¿De la URSS al nuevo imperio ruso?

El 25 de diciembre de 1991, a las 19.15, la bandera soviética dejaba de ondear para siempre en el Kremlin, en Moscú. Terminaba así la vida de la URSS, nacida en 1922. Este gigante que nació con la voluntad de transformar el mundo, se transformó con el tiempo en uno de los actores principales que diseñaron el mapa del planeta después de la Segunda Guerra Mundial.

La Guerra Fría tuvo Europa como escenario principal. Un bloque, el occidental, con democracia liberal, derechos humanos, y estados del bienestar. El del Este, dominado por la nomenklatura soviética, sin derechos humanos y con la soberanía de los distintos países bajo los intereses de la URSS. Y un tercer bloque de países como España con dictaduras anacrónicas.

En esta Guerra Fría, los campos de batalla cambiaron de escenario. Al precio no sólo de aplastar a varios movimientos democráticos en el Este –1956, 1968, 1980–, sino también de impedir que los partidos comunistas occidentales llegaran al poder, como en Italia. La carrera de armamentos era frenética. En los años 70 estaba ya claro que la URSS no podía competir en dos campos a la vez, garantizar bienestar a su población y competir con Estados Unidos en la búsqueda y fabricación de armas sofisticadas.

Las estructuras económicas de la URSS habían quedado obsoletas. Las huidas hacia adelante, como la invasión de Afganistán, y la falta de renovación de la gerontocracia habían dañado la economía. Y las tensiones no dejaban de crecer.

La elección de Gorbachov como secretario general del PCUS fue un intento de hacer sobrevivir a la URSS. Las tensiones nacionales de las 15 repúblicas, las penurias económicas, la contestación social y política, llevaron al nuevo equipo dirigente del Kremlin a llevar adelante el deshielo con Occidente, y el cambio y la apertura, la glassnost y la perestroika. Esto quería decir muchas cosas. La primera, deshacerse de la tutela que había ejercido en los países del bloque socialista, incluido Cuba. La apertura política y de opinión. La transformación económica. De hecho, admitir que la Guerra Fría había causado un empobrecimiento a los pueblos y a los ciudadanos de la URSS y que, o cambiaba de forma radical, o desaparecía.

Ahora bien, quien sabía de la situación real de la URSS era el KGB, la policía política y los servicios de información. Sabían del estado de quiebra del Estado soviético. Consecuencias inmediatas de su caída fueron el cuestionamiento del orden establecido, el afloramiento de las mafias como poder real del país; la desintegración en varios estados soberanos de la URSS; el empobrecimiento de la ciudadanía; el vacío de poder real; la victoria de facto del bloque occidental en la Guerra Fría; la humillación sistemática de Rusia, gobernada por personajes como Yeltsin, y la creación de una nueva élite económica ligada a los sectores menos democráticos del país; la continuada violación de los derechos humanos, empezando por la libertad de información y expresión. La desintegración desordenada de la URSS. La creación de estados nacionales que se enfrentan a Rusia. El resurgimiento del nacionalismo ruso, excluyente, expansionista, imperial.

En los últimos 30 años, Rusia se ha rearmado como potencia global, con lazos con China, objetando el mapa surgido del fin de la Guerra Fría, con la OTAN a las puertas de Rusia. Y con un nuevo carácter represivo, violaciones de derechos humanos y de la disidencia. Y la voluntad de tener estados independientes en su entorno, pero sujetos a la finlandización.

Rusia nunca ha sido una democracia plena. Desde los bolcheviques que llegaron al poder con un golpe de Estado, y con pocos momentos reales de apertura, la URSS de Gorbachov. Putin quiere rediseñar el mapa de Europa, una nueva plaza como potencia mundial. Y utiliza la mística de la lucha contra el nazismo como excusa para fundamentar sus aspiraciones. Y sabe que el grifo del gas que abastece a la Europa central no puede ser cortado de un día para otro.

Habrá que ver cómo termina la invasión de Ucrania. Es, en primer lugar, una violación del derecho internacional. Pero más allá de las críticas, de las condenas y de la solidaridad, es una enmienda a la totalidad al mapa surgido de la Guerra Fría. Habrá que ver cuál es la inteligencia de todos para poner fin en primer lugar al desbarajuste de la guerra y de la invasión, la garantía del retorno de las personas refugiadas, el respeto por el derecho internacional y por los derechos humanos, y la redefinición del escenario internacional.

Posible ganadora: China.

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