La antigua Universidad Laboral de Tarragona acoge este domingo una beatificación de mártires masiva, la más numerosa en la historia de la Iglesia Católica, la de los 522 religiosos que fueron asesinados durante la Guerra Civil española. El acto, que espera reunir a unas 25.000 personas, cuenta con la presencia del presidente catalán, Artur Mas, así como de los ministros de Interior, el catalán Jorge Fernández Díaz, y de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón.
Incluso el papa Francisco participa del acto, a través de un mensaje grabado que los peregrinos asistentes pueden seguir a través de las pantallas gigantes instaladas. La ceremonia, a la que asisten un centenar de obispos españoles y extranjeros, la preside el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, el cardenal Angelo Amato y el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, que el sábado afirmó que la beatificación «no se hace en contra de nadie ni tampoco a favor de nadie», ni significa «el más mínimo de resentimiento hacia aquellos que los persiguieron».
El arzobispo quería responder a las críticas que ha suscitado la ceremonia, expresadas en un manifiesto de repulsa que se leyó el sábado en Tarragona, en una concentración en la que participaron medio millar de personas convocadas por entidades diversas, bajo el lema ‘Contra el fascismo y la iglesia golpista’. La portavoz de los manifestantes, Laia Estrada, criticó el homenaje a los mártires de la Iglesia «cuando aún la mayoría de las víctimas están en cunetas y fosas comunes desconocidas. A estas víctimas no se les ha pedido perdón, y sin embargo se honra a los otros muertos».
Artur Mas también ha estado en el centro de las críticas por compartir presencia con Rouco Varela, Gallardón y Fernández Díaz, así como con miles de religiosos, familiares y nostálgicos del franquismo, como la plataforma de extrema derecha ‘La España en Marcha’, que después de participar el sábado en la manifestación ultra del 12 de Octubre en Barcelona este domingo hacen escala en Tarragona.
Mas ha justificado su presencia porque considera «víctimas inocentes» a los religiosos que fueron asesinados durante la Guerra Civil. «No fueron víctimas de violencia machista, como Alba, ni los mataron para ser catalanistas como Companys, sino que sufrieron otro tipo de violencia sólo por sus creencias religiosas». Por su parte, religiosos de cariz progresista como la monja Teresa Forcades y el presidente de Justicia y Pau, Arcadi Oliveres, han criticado la beatificación porque representa «injusticia hacia las víctimas que defendían las libertades democráticas de la II República».
