La portavoz del gobierno catalán, Meritxell Budó, nunca se ha caracterizado por tener la mejor capacidad comunicativa. Y menos para ser la cara visible del Ejecutivo. Pero la semana pasada, en medio de un episodio de máxima tensión dentro del gobierno catalán, los consejeros fueron el centro de atención, y cualquier frase mal pronunciada, mal entendida o mal explicada podía perjudicar a la Generalitat.
Fue en este contexto que Budó, en lugar de extremar las precauciones, duplicó las meteduras de pata. Se quitó las pulgas de encima con los cambios en el Departamento de Trabajo. Se equivocó hasta cuatro veces en el momento de aclarar el perimetraje cuando explicaba las fases de reapertura. Tuvo un lapsus y soltó que se podía celebrar la Misa del Gallo, a pesar del toque de queda. Se lució tanto que consiguió enojar a todo el gobierno catalán, tanto a los de ERC como a los de JxCat.
