Querida Jana, nadaremos juntas a contracorriente

El otro día dije «no» a una oferta tentadoramente estable y un alud de caras de espanto -como si mi vida estuviera condenada a no encontrar nunca más nada por decir «no»- me rodeó.

Poco tiempo después de terminar la carrera decidí hacerme autónoma en vez de buscar trabajo en agencias. Intento traspasar la frontera de la comodidad y el silencio a menudo cuando no quiero algo, porque la zona de confort es una cárcel silenciosa que te atrapa cuando encuentra la oportunidad y donde la ambición y el atrevimiento no suelen tener cabida.

Susana Alonso

Por suerte o por desgracia mi naturaleza no me permite aceptar aquello en que no creo sin hacerme sentir terriblemente incómoda, como si un insecto me rascase todo el cuerpo mientras asciende desde el dedo pequeño del pie hasta el último cabello que nace de mi cabeza. Sin embargo, cabe decir que el precio de nadar contra corriente o, como muchos me dicen, «de tener cojones», a veces es alto. Y con esto me viene a la cabeza una conversación que tuvimos un día comiendo con mi querida Jana, porque muchas veces no es fácil cumplir tus sueños, ni siquiera intentarlo.

Aquella tarde de verano en Can Rafael, mientras en el almuerzo comíamos unos arroces y compartíamos anécdotas que, como siempre, nos arrancan sonrisas, brotó un malestar común que sentíamos: el de querer salir del convencionalismo sin sentirse culpable. Jana quiere ser copyrighter, y será de las mejores que hay, no me cabe la menor duda. Júlia, una de mis mejores amigas de la época universitaria, también está surfeando las dificultades de «sobrevivir» al no convencionalismo y perseguir su sueño de ser periodista. Y como Julia otras amigas valientes que tengo, como Marta y Marta, que quieren dedicarse al mundo audiovisual. Yo aspiro a ser una buena periodista de investigación y conflictos. Ninguna de nosotras quiere seguir caminos convencionales y esto nos lleva a estar sometidas muchas veces a comentarios como «¿cuándo encontrarás un buen trabajo?» o «¿por qué no te dedicas a otra cosa que te permita vivir mejor?».

Con esto no quiero decir que por ser «valiente» debas salirte del esquema general siempre. Hay muchas personas valientes que tienen otros sueños y luchan por ellos, y también está bien.

Lo que quiero defender hoy es que, rechazar la opción aparentemente fácil y convencional muchas veces es más difícil de lo que parece, ya que implica mantenerse firme ante la duda que a veces se siembra con comentarios de intención benigna que gotean en mi cabeza día a día: «¿y si no lo consigues y se hace tarde?». La sociedad de las prisas y el capitalismo feroz, sólo preocupado por producir lo más rápido posible, ha transformado nuestras mentes en máquinas anticipatorias y nos ha hecho revertir la escala de valores, ubicando en la cima de ésta lo que más genere económicamente. La impaciencia no nos permite valorar que hay ocasiones en las que el resultado tarda más en llegar y nuestra poca tolerancia ante la frustración nos impide ver que, en ocasiones, no podamos aceptar que si no sale no pasa nada.

Quizás el problema se encuentra en que hoy en día no hay otra cosa válida que el éxito, como si intentarlo no fuera ya una victoria en sí mismo. Y también que el éxito se traduce en dinero.

Y la verdad es que la actualidad del mundo laboral tampoco está por echar cohetes: según el informe «Jóvenes y emancipación en Cataluña y Europa«, publicado por Comisiones Obreras (CCOO), la tasa de emancipación juvenil marca mínimos en Cataluña, con un 17%. La temporalidad, los bajos salarios y la falta de alquiler social son los principales motivos del bajo número de jóvenes independizados. En esta tesitura, y añadiendo que cada vez las trabas burocráticas para los autónomos son mayores, es más que complejo poder salir adelante de cualquier forma.

Si bien es cierto que a veces las renuncias a realizar son grandes, el placer de conseguir pequeños hitos y saborearlos es enorme. Y para mí esto también es éxito; la alegría de cada logro, cada encargo acabado, cada reportaje publicado. El otro día en el periódico ABC publicaron 5 consejos para tener una vida plena, citados por un psiquiatra. Uno de estos cinco consejos era «tener un proyecto u objetivo de vida», que te lleve a la plenitud y cada día te haga levantarte con ganas, por mucho que a veces dé pereza. Para mí, este consejo no puede ser más real ni cierto, porque en momentos de mi vida en los que no he tenido muy claro el rumbo ni el cómo, he recordado siempre el porqué.

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