El primer gran examen de Xavi, en el infierno de Nápoles

El equipo ha caído en todas las competiciones, es más efectivo en los partidos que no domina, apuesta por la gerontocracia y le sigue salvando la ‘herencia’: Pedri, Nico, Gavi, Araujo y Luuk de Jong

El Barça de Xavi está dibujando una curiosa tendencia a controlar el juego de los partidos que no gana y, por el contrario, a salir victorioso, incluso con bastante claridad, en los que no domina el juego. Casos paradigmáticos son los dos últimos partidos.

Lo fue el de hace una semana en el Camp Nou ante el Nápoles (1-1) de la Europa League, donde empató pese a generar hasta veinte ocasiones de gol, un tercio de ellas clarísimas, con la paradoja añadida de haber marcado el único gol gracias a un penalti más que dudoso, por no decir inexistente.

El domingo último en Mestalla, sin embargo, las fases de mejor fútbol asociativo del Barça no tuvieron recompensa, mientras que cuando el Valencia intentó tomar las riendas del partido, el equipo de Xavi le golpeó con una eficacia, como ante el At. Madrid, fuera de lo común, a gol por ocasión.

Sin duda es el precio que pagar por una transición que sólo puede afrontarse como finalmente lo ha hecho la plantilla, el cuerpo técnico y la afición, asumiendo que para volver a disponer de un gran equipo se necesita tiempo, paciencia, trabajo y eliminar la exigencia y la presión de ganar títulos. Trabajar sin urgencias.

La atormentada vida de Koeman y del equipo, una trayectoria sometida al acoso de la prensa, la grada y sobre todo la propia junta directiva, cambió con la llegada de Xavi al banquillo, aunque no porque se levantara el pie del acelerador sino porque el baño de realidad de los dos primeros meses ha venido a confirmar la correcta conclusión de Koeman en su día (“es lo que hay”) y las palabras no tan lejanas de Leo Messi afirmando que “no nos alcanza para ganar la Champions”.

Hoy, sólo el presidente Joan Laporta está fuera de lugar, repitiendo que “vamos a por la Liga”, una de las primeras promesas de un Xavi tan convencido como estaba, cuando tomó el mando, de que las cosas cambiarían inmediatamente. Ya no piensa lo mismo.

Ha habido altibajos, muchos, y se ha constatado que la idea del juego de Xavi, que quiere recuperar el estilo de cuando era jugador, no es tan fácil de aplicar con la plantilla actual.

También se ha demostrado que, en el camino, la famosa ‘herencia’ y la promoción de futbolistas como Araujo, Gavi, Nico y sobre todo Pedri pueden ser el eje de un nuevo Barça si se acompaña su crecimiento con un entorno sin crispación ni guerras, de la mano de un entrenador que acierte con la suficiencia de la plantilla a un determinado sistema.

Quizás sea ahora ese punto el más débil de un Barça con mejores armas para el contragolpe que capacidad para vivir los 90 minutos en campo contrario. Entre esa teoría que Xavi dibuja en la pizarra y esos momentos en los que el equipo, especialmente en las segundas partes, se rompe por falta de fuelle y de estabilidad, radica la inseguridad en el pronóstico de un partido a otro, tanto como en la lucha generacional entre la gerontocracia que manda en el vestuario, incluso por encima de Xavi, con Piqué, Busquets, Alba y Alves, y los que vienen empujando, futbolistas sin experiencia que han de adaptar su ritmo y condiciones a las fuerzas menguantes de algunos de sus compañeros.

El partido de vuelta de la primera eliminatoria de la Europa League será clave para estos meses de temporada que faltan hasta consolidar no solo un puesto entre los cuatro primeros sino, sobre todo, una forma práctica y estética de juego que satisfaga los objetivos que son prioritarios.

Para Xavi, muy errático en su discurso, repleto de excusas, reproches y lamentaciones, todas minimalistas, pero reincidentes, ésta es una prueba de fuego. Llegó cuando el equipo, con las bajas de Ansu Fati, Dembélé, Braithwaite, un Memphis de bajón y una delantera con Luuk de Jong, Yussuf Demir y Abde o Jutglà, sufría horrores para arrancar cada punto en medio de una crispación mediática sin precedentes.

Hoy, aunque Ansu Fati siga en un largo proceso de recuperación, el entrenador cuenta con Ferran Torres, Adama Traoré y Aubameyang, además de un Dembélé que ha protagonizado, también por culpa de Xavi, que no quiso imponer su criterio cuando tocaba, un episodio de vergüenza ajena, primero enviándolo a galeras y después recuperándole porque el equipo siempre le ha necesitado, se mire como se mire. Y, aun así, quien ha salvado al equipo en los peores momentos ha sido el holandés Luuk de Jong, recurriendo a centros y estrategias de juego que, sin ser ortodoxos, son legítimos y tan eficaces como el juego asociativo que dicta el libro de estilo.

La historia del propio Barça así lo entiende cuando en momentos desesperados se adoptan medidas igual de drásticas. Que se lo pregunten a Bakero y a Koeman, que le envió un balón de oro en el infierno de Kaiserslautern, cómo se resuelve un partido con 3-0 en contra y un pie fuera de la Champions.

El debate en los medios, la víspera, dejaba entrever que el Barça ha de concentrarse en clasificarse para la Champions, o sea en la Liga, como si preventivamente hubiera que justificar una eliminación en la Europa League a las primeras de cambio como algo relativamente normal.

Es la oportunidad de demostrar, cuando menos, que la plantilla tiene arrestos para dominar la segunda división europea sobradamente, por más que en el partido de ida no hubiera acierto de cara al gol.

El demonio vive a los pies Vesubio, alimentado por ese pánico europeo que parece afectar demasiado al Barça, nostálgico, que viene de dominar el fútbol mundial durante la anterior década. Es la hora de Xavi, que ya ha vivido las malas experiencias de caer en la Champions, en la Supercopa y en la Copa. Puede que la Liga no sea posible. El futuro sí que lo es aplicando sentido común e inteligencia. El talento está claro que no se le discute a la plantilla y se le supone a Xavi.

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