Rivera no, gracias

Decía Giulio Andreotti del poder «que deteriora a quien no le tiene». No sé, seguramente andaba en lo cierto, aunque la política ha dado claros ejemplos de descomposición por defecto o exceso. Me ha hecho pensar en ello el resurgir esporádico de quien fue iniciador, impulsor y destructor de Ciudadanos, Albert Rivera, que, de forma colateral, ha sido reina por un día gracias a su abrupta salida por holgazán del bufete de abogados Martínez-Echevarría. Genio y figura, Rivera ha salido de la firma con quebradiza. Paradojas, reclama ahora 500 días por año trabajado, a las antípodas de lo que defendía en política: 20 días por despido procedente y 33 si es injustificado. Y es que Rivera, como Marx, tiene principios, pero si no gustan tiene otros. Dice que, pese a los cantos de sirena del PP, no prevé volver a la política, y buscará refugio en el ámbito privado. Lo que celebro. Rivera confirmaría lo que decía il divo, la falta de poder deteriora.

Lo entrevisté hace años, en pleno apogeo político. Recuerdo que hizo de Jekyll en los prolegómenos, y de Hyde cuando encendí la grabadora. Dualidad extrema que me llamó poderosamente la atención. Siempre lo he encontrado perturbador, siniestro incluso. Como ocurría con el caballo de Atila, por donde pasa Rivera no crece la hierba. Su ambición era devastadora. Creo que es de los políticos que más daño ha hecho a la convivencia política de ese país. Para él, como para Maquiavelo, el fin justifica los medios; así, siempre jugó con fuego, hasta que se quemó. Tirando del hilo de la dualidad, queriendo destruir el independentismo -principal misión que se autoimpuso en su día-, lo que logró es hacerle resurgir de sus cenizas. Y es que cuanto más fuerte era el enemigo, más justificable era su presencia. Pero, como decía el añorado Pasqual Maragall, el suflé se deshincha, y Rivera se desinfló, dejando el invento a la mínima expresión y en manos de una discípula inicialmente fiel, pero que pronto se rebeló, Inés Arrimadas. Sin embargo, la misión del relevo ha sido apagar las pocas luces que permanecían encendidas.

El regreso de Rivera sería, en todo caso, una mala noticia. El fuego ya está lo suficientemente atizado, como para poner más leña. Así, deseo que encuentre cobijo en el ámbito privado y donde pueda hacer menos daño a la sociedad, rascándose la barriga al sol, o de cara a él.

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