiera tiene su razón de ser en el hecho de haber caído en su propia trampa y, desde luego, en la del Real Madrid, nuevo rey del mercado sin nadie que le pueda toser, si no es el City o el Bayern por algún futbolista puntual.

Cuando Laporta afirma hoy que “no haremos ninguna operación que ponga en riesgo la institución y vamos a seguir con esta filosofía y este criterio: no poner en riesgo la institución con operaciones que, ni que estuviésemos ya saneados, las haríamos” es porque le ha visto las orejas al lobo y siente el peso de haber llevado al club a un callejón sin salida.

De lo único que presume ahora es de filosofía de equipo y de los buenos resultados que le pueda dar Xavi. Si eso le falla, no tiene nada más, al margen de una enorme deuda y más pérdidas en el horizonte.

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