La astucia de Puigdemont

El presidente Carles Puigdemont se ha convertido en una pesadilla paa el establishment español. Sabedores que Oriol Junqueras está enchironado y a merced de los designios del Tribunal Supremo, el gran problema para el Estado es un exiliado en Bélgica que tiene algo más de ingenio que los mariscales de Napoleón, que le hicieron perder la batalla de Waterloo. Puigdemont se presentará como cabeza de lista de Junts per Catalunya a las elecciones a la Eurocámara y volverá a situar el debate sobre su supuesto acto de rebeldía en la agenda política española. El porqué de esta decisión y sus consecuencias tiene varios niveles de análisis, y sería poco sensato si sólo radiografiamos la actualidad a grandes rasgos.

De manera poco cuidadosa se podría leer, exclusivamente, el paso adelante de Puigdemont como un puñetazo sobre la mesa al mesianismo capellanesco de Junqueras, que desde la prisión se ha convertido en el único referente de ERC. Ciertamente, uno y otro en las urnas dirimen las diferencias sustanciales que tuvieron durante los hechos de octubre de 2017. Todo el mundo observa sorprendido cómo hay dos hiperliderazgos que no pueden convivir en un mismo ecosistema, por mucho que el presidente legítimo seguro que ofrecerá hasta el último minuto ser el segundo de una lista unitaria sabedor de que Esquerra nunca lo aceptará por el ansia de consumar el cambio de hegemonía en Catalunya. La primera conclusión, por lo tanto, es esta: la lucha por el control de la hegemonía política en Catalunya, entre Esquerra y el espacio post-convergente, es una constante desde que empezó el proceso. En este sentido, a pesar de la utopía de la unidad, es evidente que sólo haciendo esfuerzos para conseguirla se llegará a un momentum para hacer la República.

Hurgando algo más, sin embargo, hay que entender que Puigdemont lidera un cambio ideológico en el espacio puesto-convergente. Él es causa y consecuencia a la vez de un viraje del antiguo votante convergente hacia un independentismo desacomplejado de base municipalista. Capilarmente, durante la campaña electoral (también municipal) veremos como el presidente es el gran baluarte que sacarán muchos candidatos locales para legitimarse ante un electorado que se ha puesto el ideal de la independencia como un objetivo vital. Los mal llamados moderados han caído de las listas electorales (quizás, incluso de malas maneras) y el control férreo que el puigdemontismo ha conseguido del actual espacio post-convergente (PDECat, La Crida y Junts per Catalunya) no será discutido públicamente –sea porque hay quién sube siempre al carro ganador, sea porque se ha abrazado su propuesta del "referéndum o referéndum"–.

Pero, creo que también es bueno situar en el análisis la perspectiva psicológica de un Presidente que, injustamente llevado al exilio pero legitimado por la justicia internacional (alemana y belga), pide ser recibido nuevamente en su casa. El pPesidente y su equipo de abogados saben que la LOREG tiene rendijas a la hora de determinar como un candidato se incorpora como representante de pleno derecho al Parlamento. Para hacerlo tiene que cumplir tres condiciones (el acatamiento de la Constitución, cumplir el régimen de incompatibilidades y recoger las credenciales), pero la ley pide –como explica el constitucionalista Pérez-Moneo (UB)– "una interpretación restrictiva pero no fundamentalista" dado que por encima de esta hay dos derechos fundamentales en juego: el derecho a ser elegido y el derecho a elegir de los ciudadanos. Por lo tanto, mucho me temo que la Junta Electoral Central, que es quien acabará remitiendo la lista de electos que hayan acatado la Carta Magna al Parlamento Europeo, tendrá un problema difícil de resolver –y a buen seguro, no en España– si Puigdemont tiene votos para sentarse en el escaño. El Presidente sitúa, nuevamente, la judicialización de la política española en el escenario internacional.

"La globalización ha vuelto obsoleto el concepto de soberanía política", concluye el filósofo Daniel Inneranity. El proyecto de construcción europea no se puede entender sin esta imposición, por parte del esqueleto comunitario, de determinadas normas y reglas de juego que rompen el concepto de soberanía nacional. Esta es la clave del movimiento de Puigdemont, porque a pesar de que todo el mundo se refugie en el cómo se ha interpretado la ley tradicionalmente siempre te puede llegar algún astuto que encuentre rendijas para romper la tradición. Y, desgraciadamente para el deep state español, en Waterloo se exilia un ingenioso político. Y periodista, no lo olvidemos.

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