El triunfo del Barça Femení es el resultado de la apuesta que hizo la directiva de Sandro Rosell

La decisión de crear una sección profesional en 2011 fue un paso clave, deportivo y social, para sacarlo del abandono en que lo dejó Joan Laporta

Aunque el fútbol da muchas sorpresas, también es cierto que guarda pocos secretos. La Champions femenina del FC Barcelona nació ganadora en 2011, al poco de asumir la presidencia del club Sandro Rosell, encargando al vicepresidente deportivo, Jordi Mestre, la creación de una sección profesional, denominada Barça Femení.

Fue una decisión coherente con la política de la nueva directiva de apostar por el deporte femenino, pero sin ‘postureo’ ni cuotas, sino de manera seria, presupuestada y bajo el mismo modelo de éxito del primer equipo y en base a jugadoras de la casa formadas bajo un mismo patrón de juego. Han transcurrido diez años de aquella decisión al final de la cual, el equipo actual está hoy en condiciones de conseguir el Triplete (Copa, Liga y Champions), un hecho excepcional que descarta la suerte, el oportunismo y el favoritismo de organismos como la UEFA como lo hace con el Real Madrid.

La determinación de estructurar a largo plazo el Femení del Barça con el planteamiento de conseguir competir en la primera línea del fútbol de élite también evitó la tentación de derrochar dinero en estrellas extranjeras o nacionales para hacer este camino más corto. El Femení se forjó desde la sostenibilidad y la racionalidad a lo largo de los años, sin desmayo ni caer en el desencanto y la decepción por haber perdido algunas Superligas españolas o por el golpe internacional, durísimo, que supuso perder la final de la Champions frente al Olympique de Lyon (4-1) hace dos años o haber caído en la semifinal del año pasado. Por cierto que siete de las campeonas de Gotemburgo sufrieron aquella derrota de hace dos años, indudablemente por falta de experiencia.

Tanto con Sandro Rosell al frente como con Josep Maria Bartomeu de presidente, el Femení se inspiró en el éxito del equipo de Messi y dio un paso más allá, puesto que mientras el primer equipo fue perdiendo parte de su estilo en el juego, el entrenador Lluís Cortés, contrariamente, ha acabado convirtiéndolo en el equipo que más respeta y sigue fiel al estilo de juego propio del FC Barcelona, este ADN que lo ha llevado a dominar los partidos desde el primer al último minuto desde la posesión, la excelencia táctica y la iniciativa como bandera y único sentido del juego.

Por esto el Femení de hoy, campeón, está llamado a dominar un ciclo en el fútbol europeo y nacional si nadie desmonta este gran invento. El Femení profesional venía de haber estado a punto de la desaparición antes del 2010 cuando, en tiempos de Laporta, tuvo la ocurrencia de fichar a una estrella del fútbol, Marigol, una auténtica mercenaria del fútbol que no aportó más que una mala imagen y el abandono presidencial una vez consumida su fugaz explosión mediática. Joan Laporta, muchos años después de haber desconectado completamente del Femení, se puso ayer en la foto el primero, enloquecido de alegría y de entusiasmo, quince días después de haberlas dejado tiradas en la semifinal contra el PSG en casa, que era cuando el equipo necesitaba realmente todo el apoyo posible. Y pocos meses después del ridículo protagonizado en TV3, cuando era candidato, riéndose de su propia y supina ignorancia del Femení del Barça.

Pero, así es Laporta, un personaje sin vergüenza y con la jeta suficiente para apropiarse de un éxito de esta magnitud, incapaz de admitir y reconocer que el Femení le importa un pepino.

La gestión del primer equipo se torció desgraciadamente hace tiempo a causa de la propia grandeza del mejor equipo de todos los tiempos, ya ingobernable, y por apartarse del evangelio barcelonista. Por consiguiente, es lógico que sea Josep Maria Bartomeu quien, como presidente desde el 2015, sea el culpable señalado por todos como responsable de esta hegemonía internacional perdida que sí que han conquistado las jugadoras del Barça Femení, una sección que además no genera pérdidas, sino que cubre su presupuesto con patrocinadores visionarios y ciertamente admirables.

No es cuestión de aguarle la fiesta a Laporta, pero es verdad que la prensa no es capaz de explicar el éxito del Femení tal como es de verdad porque le da vergüenza y se sonroja si no escenifica su genuflexión ante el presidente que la historia recordará como el que presidió la primera Champions del Femení del Barça. Y es verdad que pasaba por allí. Solo pasaba por allí.

Más demencial todavía es atribuirle méritos a Maria Texidor, la ex directiva que también traicionó Bartomeu como si no fuera igual de responsable que los otros de toda su gestión global. Denominarla a ella y no hacerlo a Susana Monje ya es un pecado periodístico -o una grosera manipulación- que no tiene nombre. Igualmente, hace falta no confundir la defensa del papel de la mujer en el club, encomiable, con los buenos resultados de una acertada decisión deportiva y social del núcleo duro de aquel momento, Sandro Rosell, Josep Maria Bartomeu y Jordi Mestre, de profesionalizar el fútbol femenino del club.

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