Albert Rivera fue el centro y el alma de Ciudadanos (Cs) desde su nacimiento. Tanto es así que muchos de los que marcharon de la formación liberal durante sus más de diez años de liderazgo dentro del partido criticaban su presidencialismo, su hiperliderazgo, y que nadie pudiera llevarle nunca la contraria ni cuestionar sus criterios.
Pero, del mismo modo que un fulgurante ascenso electoral lo colocó como figura alternativa de la derecha española, el gran batacazo que sufrió a las últimas elecciones acabó forzando su dimisión. “Me retiro de la política”, dijo, apuntando que seguiría militando en Ciudadanos.
Pero últimamente Rivera discrepa de su partido, no entiende alguno de sus posicionamientos y se está acercando peligrosamente al Partido Popular (PP). Trabaja para ellos a través de un bufete de abogados, participará en un gran acto del partido de Pablo Casado y nunca se le siente criticar al PP. En cambio, ha plantado Cs en su convención y sus actos de celebración del 15.º cumpleaños. En los despachos de Cs están más que molestos y, a pesar de que Albert Rivera prometió no hacerlo, ya empiezan a ver que acabará cambiando de partido.
