Fase de esperanza

Unos hablan de 'fase de reconstrucción'. Otros, de 'fase de reanudación'. También se habla de 'nueva normalidad'. Y a mí me gusta pensar que hemos entrado en una 'fase de esperanza'. Aquello que dicen que es lo último que se pierde. No sé porque el que pronunció esta frase que ha hecho fortuna se olvidó de referirse también a la ilusión, porque pienso que tampoco hay que renunciar nunca a ella.

Pero puestos a hablar de esperanza hay que depositarla en que los representantes políticos que se han dedicado a sembrar el odio y el enfrentamiento durante la pandemia se den cuenta del mal que han hecho y opten porque la reconstrucción, la reanudación, la nueva normalidad se fundamenten en el diálogo, el afán de acuerdo y la ayuda a las personas y colectivos más vulnerables.

La situación que vivimos recuerda las películas de ciencia ficción en las que la Tierra es invadida por unos extraterrestres que vienen con malas intenciones y que lo destruyen todo, tanto da que sea Nueva York como Moscú o Nueva Delhi. La Humanidad se une para hacer frente a este ataque. No conozco ninguna película donde la Tierra acabe en manos de los invasores foráneos.

La pandemia de la Covid-19 tiene puntos de coincidencia con estas películas. Quizás habría que puntualizar que los humanos tenemos buena parte de culpa de esta pandemia por haber provocado el cambio climático y deforestado bosques facilitando el contacto con los humanos de especies animales portadoras de los coronavirus. A los pacifistas no les gusta que se diga que la Humanidad está en guerra con el virus. A los nacionalistas no les gusta que se hable de unidad en la lucha para desactivarlo y buscan siempre un país que ofrezca unas estadísticas peores al hacer balance de este combate. A los partidarios del mercado libre y de la competencia sin regulaciones de ningún tipo les molesta el clamor para que la sanidad sea un servicio público no sometido a los intereses del dinero.

Estos días volvemos a salir a la calle, a ir a los restaurantes, al quiosco o al cine. Lo hacemos con prevención. Me atrevería a decir que, incluso, con miedo. Miedo por nosotros y miedo por los colectivos de riesgo, sean las personas mayores de sesenta años, los indígenas de la Amazonia, las comunidades más empobrecidas de América Latina, África o Asia o las personas que buscan refugio atravesando mares y desiertos o viven en campamentos donde lavarse las manos o guardar distancias de seguridad es imposible.

La guerra es ahora entre el miedo y la esperanza. No nos podemos quedar de brazos cruzados esperando a ver quién la gana.

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