¿De quién son estos muertos?

Después, cuando ya se hayan peleado lo suficiente, si es que hay nunca un suficiente, cuando toque recontar los daños, alguien deberá preguntarse: ¿de quién son estos muertos? De momento, los infectados se acumulan en Madrid y los gobiernos, español y madrileño, lanzan mensajes contradictorios, que no hacen más que desconcertar una población, la de allí y la de aquí, que vive con el corazón en un puño desde de marzo. Y ya se sabe, cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar. Si algo hemos sacado en claro en esta pandemia, es que el tiempo es oro y no aísles mañana lo que puedas aislar hoy. Y en el caso de Madrid, ya tardamos. Como siempre, destinamos más tiempo y esfuerzos a discutir, que ha resolver, y eso acaba teniendo un precio muy elevado. Muertos. Lo sabemos, pero no escarmentamos.

Si no fuera porque nos jugamos la vida, reiríamos. Los trabalenguas de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ya son históricas. Su definición de Madrid, "Madrid es de todos. Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España? No es de nadie porque es de todos", se hacen hueco entre las grandes frases. "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son ". Si Calderón de la Barca levantara la cabeza … Joaquín Sabina toma notas.

¿Qué puñeta nos hace falta para dejar de pelearnos? Oficialmente, la pandemia ya supera la escalofriante cifra del millón de personas muertas en todo el mundo. Un recuento que, según los expertos, está claramente subestimado. No son un millón, sino muchas más. En España, la cifra hace días que sobrepasó los 30.000 muertos, en Cataluña vamos hacia los seis mil y Madrid hacia los nueve mil. A pesar de ello, no hay tregua y los políticos, de aquí y de allá y de más allá, sólo saben contar votos, no muertos. No caen en la idea de que los muertos eran vivos que, seguramente, votaban.

Gabriel Rufián se preguntaba el otro día si inhabilitarán Ayuso por desobediencia, como han hecho con Quim Torra. La pandemia crece y los políticos a lo suyo. Esto no impide que la destitución de Torra clame al cielo, por desproporcionada, y que, extravagancias al margen, la ocurrencia de Rufián pueda ser acertada. Pero, y volviendo al clamor, nada es más importante en estos momentos que el control de la pandemia y los esfuerzos políticos, de todos, deberían estar centrados sólo en este objetivo. La idea sería pararlo todo y unir esfuerzos en un mismo sentido, y hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

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