El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el consejero de Educación, Josep González-Cambray, visitaron la semana pasada una escuela y citaron a la prensa para hacer una comparecencia. Como que era el día que decaía la orden de obligatoriedad de la mascarilla en la calle y en los patios de las escuelas, a la dirección y el personal del centro los pareció lógico que quisieran sacar pecho de la medida y aceptaron que la visita y la rueda de prensa se hicieran allá.
Pero para sorpresa de todo el mundo, la comparecencia no solo sirvió para felicitarse por la caída de las mascarillas en los patios de los colegios, sino que Aragonès y Cambray soltaron allá la bomba del mes. Y es que el Govern ha decidido modificar el calendario escolar y que el próximo año empiecen las clases una semana antes. Era casi un secreto. Tanto es así que, solo media hora antes del anuncio, el departamento envió un mail a los directores de los centros para informarles, y los sindicatos lo supieron por la prensa. Así, cuando el mail llegó, la dirección de la escuela que acogía el acto ya estaba pendiente de Aragonès y no lo pudieron leer, el anuncio les cogió por sorpresa y, además, les asustó por si otros centros pensaban que ellos ya lo sabían.
