A Víctor Font le sigue perdiendo su afán de protagonismo

Mantiene y exhibe una posición y actitud prepotentes que lo descalifican como gestor fiable y como aspirante a presidente del Barça un año después de la campaña

Víctor Font

Víctor Font posee, desde hace bastante tiempo, la habilidad de aparecer demasiadas veces en público para perjudicarse o, cuando menos, verse en la obligación a rectificar lo que quiera que haya querido transmitir. Fue un clásico de su larguísima campaña, finalmente frustrada, hacia la presidencia del Barça, una concatenación de decir blanco un día y negro al siguiente, de anunciar un refuerzo o un directivo y luego matizarlo o cesarlo a las pocas horas, de rechazar a Koeman para luego acabar pidiendo su renovación… todo eso envuelto en el jeroglífico de su relación con Xavi y las jugadas desesperadas de última hora como fichar para su candidatura a Marc Duch como cebo y cabeza visible del área social. 

Pese a la relevancia de esta parte del club y llevar siete años trabajando en perfeccionar un proyecto como el suyo ni contaba con un líder para esa tan importante vertiente ni estaba tan claro, al final, si Xavi iba con él o con quien ganara. Tampoco estuvo del todo definido quién era su puntal en materia de economía, pues era él, Víctor Font, quien se presentaba a los debates como su mejor baza. 

Desde luego  que no ocultó o, mejor dicho, no quiso reprimir, esa irrefrenable tendencia suya al egocentrismo y el protagonismo por encima del resto de su propia candidatura. Más allá de la cuota que quiso otorgarle a su periodista de cámara, Antoni Bassas, Font siempre dejó muy claro que su función, caso de salir elegido presidente, sería ejecutiva y remunerada. 

A nivel directivo, en cambio, no habría nadie que le  hiciera sombra como resultado de una vanidad pretendidamente cultivada y probablemente necesaria para liderar una candidatura tan individualizada como la suya, en realidad basada en esa falsa humildad y corporativismo de cartón piedra.

No es de extrañar, pues, que siga esa inclinación a protagonizar situaciones, tan incómodas en apariencia, como haber colgado en las redes una foto de su encuentro familiar de Navidad, en su casa, con más de veinte personas perfectamente agrupadas en un espacio mínimo para una foto en la que no se respetaba tampoco la distancia de seguridad. 

Contados, en la imagen aparecen 23 personas, se supone que de diferentes grupos de convivencia familiar entregadas a la feliz celebración de la Navidad pero en flagrante y evidente infracción de las pautas y limitaciones decretadas por el Govern de la Generalitat, especialmente las que hacen referencia a un máximo de 10 personas en encuentros, con el requerimiento añadido de evitar el contacto entre grupos burbuja y, sea en interior o en exterior,  mantener la distancia de seguridad.

La postal de Navidad aparecida en Instagram no puede reflejar mejor el espíritu familiar de la Navidad, pues la imagen rebosa esa entrañable cercanía y convivencia propia de las fiestas, tanto como la exhibición del incumplimiento de las medidas de emergencia adoptadas especialmente para detener la infección descontrolada de la covid pese a los elevados índices de vacunación. 

El Govern de la Generalitat califica el conjunto de esa normativa especial como restricciones a la vida social, comunitaria y familiar, extendiéndose a todos los ámbitos, también al ocio nocturno. Cuando se trata de ser sólo uno más de los ciudadanos afectados por prohibiciones a favor de la ciudadanía es cuando más se deja ver ese Víctor Font vredadero, el de su personaje favorito como aspirante a la presidencia del Barça, incapaz de retener ese súper-ego que lo acaba dominando e interponiendo entre él y los barcelonistas la distancia, de arriba a bajo, que él siente realmente.

Hace poco más o menos un año ya le ocurrió lo mismo cuando los fines de semana era obligado el confinamiento municipal -Font es residente en Granollers- y programaba actos de campaña electoral en Barcelona trasgrediendo esa normativa,. De hecho, en alguno de esos actos previamente anunciado como una visita al mercado de Les Corts para un sábado por la mañana, hubo de quedarse en casa alertado por los suyos, pues no solamente quebraba públicamente el confinamiento municipal sino que prometía saludar y pedir el voto a los vecinos, socios del Barça, de Les Corts mediante el contacto personal, sin protocolo de distancia de seguridad en aplicacíón de normas similares a las de ahora que ya se saltaba continuamente. 

También, igual que él, no las respetaba otro rival, Joan Laporta, en actos promovidos con presencia de muchas más de las personas permitidas y fuera de sus propios municipios. En campaña, para ambos, todo valía con tal de salir en la foto y llegar a más socios.

No ha cambiado demasiado. Víctor Font sigue atrapado en esa imagen de barcelonista perteneciente a esa élite que también desdeñaba a las “penyes”, disimulando todo lo más que podía, pretendiendo ser el único de los socios con experiencia financiera y económica para la operación rescate del club tras la covid. 

Le delató, en uno de los episodios más lamentables de la campaña, su absoluto desprecio y falta de respeto hacia la figura de quien había de ser el vicepresidente económico de Laporta, Jaume Giró, en el debate que mantuvieron en la cadena SER, donde Víctor Font le vino a decir, en un tono soberbio, pedante y remilgado, por no decir que con un aire de superioridad, que alguien como Giró no estaba preparado ni podía aspirar a dirigir la economía del FC Barcelona por falta de currículum académico y titulación en este ámbito.

El lógico reproche de Jaume Giró, preciso en público y más vehemente en privado, acusándole de falta de respeto, no sacó precisamente lo mejor de Font, sino que sacó a relucir ese perfil de sabelotodo y listillo, el de alguien más bien estirado y prepotente.

El destino, en cambio, siempre es caprichoso e imprevisible, pues si hace un año Víctor Font desdeñaba la figura de Jaume Giró y, en cuanto al fútbol base, destacaba poder contar con Albert Benaiges, ademas de Xavi, siempre Xavi, para la dirección técnica, hoy el decorado y la realidad resultan sorprendentes. Jaume Giró ganó las elecciones con Laporta pero dimitió al darse cuenta de dónde se metía en la mala compañía de alguien tan frívolo y negligente, una renuncia tan honesta y valiente como la admisión del error de haberle dado confianza y votos, aunque de algún modo recompensada por su designación como conseller de Economía del Govern de Pere Aragonés. 

Victor Font, ni en sueños ni alucinando, hubiera pronósticado ese giro del guión en el futuro de su archienemigo económico en campaña, del mismo modo que Laporta acabría sorprendentemente recurriendo primero al entrenador de Bartomeu, Ronald Koeman, y luego al de Font para los desarreglos producidos por él mismo, básicamente por falta de programa y por el incumplimiento sistemárico de sus promesas, hoy se sabe que sólo eran mentiras, hechas en campaña, la principal renovar a Messi, un extremo que Jaume Giró consideraba fundamental para la propia economía del club a corto y medio plazo. 

No hace falta ir mucho más allá de lo que el futuro ha reservado al propio Víctor Font, Jaume Giró, Xavi Hernández o Albert Benaiges, cuatro de los varios nombres propios del útimo año barcelonista, para comprobar que en el Camp Nou y en el agitado entorno azulgrana todo sigue patas arriba, igual o peor que cuando arrancó la campaña electoral y se abireron grandes expectativas que, como la pandemia, se habían de superar y olvidar rápidamente. 

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