¿A la quinta va la vencida?

Dice el refranero que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y tres. Y cuatro. Y hasta cinco. Ojalá que a la quinta vaya la vencida… Instalados en un déjà vu permanente, cansa aceptar que, a pesar de haber sido corderitos obedientes -unos más que otros-, la pesadilla se repite de manera constante, y la covid-19 nos vuelve a la casilla de salida una y otra vez, y van cinco. Llegará el día que quizás aprendamos la lección … Ahora, Cataluña ostenta el triste honor de, junto con Kypros (Chipre) y Algarve (Portugal), ser una de las regiones europeas con peor situación pandémica. No podemos buscar siempre culpables azarosos en nuestras desgracias. A pesar de aceptar la imprevisibilidad y dureza de la covid-19, cinco olas son demasiado olas y corremos el riesgo de morir ahogados.

De nuevo, el Govern reinstala el toque de queda, ahora bajo prescripción judicial. Antes, sin embargo, hemos dejado enrojecer las cifras hasta el extremo de que la Unión Europea recomiende no viajar a Cataluña. La decisión llega poco después del Canet Rock o el Cruïlla. Es la historia de siempre, hoy abrimos las puertas de par en par y mañana nos las cerramos en los morros, hoy llenamos las neveras y mañana se nos pudre el género porque hemos tenido que volver a bajar las persianas, hoy abrimos las discotecas y mañana las cerraos a cal y canto. Y así hasta cinco veces. Precipitadamente. Ante la magnitud de la pandemia sería demagogo exigir certezas, pero no me parece osado pedir prudencia. Si sabemos que después de una ola viene otra, sería interesante aparcar por un tiempo este tipo de montaña rusa en la que un día vivimos la euforia de la victoria y al siguiente nos damos cuenta de que era una falsa alarma, que el virus que creíamos muerto y enterrado está vivito y coleando. La prudencia no sólo es buena cuando van mal las cosas, también es necesaria en tiempos de bonanza, para evitar reincidencias.

El Govern tarda mucho en escalar y muy poco a desescalar. Gobernar es tomar decisiones, a menudo difíciles. El consejero de Salud, Josep Maria Argimon, admitía el otro día que fue un error permitir festivales como el Cruïlla. La autocrítica es necesaria, así como la corrección. Argimon ha pasado de ser un técnico reputado y admirado a un político criticable, uno del montón. El virus también es letal en este aspecto, no hace distinciones de colores o locuacidades. Al paso que vamos, Salud va camino de convertirse en una máquina de desgastar políticos, como siempre ha pasado en Interior. Alba Vergés no puede quejarse, en el fondo es una afortunada, a pesar de todo ha sido compensada con la vicepresidencia del Parlamento. Ella siempre podrá alegar ignorancia, era su primer virus. El de Argimon también, pero con la experiencia de unas cuantas olas más.

La ciencia tiene muchas madres, la paciencia, la experiencia … y añado la prudencia. Las necesitaremos todas para intentar evitar la sexta ola que, desengañémonos, es la que va después de la quinta.

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