Mientras crece la concentración de personas al lado del estadio de Sao Paulo que el próximo mes verá la inauguración del Mundial, se esparcen las protestas por todo Brasil contra el exceso de gasto del Gobierno para preparar el acontecimiento. El jueves se registraron manifestaciones, que reclaman mejoras de los servicios públicos y de la calidad de vida de los ciudadanos, en 40 ciudades.
«La población necesita educación, transporte público y sanidad», decía un manifestante de Sao Paulo, donde la manifestación acabó de madrugada con disturbios entre la policía y algunos ciudadanos. Hay tres heridos registrados, uno de ellos, un fotógrafo que se rompió una pierna.
En la capital, Brasilia, hubo una marcha hasta el estadio Mané Garrincha y una concentración en memoria de los ocho trabajadores muertos mientras levantaban a toda prisa las instalaciones. El gobierno ha tenido que contratar a un millar extra de trabajadores para poner al día unas obras que van tan atrasadas que hacen peligrar el inicio del campeonato.
Y mientras se eleva el tono de unas protestas que se extienden por todo el país, las autoridades se afanan a sacar hierro a los sucesos. «No se tiene que tener ningún tipo de pánico por las protestas», llamaba a la calma el ministro de Deportes; «Brasil es un país de conflictos y se tiene que convivir con ellos», apuntaba la presidenta Rousseff.
