Blanqueo

Cuando se habla de blanquear siempre pienso en dinero. Imagino las fortunas escondidas en paraísos fiscales y las lujosas mansiones de los señores de la droga y de la guerra y del tráfico de seres humanos. Suerte tenemos los catalanes de tener personajes como Rufián para recordarnos que también se blanquea en política. Reconozco que no hablo mucho del arcángel republicano porque no entiendo cómo es posible que no haya aprendido nada de Tardà, pero este es otro tema. El diputado a sueldo de España ha puesto a parir a los comunes por “blanquear” a socialistas y naranjas. Lo dice ante la posibilidad de que ERCnest Maragall se quede sin corona, como él mismo vaticinó al recordar que no siempre es alcalde quien gana las elecciones.

Se nota que hay nervios. A Esquerra siempre le pasa igual: se cree que ganará y al final siempre acaba perdiendo. Han hecho bien los comunes en hacer estos días terapia de grupo y voto de silencio porque el alud de insultos ha sido monumental. ¿Es así como queréis que os apoyen?, increpo mentalmente a los gilipollas que vomitan bilis por las redes sociales. Vuelvo al blanqueo político para recordar al desmemoriado santacolomense que si alguien destaca por esta práctica es precisamente su partido. Los republicanos han blanqueado a los socialistas en Barcelona y han hecho lo mismo en la Generalitat de Maragall y Montilla. Y ahora su blanqueo alimenta a la momia convergente tuneada. No sé quién lava más blanco, francamente.

La perpleja tropa común tiene la consigna de esperar mientras en el centro de mando se busca una salida –no digo digna porque eso dependerá del resultado- que haga menos amarga la derrota. Siempre he creído que tendría que ser alcalde quién gana las elecciones aunque la victoria haya ido de cinco mil votos y yo no sea independentista. Sin embargo, reconozco la traición a mis principios porque celebré el tripartito que destronó al rey Artur y aplaudí que en Badalona enviasen al señor García a paseo. Tampoco querría a Elsa Artadi de regidora en Nou Barris. Los resultados electorales han dejado el mejor escenario para los pactos, pero una cosa es rehacer los puentes con Bomboni y otra es ser alcaldesa gracias al ciudadano Valls. Eso escuece.

Todos los apoyos políticos tienen un precio y pasan factura aunque los plumíferos e intelectuales orgánicos de turno digan ahora lo contrario, pero también es cierto que los pueblos sufrimos amnesia y que de aquí a cuatro años puede ser que el planeta haya explotado y estemos todos en el otro barrio. En mi caso sigo pensando que este estrambótico arreglo es como beber lejía. Y si a mí me provoca arcadas, no quiero ni imaginar las caras del diputado Asens, la Gala Pin y los cuatro comunes que todavía creen en la puñetera equidistancia cuando les toque beber de la botella.

Ahora hay que explicar a las bases que “el fin justifica los medios” y hacer ver que serán ellas las que tendrán la última palabra en un acuerdo que dicen que garantizará la continuidad del proyecto. Yo lo único que veo de momento es que la diferencia entre los socios es solo de dos regidores y sé que el PSC no regalará la alcaldía de Barcelona a cambio de nada. Esconden que habrá que discutir de programa y eso significa renuncias. Intentar gobernar con los socialistas es legítimo, pero que no me vengan con cuentos porque nada será igual. A la mierda la regulación de las terrazas, el CAP Raval Nord en la Misericordia, la remunicipalización del agua y las pancartas pidiendo la libertad de los presos políticos presos.

Y mientras se acerca el 15 de junio, continúa el serial de declaraciones estériles, los ataques de nervios y los desmentidos mutuos que acompañan toda lucha por el poder. Tete Maragall ya no habla de pactar con el holograma de Forn, cosa que demuestra la magnitud de su tragedia. ¿Será capaz el alcaldable republicano de aceptar un tripartito con el PSC del 155 como le propone Colau? Se ha de tener mucha cintura política y muy poco estómago para asumir un acuerdo así. Por eso, a la espera de acontecimientos, me dedicaré a consolar a mis amigos republicanos, tan desconcertados que no quiero hacer mala sangre recordándoles que el veto a Icetalopeta y el boicot al presupuesto de Sánchez tienen consecuencias.

Cuanto más lo blanquean, más negro lo veo.

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