El barcelonismo acogió ayer a otro episodio surrealista del estilo de gestión laportista, ese universo donde las reglas son flexibles, laxas y evitables a capricho de la voluntad y el deseo de la presidencia, en este caso a favor del director de fútbol, Deco, confeso exagente FIFA que sigue cobrando del FC Barcelona, como si lo fuera, el porcentaje que le corresponde del contrato de Raphinha, el jugador de su empresa de representación comprado por el Barça en el verano de 2022. A Deco, según él mismo ha explicado, le hubiesen correspondido 4 millones de comisión del Leeds por el traspaso, cantidad a la que renunció «para cuadrar los números y poder adaptar sus condiciones la oferta del Barça».
Tanta generosidad, en cambio, choca frontalmente con su postura, rígida, ante la conveniencia de haber dejado sus negocios anteriores como agente de futbolistas en el momento de firmar con el Barça hace diez meses. «He vendido todas las empresas vinculadas a esta actividad», dijo el día de su presentación azulgrana. En el programa de la SER Què t’hi jugues, ayer mismo, declaró lo contrario. «Las mantengo como socio, aunque me he quitado como administrador o gerente, porque tengo cuentas por cobrar a las que no pienso renunciar. Ese dinero es mío como resultado de mi trabajo anterior como agente y eso me lo he ganado. Y si el Barça creyera que eso fuera incompatible no renunciaría, antes dejaría mi cargo», añadió dejando las cosas bastante claras.
En el caso concreto de Raphinha, precisó que, para poder aterrizar en el Camp Nou, vendió su contrato de representación a un fondo de inversión al que el FC Barcelona sigue abonando regularmente la comisión oficial del que fuera su agente, Deco, quien habría cobrado anticipadamente la totalidad correspondiente a los cinco años de su contrato. Al respecto, no quiso entrar en detalles sobre qué ocurriría en el supuesto de un traspaso este verano, en principio más que necesario para cuadrar los números de Laporta. Raphinha está en el segundo año del contrato, cobrando 25 millones brutos anuales, estando pendientes de amortización unos 35 millones, lo que significaría para el Barça obtener beneficios a partir de esa cantidad en el caso de valorar una oferta. Lo que a Deco de le correspondía era el 10% anual del salario del jugador que, lógicamente (o no), el Barça dejaría de pagar en caso de traspaso. Se desconoce si LaLiga está al corriente de esta situación sobre la que planea el delito de administración desleal y el ciento por ciento, más allá de la mentira de Deco cuando llegó diciendo que ya no estaba vinculado a Raphinha ni a otros negocios de representación, de la sospecha de que el compliance de Joan Laporta, que no del club, Sergi Atienza, se dejó meter otro gol por orden del presidente.
Como es sabido, por otra parte, el principal valedor de Deco es el cuñado de Laporta, Alejandro Echevarría, con quien Deco ha trabajado a lo largo de los últimos años en negocios siempre relacionados con la gestión de clubs, externa, de selecciones y de representación de jugadores. Su empresa principal, la que aseguró haber vendido y no es verdad, está administrada por su actual pareja. El cuñadísimo fue quién lo trajo al Barça, después de empujar a Jordi Cruyff i Mateu Alemany para hacerle sitio, y quien ahora le ha recomendado a Deco que saliera a dar explicaciones él mismo antes de que la SER revelara esta otra realidad en el vasto imperio del laportismo, donde el amiguismo y el nepotismo no conocen límites. De algún modo, su aparición y admisión de los hechos fue pactada, de la misma forma que el resto de los medios, mayoritariamente leales al régimen, y más ahora tras dos victorias importantes del equipo de Xavi, han procurado hacer el menor ruido.
Es evidente que se da un escenario de conflicto de intereses, no solo por la sospecha de que todo sigue igual, pues el propio Deco admitió en la entrevista que, hoy en día, Raphinha no ha nombrado a ningún agente oficial. Ni le hace falta, desde luego, ya que en caso de oferta o de cualquier incidencia su futuro está en manos de Deco se mire por donde se mire.
Situación escandalosa que, además, sea o no vinculante, se esconde detrás de cada titularidad de Raphinha, quien ha pasado por delante de Lamine Yamal en bastantes partidos. A partir de la definitiva explosión del joven de la Masía, Xavi se las ha ido arreglando para colocar a Raphinha en otras posiciones menos abiertas a la banda.
Nada, en definitiva, que no forme parte del decorado de atrocidades del laportismo y de su compliance, pues mucho más graves son otras irregularidades, como que pudieran avalar hasta cinco socios no electos, entre ellos uno como testaferro del vicepresidente económico, Eduard Romeu, que literalmente compró el cargo con el dinero de José Elías (Audax) o que los 2,6 millones del coste financiero del aval los pagasen prácticamente entre el hermano de Laporta, Xavier Laporta, un amigo del presidente, empresario israelí socio suyo en otros negocios, y la empresa delegada por Laporta para regencia y explotación de las Barça Escola en los EEUU, casualmente la misma encomendada para organizar las giras de verano con muchos más partidos, por cierto, de los que desearía el entrenador. Lo de Deco es una irregularidad más, a la que se ha añadido el aval personal de la junta, extra, exigido por la Liga debido a la extrema y delicada fragilidad del margen salarial, que Laporta tiene bloqueado, por importe de 18,5 millones. Lo que se les puede ocurrir a Laporta, Deco y quien también manda, y mucho, Alejandro Echevarría, para rescatar ese aval también puede afectar a Raphinha, que obedecerá diligentemente a sus amos. Eso sí, siempre con comisiones de por medio.
