Rosell consigue que Roures intente desmentir su proximidad a Laporta

Fue su extraña reacción a la acusación a Villarejo señalando al entorno de Laporta como culpable del encarcelamiento de Rosell por la denuncia falsa instruida contra el expresidente

El empresario Jaume Roures también ha aparecido en los medios como aludido tras el revuelo provocado por las confesiones de José Manuel Villarejo en el contexto de esa búsqueda de la X del caso Rosell. Es decir, del verdadero responsable de activar una gran conspiración en su contra, más allá de que el excomisario Villarejo aludiera de forma inequívoca al entorno de Joan Laporta y deslizara el nombre de Xavier Martorell, jefe de seguridad del Barça entre 2008 y 2010 y cargo de confianza de la administración convergente más opaca.

Extrañamente, Jaume Roures reaccionó algo rabioso a las declaraciones de Rosell sobre el singular caso del espionaje informático denunciado en 2016 -siete años después de producirse los hechos-, del cual el expresidente fue expresamente desinculpado en la instrucción, ahora reducida a dos exempleados del FC Barcelona, de Bonus (exempresa de Rosell) y de Mediapro. Le interesaba aclarar la afirmación de Rosell sobre «la presión o chantaje, llámalo como quieras» ejercida por parte de Roures con la amenaza de demandarlo por espionaje si no le renovaba el contrato de TV del Barça, cuyos derechos explotaba desde que Laporta fue presidente y pudo entregárselos al imperio Mediapro.

Además de los derechos de TV, Laporta le otorgó también un generoso contrato de producción de Barça TV, según el cual Mediapro era también el proveedor técnico oficial y exclusivo. Detalle no menor para entender que cuando Rosell llegó a la presidencia se encontró con ese coste excepcional añadido y con que Laporta le había firmado, a dos días de las elecciones de 2010, una extensión irregular del contrato de TV de la Liga, una ampliación que más tarde le costaría una multa al club de varios millones.

Como Roures, igualmente, quería seguir añadiendo un año más tras cada año vencido, el propio Rosell se avino a firmarle otra temporada cuando, por razones presupuestarias, no encontró la forma de mantener los enormes gastos de Barça TV. A cambio, Roures se quedó con la plantilla de Barça TV, que más tarde heredó Telefónica cuando obtuvo el contrato. Ese relevo no se produjo hasta la temporada 2015-16.

La versión de Rosell es que Roures le amenazó con una demanda por el espionaje si no conseguía sucesivas renovaciones, algo que, por cierto, ya había dicho como testimonio en la vista del caso días atrás.

Sin embargo, no fue hasta ayer, al hilo de las sonadas revelaciones de Villarejo, en el sentido que los enemigos de Rosell moraban en la zona tenebrosa del entorno de Laporta, que Roures quiso saltar a la primera línea de los espacios matinales (El Matí de Catalunya Ràdio y El Món de RAC1) para argumentar que, por la cronología, era imposible que hubiera pretendido extender un contrato por ese límite de tres que imponía la Comisión Nacional de la Competencia. “Ya tenía un contrato firmado”, se defendió Roures.

En la memoria del ejercicio 2010-11 consta que «con fecha 9 de junio de 2010, el Futbol Club Barcelona firmó un nuevo contrato por las temporadas 2010/11 a 2013/14 con Mediaproducción, S.L., que ya venía explotando las retransmisiones televisivas de ámbito nacional desde la temporada 2008/09 según lo establecido en el anterior contrato de 5 de mayo de 2006. El nuevo contrato mejora las contraprestaciones económicas del anterior y amplía una temporada el periodo de relación contractual, así como también engloba otros servicios audiovisuales antes estructurados en contratos diferentes, como son la publicidad estática, los servicios técnicos, la comercialización internacional de Barça TV, la explotación de partidos mediante la web y la comunicación pública de partidos de Gol TV a través de Barça TV».

Lo que significa que Jaume Roures realmente hubo de poner toda la carne en el asador para conseguir, como así fue, los derechos de la temporada 2014-15, contrato firmado por Rosell, y, más tarde, para hacerse con la siguiente, 2015-16, negociando con Josep Maria Bartomeu, también empleándose a fondo y tocando todas las teclas a su alcance. Finalmente, sin embargo, cuando le fue comunicado que el contrato se lo llevaría Telefónica (Movistar), Roures reaccionó como un león herido y hambriento, jurando venganza contra Rosell, aunque ya no era presidente, y contra Bartomeu, según el testimonio de varios miembros de aquella junta.

Cronológicamente, pese a que los hechos centrales denunciados de espionaje se produjeron en 2009, Jaume Roures no interpuso la querella hasta después de consumarse su relación de negocios con el FC Barcelona, en febrero de 2016. «Si no lo hice antes fue porque la compañía se encontraba en plena guerra del fútbol con Prisa y no estábamos para otras cosas», ha repetido Roures en su comparecencia mediática, el argumento menos creíble de todos, sabiendo cómo las gasta el área legal de Mediapro, que nunca pierde un minuto en llevar ante a los tribunales la menor sospecha de atentado a la integridad de la compañía.

En el caso del espionaje, Roures también demandó al Barça, además de Rosell. Cuando el juez decidió que la denuncia era falsa contra el club, la junta de Bartomeu inició los trámites de una demanda contra Mediapro por denuncia falsa. En septiembre de 2019, por permitir la emisión de un partido del femenino del Barça en Madrid, Mediapro interpuso otra demanda contra el Barça, que se resolvió a favor del club y que, además, originó una demanda contra Roures por fraude procesal en aquel litigio. Cuando Laporta accede a la presidencia en 2021, decide retirar al club de ambos pleitos para evitar que el peso de la ley pudiera caer sobre Mediapro. Lo mismo hizo retirando al Barça de procesos con contra Neymar o Muro Cortina Modular porque amigos y personas del entorno de Laporta podrían salir perjudicados.

Por eso, y por muchas cosas más, suena vacía y burlesca la afirmación de Roures de ayer insistiendo en que «No soy entorno ni amigo de Laporta», al que ya ha rescatado dos veces en dos años poniendo dinero de Mediapro a favor del aval que lo hizo presidente en marzo de 2021 y, más recientemente, en la pantomima de la compra de Barça Studios, que ha resultado ser ficticia en los términos anunciados por Laporta a los socios. Y tantas cosas más.

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