La culpa fue del chachachá

Había una canción de Gabinete Caligari con un estribillo inolvidable que decía: "La culpa fue del chachachá, / sí, fue del chachachá, / que me volvió un caradura / por la más pura casualidad"… A toro pasado, la candidata del PSOE en Andalucía y presidenta en funciones, Susana Díaz, se da cuenta que la culpa de todos sus males fue del chachachá, ahora llamado independentismo catalán. "La que estaba equivocada era yo al no querer hablar de Cataluña", reza ahora la socialista. Y tan ancha. No negaré que este 'Procés', a veces de pacotilla, no haya atizado más de una bestia, pero lo que le vendría bien a Díaz es hacer un poco de autocrítica. Como el pulpo, la política andaluza ha soltado la tinta en defensa propia, así se ahorra el pertinente examen de conciencia, y de paso molesta Pedro Sánchez, defensor a ultranza de no mezclar manzanas con peras. Y ahora se esfuerza por conseguir el apoyo naranja -aquel partido que Gabriel Rufián llama 'hacendado' del PP, y que no acaba de llegar a ninguna parte, pero que se aproxima peligrosamente.

Mal que me pese, el gran ganador de las elecciones andaluzas ha sido Vox y, esto, nos guste más o menos, es una pésima noticia, de males incalculables. A pesar de ser cierta, me pone enfermo la frase tan utilizada estos días, que dice: Han venido para quedarse. Suena a relato de terror. Y, haciendo un modesto homenaje a los Gremlins, añadiría: No les des comida ni los mojes pasada la medianoche.

Entre otras perlas, los que han venido para quedarse dicen: “Suspensión de la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo”; “La guerra civil la provocó un partido que sigue existiendo actualmente con las mismas siglas: el Partido Socialistas Obrero Español”; “Franco era un personaje histórico al que aman muchos españoles y odian muchos otros. Hay que asumir la historia sin resucitar los odios”; “Quiero libertad contra este feminismo que nos quiere oprimir”; “Quiero una ley que proteja a mis hijos de la denuncia falsa de cualquier desaprensiva”; “Un matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer”; “Un país debe regular la inmigración en función de las necesidades de la economía nacional y de la capacidad de adaptación”; "Hay muchos españoles en paro a los que no les llegan las ayudas sociales que sí llegan a la inmigración por que las instituciones públicas dicen que ellos sí tienen arraigo”; “El Código Penal necesita ser endurecido. España necesita la cadena perpetua”. Hay un emoticono que reproduce el pánico del personaje central del cuadro “El grito” de Edvard Munch que resumiría con bastante acierto como se te queda el rostro después de leer los mandamientos de la ultraderecha de Vox.

"Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar", dice la cultura popular. Así, viendo como de esquilada ha quedado la barba andaluza, he puesto la catalana a remojar. Me gustaría pensar que Cataluña está inmunizada y que Vox pasará de largo sin tentar a los catalanes, pero no lo creo. No somos de una raza superior, como algunos nos quieren hacer creer, y disfrutamos de virtudes y sufrimos defectos similares a los de los andaluces. Por ello, no son inmunes al mal de Vox. De hecho, sin salvar demasiadas distancias, el 'hacendado' de Vox, Ciudadanos, ya ganó las últimas elecciones catalanas.

Lo que es cierto es que el fantasma de la ultraderecha, que desde el franquismo y hasta ahora vivía principalmente agazapado entre las filas del PP, ha despertado y ha alcanzado vida propia, de momento en tierras de Lorca. Hace dos trabajos: crecer y multiplicarse y empujar el centroderecha hacia la derecha más derecha. Marine Le Pen y el Ku Klux Klan, entre otros, ya han felicidad Vox por renacer de entre las cenizas del franquismo. Y la culpa fue del chachachá…

 

(Visited 49 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario