La sentencia del caso Palau ha caído como un cubo de agua muy fría sobre Convergència (CDC), el PDECat, JxCat y todo el entorno de Artur Mas y Carles Puigdemont. Pero una condena como esta tendría que ser un auténtico regalo para Esquerra, que siempre ha visto en la sospecha de corrupción el hecho diferencial más notable respecto de CDC y con el cual se podía hacer más daño.
Pero, casualidad o no, la sentencia llegó sólo dos días antes de la sesión constitutiva del Parlament y en plena negociación entre JxCat-PDECat y Esquerra Republicana para la investidura y la confección del gobierno. Y esto provocó que las críticas que podrían llegar desde las filas republicanas salieran edulcoradas y rebajadas hasta extremos difíciles de entender en un partido que se precia de tener más de 80 años de historia sin casos de corrupción.
El portavoz de ERC, Sergi Sabrià, llegó a plantarse en una rueda de prensa y, al ser preguntado por la sentencia, responder que a Esquerra «no solemos comentar cuestiones de otros partidos». En otra época, los republicanos hubieran comparado CDC y el PP sin tapujos y hubieran pedido dimisiones a chorros.
