La reunificación ibérica: proyecto de futuro

Invitado por el Institut Maçònic d’Espanya (IME), pronuncié días atrás una conferencia en la Biblioteca Arús de Barcelona, uno de los espacios más potentes y simbólicos de la ciudad. La disertación que hice llevaba por título Pasado y futuro de la península Ibérica y la dediqué a reivindicar el proyecto iberista, que tuvo una gran importancia en el siglo XIX y que en este siglo XXI, con España y Portugal formando parte de la Unión Europea, vuelve a tener plena vigencia.

Preparando el contenido de esta conferencia, tuve la oportunidad de descubrir la figura fascinante de Sinibald de Mas, un catalán aventurero que llegó a ser el primer embajador español en China. El año 1852, Sinibald de Mas -un genio olvidado que no tiene ni una triste calle dedicada en Barcelona, la ciudad donde nació- escribió el ensayo titulado La Iberia: Memoria sobre las ventajas de la unión de Portugal y España, que en su momento abrió un gran debate público.

El iberismo, que propugna la reunificación de los dos Estados que cohabitan en la península, ha tenido grandes intelectuales y políticos que lo han defendido: desde Francesc Pi i Margall, el general Prim, Víctor Balaguer, Emilio Castelar, Joan Maragall, Francesc Cambó, Miguel de Unamuno… hasta Fernando Pessoa o José Saramago. Recordamos, en este sentido, que el 14 de abril del 1931, el presidente Francesc Macià proclamó «el Estado catalán integrado en la Federación de Repúblicas Ibéricas«.

Cómo exponía Sinibald de Mas en su ensayo del 1852, la reunificación de Iberia y la conexión de los frentes atlántico y mediterráneo de la península tendría un efecto multiplicador para la economía de ambos países, condenados a ser, entonces y ahora, el vagón de cola de Europa si continuamos divididos. En la actualidad, la pujanza de los países viene condicionada, en gran medida, por su demografía. Sumando los habitantes de España y de Portugal, la nueva entidad tendría una población equivalente a la de Italia o Francia y, de entrada, esto ya nos daría más peso en las instituciones comunitarias de Bruselas.

Los catalanes acostumbramos a mitificar los Austrias por su supuesta política federalizadora, pero fue durante el reinado de un monarca de esta dinastía, Felipe IV, que se consumó la división de la península y Cataluña sufrió el embate del conde-duque de Olivares y la amputación de las comarcas norteñas que, desde entonces, están bajo jurisdicción francesa.

El proyecto iberista surgió en el siglo XIX, bajo la influencia de los procesos de unificación de Alemania y de Italia y de la construcción de los Estados Unidos de América. El actual contexto de la Unión Europea es muy propicio para que este sueño de nuestros antepasados más ilustres e ilustrados pueda coger un nuevo impulso. Las jóvenes generaciones merecen un espacio de futuro.

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