Entrevista a Mireia Esteva

Título de la imagen
Título de la imagen

*Hija de exiliados, nació en México. Bióloga y master en gestión pública. Ha desarrollado responsabilidades de gestión en la Administración catalana y como consultora en la Organización Panamericana de la Salud. Escritora y Vicepresidenta de Federalistes d’Esquerres.

Esta de moda preguntarse qué es lo que hemos hecho mal para haber llegado donde nos encontramos ¿Hemos vivido instalados en Cataluña en una cierta impostura?

En los años 70, antes de la democracia, viví un gran movimiento social en Cataluña. Mucha gente estaba movilizada, en asociaciones de vecinos, agrupaciones en las escuelas…, luchábamos por la enseñanza pública, por la democratización de la sociedad, la restitución de la cultura catalana…, se reivindicaba el Estatuto de Autonomía. Cuando todo eso se consiguió, hubo una relajación social. Pensamos que a partir de entonces todo se canalizaría a través de los partidos políticos y que la democracia se consolidaría. Yo misma pensaba que tendríamos una administración modélica en la Generalitat. No sabíamos que siempre hemos de estar vigilantes, que la sociedad no se puede dejar en manos del poder.

En este contexto, ¿No ha existido una cierta «supremacía» de una parte de los catalanes sobre la otra?

Mezclado con esa democratización de la sociedad, siempre ha habido una especie de «supremacismo» entre algunos catalanes, unido a un «despectivismo». Se hablaba de «charnegos», «aquells són castellans», se decía, como si fueran ciudadanos de segunda categoría. Si analizamos los apellidos de quienes han estado en el poder, vemos que realmente la población emigrante no ha accedido a él. Ha tenido estudios, oportunidades, pero no presencia en los órganos de poder. Los emigrantes, que vinieron por motivos económicos e incluso políticos, encontraron en Cataluña un lugar en el que pudieron rehacer sus vidas y organizarse. Lucharon de forma muy activa para conseguir la democracia, desde los barrios, desde las ciudades del área Metropolitana. Conforman esa mayoría que dice no ser independentista y que se siente tan catalana como española. Ya había una sociedad de algún modo escindida y el independentismo ha ahondado en la brecha. Los emigrantes que vinieron a Cataluña han sido siempre muy respetuosos con lo catalán. Ha aceptado la inmersión lingüística sin muchos problemas y creo que siempre han tenido un poco de complejo.

¿El pujolismo, entendido como un régimen, ha sido un agente activo en el mantenimiento y la agudización de esta fisura social?

Estoy convencida de que el pujolismo ha preparado lo que ahora tenemos. Mucha gente dice es que todo empezó en 2012 con lo del Estatuto. Yo creo que no. Que esto es la culminación de un proceso que empezó con Pujol. Con la progresión, por ejemplo, de las leyes de normalización lingüística. Hemos tenido dos leyes, la primera era mucho más parecida a la de la República, que decía que los niños y niñas tenían que tener la primera enseñanza en su propio idioma y luego pasar al otro. La segunda ley estableció que todo el mundo, desde que entra en la guardería, tiene que tener toda su formación en catalán. Además, Pujol controló todos los mecanismos de poder, incluidos los medios de comunicación. Empezamos con una televisión catalana que ponía películas en catalán, que todo el mundo había visto en castellano. Luego, eso se ha transformado en algo cerrado, donde el catalán se ha hecho hegemónico. Mediante subvenciones, Pujol fue comprando voluntades, opinión, personas…

¿Por qué a su juicio Convergencia, que gozaba de una cómoda posición autonomista, decidió migrar a territorio independentista, arriesgando con ello su propia existencia?

Hemos de recordar que Convergencia y Unió se presentaban juntos en las elecciones y gobernaban juntos, representando a esa parte de la sociedad catalana que es más conservadora y algo menos independentista, digamos. Hemos de recodar, por ejemplo, hechos como aquélla que tuvo lugar en el contexto del 15 M, en el que Mas tuvo que ser introducido en el Parlament en helicóptero, porque alrededor del Parque de la Ciudadela la gente pedía explicaciones sobre los recortes, que aquí empezaron antes que los de Rajoy. Esa crisis, que Mas no sabía gestionar, fue un factor desencadenante del cambio de piel de Convergencia. También la Constitución española, que se dejó muy abierta en cuestiones que no se sabía cómo evolucionarían, ha permitido que se desarrollaran negociaciones bilaterales entre las autonomías y el gobierno central. Eso facilitó los grandes pactos de gobierno, a cambio de ventajas. La gran frase de Pujol. «Tenim el peix al cove» ilustra perfectamente este mecanismo político de conseguir cosas a corto plazo, a cambio de favores. También influyeron, sin duda, otras cosas como descubrir que la familia de Pujol funcionaba en forma de mafia, que una Administración sistemáticamente se quedaba con el 3% para Convergencia y sus dirigentes. Entre la crisis, el desengaño, el modelo que se está agotando…, se produce en Convergencia un salto adelante, en forma de independentismo, encabezado por Mas, y transforma todos los problemas en una gran ilusión.

Ilusión es otra de las palabras más pronunciadas en Cataluña en los últimos tiempos ¿Se reduce el «Procés», en definitiva, a una cuestión de «ilusión», aunque tal cosa pueda resultar más que chocante para el común de los mortales racionalista?

Hay fenómenos sicológicos de sociedad. Yo había oído decir a mis padres que el sentido religioso aumenta en época de crisis económica. Esto es el pensamiento mágico. Cuando la sociedad se siente impotente para resolver los problemas de cada día y no encuentra medios para hacerlos frente, se buscan elementos que den satisfacción a lo humano pero que, al mismo tiempo, están fuera de nuestra realidad. Se transforman en pensamiento mágico, religioso o de otras características. En el «Procés» hay sin duda pensamiento mágico. Con unos cuantos eslóganes, unas cuantas ideas, un poco de juego con el lenguaje y mucha técnica comercial se ha conseguido ilusionar a la gente, pero con ideas vacías. Detrás de esto no hay un modelo social. Han hecho una república catalana, pero detrás de esto no tenemos nada a que acogernos, nada que podamos analizar.

Es también notable la ausencia de debate sobre la Cataluña a que aspira el independentismo.

Eso es precisamente lo que permite que cada uno tengamos nuestra ilusión. Si la concretamos poco, podemos tener mucha gente unida a la idea. Si se pregunta a los independentistas que se imaginan sobre el «nou país» verás que cada uno ve una cosa diferente. Como el asunto es muy abstracto (por fin podremos gobernarnos solos, seremos nosotros, lo haremos mejor por el hecho de ser catalanes…) aguanta todo, pero si se concreta un poco se ve se país imaginado no es viable en el mundo que vivimos, y en la geopolítica de la que formamos parte.

¿En la tarea pendiente de tender puentes, de recoser la sociedad catalana, tiene el federalismo algo que decir?

Esta idea de federalizar internamente los territorios se está abriendo paso en Euskadi, Baleares, Valencia… Una de los más graves errores de la Generalitat es que ha sido muy centralista. Pujol se cargó el área metropolitana, que era una organización desde abajo para proveer de servicios a esa mitad de Cataluña, que es la más industrializada, la más obrera, la menos nacionalista…, que tiene problemas comunes. Creo que desde el municipalismo se puede generar otra idea de Cataluña. Tenemos una Cataluña muy desequilibrada, con un medio rural muy subvencionado por la UE, déficits de infraestructuras y servicios… Y Barcelona, que se comunica con el mundo, también demanda un estatus propio. Yo me siento más cercana a una persona que vive en un medio urbano, aunque esté a mucha distancia que, a veces, con la gente de los alrededores. Todo ha cambiado y por tanto nuestra perspectiva del mundo tiene que cambiar. Este sentido reducido de nuestra identidad, nuestro territorio, hay que superarlo.

¿En tal sentido y por arriba, Europa no está reclamando asimismo una relectura en clave federalista?

Europa va hacia la federalización y creo que el Brexit, que no se ha materializado todavía, ha generado en Europa más ganas, más motivación para avanzar hacia una federación europea. Ahora, por ejemplo, se está hablando bastante sobre el control político del euro, que implica más cesión de competencias hacia la UE. También se habla de la Europa de los ciudadanos, de federalizar la deuda de los países… Están sobre la mesa muchos elementos que tienen que ver con el federalismo. Creo que vamos en esa dirección, quizá mucho más de prisa de lo que la gente cree.

¿Quién teme al federalismo feroz?

El nacionalismo, que va en contra de la diversidad, de la pluralidad, que pone fronteras donde no las hay, es la antítesis del federalismo. Porque el federalismo es un sistema que, a través de una ética y determinadas técnicas, organiza la diversidad en el entendimiento. El nacionalismo se fundamenta en la homogeneización social y el, federalismo, por el contrario, tiene su fundamento en la aceptación de la pluralidad y el respeto a las minorías.

(Visited 77 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

avui destaquem

Deja un comentario