El gol del año se lo pueden marcar a Javier Tebas y a sus amigos en medio de la pandemia

Mientras los jugadores se muestran solidarios con la sociedad, el presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional pretende poner en marcha la competición
Javier Tebas
Javier Tebas

La población en general, sometida al confinamiento desde hace un mes y medio, ha demostrado su resistencia y capacidad para superar el mono de vivir sin fútbol. Que tiene su mérito cuando la Liga y la Champions entraban en esta fase apasionante de final de temporada. La excepción son los cuatro personajes mal contados que llevan explotando el negocio audiovisual del fútbol, como Mediapro y uno de sus lacayos, Javier Tebas, mostrando una voracidad, codicia y ambición sin límites, se diría que bajo la embriaguez y la dependencia de este cóctel provocado por el dinero y el poder excesivos.

Insensibles al efecto que de verdad ha provocado la Covid-19, que no ha interrumpido la vida sino que la ha destrozado para millones de personas, arruinando su futuro y el de los grandes sectores productivos, el presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional, Javier Tebas, se ha metido en el papel de El Irlandés para que esta película se acabe de rodar como sea. Para el presidente de la Liga está en juego un contrato de 1.700 millones que defiende, lo parece, como si fueran suyos y no de los clubes. En cuanto a Mediapro, el mayor comercialitzador de los derechos del fútbol en todo el mundo, el invento se le hunde, totalmente.

Acostumbrado a jugar con ventaja, ahora el tablero se ha girado completamente. Mediapro domina, por un lado, la pasión y la necesidad de millones de espectadores dispuestos a pagar para ver fútbol y, por otro, a quien tiene que vender estos derechos por un tercio o menos de lo que realmente valen. Se aprovecha de los dos bandos, especialmente de los clubes, siempre en precario y cerca la quiebra, pero gobernados por accionistas que, no se sabe por qué, sólo dan de comer a intermediarios todavía más malvados que Tebas.

Este es el juego ahora, que la pelota ruede como sea, que un club inglés entrene el primero para que los otros lo hagan también, que haya fechas para la Liga y la Champions cuando los niños están desescolarizados y los mayores caen como moscas. Siguen habiendo centenares de muertos y angustiosas necesidades como para que los sanitarios dejen de jugarse la vida cada día y ellos se reserven los tests para que las fieras del circo puedan actuar en una jaula de fútbol aséptica, vacía y sin sentido.

Se les es igual, sólo importa que corran, que no se infecten, aislándolos incluso fuera de su entorno familiar y en contra de su voluntad. Pero, que sobre todo esta U televisiva de los estadios parpadee constantemente con la imagen de los patrocinadores. Porque si se apagan estos destellos serán ellos quienes exijan la devolución de millones de euros que algunos se han gastado y que ya no tienen.

La insensibilidad llega al extremo de plantear al gobierno del Estado que los futbolistas sean considerados trabajadores esenciales, justificar así los tests y conseguir que sanidad les autorice a jugar blanqueando lo que sin duda es sólo una maquinación entre particulares, cuidado, en la cual el mismo Pedro Sánchez está a punto de caer. Los futbolistas empiezan a estar preocupados y puede ser que, finalmente, se nieguen a ser los cómplices necesarios de esta conspiración.

Mientras los mismos cracs han asumido voluntariamente, reducir sus ingresos y en muchos casos hacer grandes donaciones y acciones a favor de la sociedad, los que ganan millones a su costa y a expensas de los forofos, estos como Tebas y sus amigos los operadores, sólo piensan en seguir ganando lo mismo o incluso más. Puede ser que les acaben metiendo un gol por toda la escuadra.

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