Laporta no tiene lo que hay que tener

Como vio que rebajar fichas le costó el cargo a Bartomeu, no se atreve con los capitanes

¿Por qué tendrían que rebajarse el salario los cuatro capitanes del FC Barcelona, Piqué, Busquets, Alba y S. Roberto y no el resto de la plantilla? O mejor aún, ¿por qué al menos tres des los cuatro capitanes se han comprometido a ello y sólo uno, Gerard Piqué, ha dado el paso?

En esta cuestión, más que mirar al futuro se debe rebobinar y concluir que difícilmente los futbolistas de más peso y veteranía en el vestuario van a acceder a un gesto que, como hicieron Messi y Piqué, sólo fue de cara a la galería. En la realidad, Leo habría cobrado 200 millones en dos temporadas, eso sí a liquidar en cinco años. Un acuerdo al que ya llegaron con más o menos argucias legales unos cuantos futbolistas cuando se lo propuso Josep Maria Bartomeu al principio de la pandemia, estirando contratos para rebajar momentáneamente la masa salarial. Fue el caso de Piqué, que ahora ha negociado un recorte puntual recuperable al final de su contrato.

En la temporada siguiente, 2020-21 cuando la Comisión Gestora planteó el drama de la imposibilidad de afrontar los pagos comprometidos por los 400 millones menos de ingresos a causa de la pandemia, buena parte de la plantilla accedió a diferir el cobro, pero sin rebajarse sus fichas e imponiendo intereses de demora.

Dicho de otro modo, en plena segunda jornada de la Liga, a pocos días del cierre del mercado, nadie se ha adecuado la ficha a las necesidades o a la realidad. La única rebajada conocida, informada y reflejada en las cuentas fue la arbitrada por Josep Maria Bartomeu, la temporada 2019-20, del 12%, unilateral y para todos; una decisión que, como se vio después en el campo, irritó al vestuario y sirvió de excusa para tomarse unas vacaciones antes del partido contra el Bayern. Messi y Piqué entraron en el juego de orientar el entorno de Bartomeu en su contra para echarlo del palco.
No es frecuente que los analistas incluyan este suceso clave a la hora de explicar que los futbolistas son insaciables y caprichosos, y que cuando han negociado sus contratos lo han hecho, legítimamente, empleando todas las armas de presión posibles a la directiva o al presidente de turno, incluida esa prensa que tampoco se atreve a señalarlos.

Culpar del diferencial entre la falta de ingresos y la masa salarial a Josep Maria Bartomeu no es del todo justo ni correcto, pues la misma prensa que señala al expresidente, por generoso, extrae de la ecuación el factor covid. Laporta, que lo ha intentado desde la soberbia y la sorna contra la anterior junta, prometiendo arreglarlo todo, se ha estrellado más aún que Bartomeu, quien sí aplicó una rebaja real de los salarios de los cracs. Laporta, sin embargo, viendo que a Bartomeu eso le costó el cargo se ha escudado en su equipo económico y en la normativa de la LFP para justificar su gran fracaso, renovar a Messi, un objetivo que a fin de cuentas sólo había conseguido ofreciéndole unas condiciones excepcionales e imposibles. Lo engañó.

Laporta ha dado el peor ejemplo, mintiendo sobre Messi y dejando ahora dudas, sospechas y acusaciones sobre la actitud de tres de los cuatro capitanes, que están al tanto de sus arreglos personales con Piqué, que incluyen negocios y sinergias de sus entornos profesionales al margen del Barça. Esa es una relación viciada que no sirve de ejemplo.

Los capitanes no se fían de Joan Laporta ni de Piqué, que nunca fue un líder dentro del vestuario ni capitán hasta que por edad no quedaban muchas más opciones. Tampoco quieren cargar con rebajas que no apuntan tampoco a Griezmann o Coutinho ni a otros.

O se arma otro teatrillo como el de Piqué, con arreglos en la trastienda, o todo se queda igual con el peligro de que Laporta ya les ha señalado públicamente en lugar de mirarlos a la cara y arreglar las cosas. Ya no va a hacerse fotos con ellos ni a arengarlos. Ya no se atreve o ya no le dejan entrar en el vestuario.

El peligro radica ahora en que los resultados han de tapar esta situación, insostenible si van mal dadas, porque los mismos jugadores que se beneficiaron de las renovaciones de Bartomeu y luego fueron a por él, serán ahora el blanco de las críticas inducidas por el propio Joan Laporta.

Si no es así, ¿a cuento de qué tanto esperar y tanto negociar? Se repite la historia, las negociaciones progresan adecuadamente, como las de Messi, hasta que la verdad, puesta al descubierto, revela que todo era una farsa.

La apariencia del gesto de Piqué, al que Laporta tiene pillado y embaucado en posibles negocios y privilegios para Kosmos y Rakuten, no dejó de ser otro gran fracaso de la gestión del nuevo presidente. A menos de 48 horas del debut no sólo Messi estaba en París, tampoco había conseguido inscribir a los nuevos fichajes para jugar contra la Real Sociedad.

Hasta que esos capitanes, gloria del barcelonismo absoluta y justificadamente admirados, no dejen de gobernar el vestuario, en el FC Barcelona no será posible renovará el aire tan cargado que se respira. Koeman se atrevió, el único, a entrenar a Messi sin Suárez y ahora a las ‘vacas sagradas’ sin Messi y con un presidente que le traspasa al vestuario todos los problemas. Laporta sólo sabe dar ruedas de prensa para atacar a Bartomeu, pero no tiene lo que hay que tener para cumplir con la promesa y la necesidad de apretar el cinturón de los capitanes. ¿Cómo lo va a hacer desde el Botafumeiro?

Las pérdidas crecen y se le acumulan peligrosamente para la nueva temporada con los socios renunciando en masa a sus abonos y el turismo ha desaparecido.

El mayor problema ya no es Messi, empieza a serlo un presidente que sólo sabe de lo suyo, hacer de agitador y de opositor. Gestionando, como ya está demostrado, no da ni una. De momento ni un paso hacia adelante y sólo un fichaje de su cuenta, Kun Agüero.

¿A quién le puede extrañar que Koeman le pida un goleador y que, desde luego, no deje salir a Braithwite?

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