Núria de Gispert debería amonestar a Santi Vila

Santi Vila cae bien. Debe ser el único consejero del Gobierno catalán que mantiene buenas relaciones con su equivalente en el Ejecutivo español. Tanto que la ministra de Fomento, Ana Pastor, fue invitada a la boda del titular de Territorio y Sostenibilidad. Tiene el mérito de ser el primer consejero de un Gobierno catalán que no sólo reconoce su homosexualidad sino que se casa en pleno ejercicio de su función pública. ¡Muy bien!

Pero Santi Vila también es diputado en el Parlament de Catalunya. Ya hace ocho años. Y esto agrava las palabras que pronunció hace unos días en relación a la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlament para dar explicaciones de su confesión de haber escondido dinero en el extranjero durante 34 años.

Vila dijo que «un ex-presidente no necesariamente se merece el escarnio del Parlament, donde todo el mundo dice lo primero que le pasa por la cabeza y en función del pie con que se ha levantado ese día». ¿Este es su talante parlamentario? ¿Decir lo primero que le viene en mente para escarnecer a los adversarios políticos? Seguro que no.

Con este criterio nadie debería comparecer nunca ante el Parlament, no vaya a ser que algún diputado tenga un mal día y lo someta a escarnio.

¿Por el Parlament pueden desfilar ex-ministros españoles pero no ex-presidentes catalanes?

Sería de agradecer que la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, hubiese manifestado su indignación por la imagen que ha dado el consejero de la cámara catalana. Pero a De Gispert parece que sólo le preocupan los ciudadanos que, desde la tribuna de invitados, se quejan de los recortes en la Sanidad y los colapsos de los servicios de urgencias de los hospitales.

¡Esto sí que es un gran escarnio!

 

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