Laporta pretende despedir a Xavi sin pagarle todo el contrato hasta 2025

A Lluís Carrasco, su brazo armado mediático, se le escapó el plan del presidente, amenazador para el técnico: "Las condiciones no serán las mismas si al final hay un abrazo o todo se acaba en un portazo"

Xavi Hernández

Hace una semana, a Joan Laporta le habría bastado con emitir un comunicado de apenas cuatro líneas, desmintiendo la información de RAC1 sobre la no continuidad de Xavi y confirmando que cumpliría su contrato como entrenador del Barça la próxima temporada, para ahorrarse un ridículo y un esperpento mundial de tal dimensión que ahora no sabe cómo gestionar ni solucionar. El revelador silencio corporativo, la ausencia del presidente en Almería, su negativa a reunirse con el entrenador, que había solicitado verse a solas con él para resolver cualquier problema, unido a su decisión de no viajar a Sevilla con el equipo en el último partido de Liga, han propiciado un escenario de muerte anunciada en torno a la figura de Xavi Hernández, cuya renovación se selló el 23 de abril y fue notificada oficialmente al día siguiente en compañía del mismo presidente, que se emocionó al anunciarla y que, tres semanas después, ha decidido despedirlo sin más contemplaciones. El problema es cuándo y como si, según ha trascendido, Laporta no está dispuesto a dejarse al menos 15 millones del paupérrimo erario azulgrana en el capricho de echarlo ahora, a él y a su staff. Se ven venir, salvo sorpresas, días de tensión y de polémicas por el finiquito.

El detonante, como se ha explicado, hay que encontrarlo en el otro discurso de Xavi, por detrás del arco presidencial y en busca de un escudo mediático, lamentándose de las continuas injerencias del presidente y de Deco, de los fichajes como el de Vitor Roque o el regalo de Joao Félix, la falta de actitud de algunas vacas sagradas y el sombrío panorama de fichajes que se avecina por la catastrófica situación económica. Nada que ver con el buen rollo, la gran sintonía y el entusiasmo compartido de la cena/pacto del sushi en casa de Laporta al final de un día (23 abril) que también fue largo y confuso, pues la junta se había reunido al mediodía, resolviendo que Xavi no sería el entrenador de la próxima temporada.

Si se tiene en cuenta que, hace solo cinco meses, Xavi había dimitido porque no se veía capaz de llegar lejos con este grupo, los giros tan insospechados vividos desde entonces alrededor de su continuidad dan para una serie de misterio y de conspiraciones que aún no ha terminado.

Por las informaciones que maneja la prensa mejor informada, todo apunta a que esta vez Laporta no dará marcha atrás después de haberlo podido despedir con el argumento deportivo del bajo rendimiento del equipo y el de su propia voluntad, expresada y admitida, de abandonar el cargo por la presión insoportable del entorno y el desorden del equipo. Todo lo sucedido después del 27 de enero forma parte del episodio más surrealista, incomprensible e indigno del prestigio e historia de la institución.

De cara al presunto final del caso, Laporta ha empeorado aún más las cosas convocando, para la próxima semana, una sesión de la comisión deportiva (Laporta, Yuste, Deco, Bojan, el directivo Joan Soler, el asesor Enric Masip y el no menos señalado Alejandro Echevarría, directivo sin cartera) en la que se analizará la temporada y, dado que el balance subrayará que no se han alcanzado los objetivos, se acordará la sustitución de Xavi.

Lógicamente, la pregunta inmediata es: ¿acaso no fue ese mismo protocolo lo que precedió a la decisión de renovarlo hace tres semanas? Desde luego, nada ha cambiado, pues para entonces el Barça ya estaba fuera de todas las competiciones y se pusieron sobre la mesa las directrices básicas del plan de actuación y propósitos para la próxima temporada.

Lo que ha cambiado las cosas ha sido la derrota imberbe ante el Girona y ese indiscreto ejercicio de sinceridad por parte de Xavi, encajado por Laporta como una traición. Por ambas razones, Laporta y su núcleo duro, mayoritario en contra de Xavi, planea despedirlo con castigo en forma de finiquito reducido a la mínima expresión. La pista la ha dado Lluís Carrasco, artefacto mediático del laportismo, que no ha dudado en aceptar la invitación de El Chiringuito para intentar hacer carrera profesional, también, en esa órbita nacionalmadridista bajo el control de Florentino Pérez. A Lluís Carrasco, por lo que se ve, o bien se le va quedando pequeño el universo laportista o bien conjetura que ya le queda poco y busca nuevas plataformas de negocio y horizontes en la capital.

Su primera experiencia resultó ridícula, no tanto por la hostilidad de un medio que nada tiene que ver con los programas catalanes, a los que acude en calidad de comisario político de la junta de Laporta, como por lo ridículo de su argumentario fuera de ese entorno adulador y palmero al que está tan acostumbrado.

En un intento desesperado por hacerse invitar otra vez por Josep Pedrerol, Carrasco reveló la perversidad escondida detrás de ese teatro de la comisión deportiva. «Las condiciones de su salida no serán iguales si hay abrazo entre con Xavi que si hay un portazo, depende de lo que pase serán muy distintas», afirmó, revelando que si el técnico acepta un despido ajustado a la frágil situación económica, entonces saldrá a hombros. Por el contrario, si el técnico exige íntegro el pago del contrato firmado hasta el 30 de junio de 2025, le será aplicada la tortura legal y mediática que haga falta hasta que acepte pasar por el tubo de una liquidación de mínimos. Carrasco lo soltó, desbordado por las circunstancias y la necesidad de ser protagonista, como lo que es, una amenaza dirigida al entrenador para que facilite las cosas. Ahora será cuando Xavi descubra de una vez por todas la otra cara del presidente que, por su parte, está al corriente de cómo es capaz de actuar Xavi, que amenazó a Josep Maria Bartomeu con colgar las botas haciendo un enorme ruido mediático en su contra si no le pagaban íntegramente un año de contrato que no le correspondía cobrar.

Habrá que ver quién aguanta ese pulso entre una parte que no tiene dinero ni la voluntad de pagarle el contrato entero y otra a la que se está humillando y retorciendo públicamente con pocas ganas de aceptar que lo despidan sin cobrar lo firmado.

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