Marc Ciria anuncia su candidatura para el 2026 poniendo a Laporta como referente

Sorprendente declaración de intenciones del financiero que, en su análisis, desaprueba su gestión económica y al mismo tiempo reitera, por miedo, que solo el actual presidente puede revertir la situación de caos y descontrol

Marc Ciria

Marc Ciria ya se ha posicionado como candidato a la presidencia del FC Barcelona de cara a las elecciones de 2026. Lo ha hecho en un espacio digital dirigido por un periodista entregado a la causa laportista que depende del diario Sport, La Posesión, en un intento de crear otro de esos canales de contenido y proyección barcelonista capaz de competir con ese universo de creadores de opinión vía Twitch y YouTube que parecen dominar la escena barcelonista, eso sí, con un cloroformo mediático y un perfume oficialista absolutamente embriagador para las masas barcelonistas.

Por esa misma razón y por la propia naturaleza de este otro foro barcelonista, el anuncio de Marc Ciria no fue el bombazo del día informativamente hablando, pues se ofreció envuelto en ese suave papel de seda, delicadamente, para no quebrar el estado de ánimo actual, de arrobamiento con el equipo de Xavi -todo lo contrario de hace un mes-, de ilusión recuperada e ilimitada, incluso de cara a la Champions League y, desde luego, con la pretensión inequívoca de mitigar el impacto de esa noticia presentándolo no del todo como una jugada contra el estilo y el formato de gobierno actual bajo la presidencia de Joan Laporta.

Aunque Marc Ciria, en su aparente ingenuidad, no se dio del todo cuenta, la confirmación de la noticia de su posicionamiento electoral como futuro cabeza de lista no se ofreció ni se analizó como un hecho de trascendencia institucional, sino como una medalla que pretendía colgarse el presentador, la simple intención de dar una exclusiva y de provocar un titular para su periódico sin la menor intención de ir más allá, y mucho de menos de incomodar a Laporta ni discutir su hegemónico poder absoluto.

Ciria se dejó torear en este sentido, prestándose a ese mismo juego de la superficialidad, hasta el extremo que casi acaba pidiendo perdón por insinuar que él podría dirigir el club mejor que Laporta desde el punto de vista de la estrategia económica, financiera y patrimonial. Es más, después de admitir que lleva tiempo preparando un equipo para ese asalto a la presidencia y de no negar que probablemente sea él quien lo lidere, retrocedió dos o tres pasos, temeroso y pusilánime, como todo ese barcelonismo de mantel, por no querer marcar su propio territorio. “Me presentaría si la situación sigue siendo como la actual. Pero, desde luego, si alguien puede darle la vuelta ese es Laporta”, afirmó en ese mismo programa.

Este gesto de respeto, rayando en el pánico, y de admiración hacia su figura, que solo subraya su complejo de culpabilidad por apuntar hacia la presidencia, solo puede interpretarse como una especie de rendición anticipada, por otro lado, tan indescifrable como injustificada en su caso, pues se supone que su criterio como analista y consultor, además de como socio del Barça, debe basarse en la información, los balances, las auditorías y los hechos. La radiografía curricular de Laporta, en este sentido, no ofrece lugar a dudas. En 2010 concluyó su primer mandato con más de 80 millones de pérdidas al cierre del ejercicio 2009-10 y un total de 47,6 millones de pérdidas acumuladas de las siete temporadas al frente del club, con una deuda neta superior a la facturación, contratos de TV que acarrearon sanciones, destrozos como los de Viladecans y Can Rigalt, las nóminas del trimestre por pagar, y ni un euro en la caja. Fue un saqueo en toda regla, como el que está perpetrando ahora en el segundo mandato.

Con la misma plantilla y prácticamente los mismos empleados que heredó de aquella primera era Laporta, el siguiente presidente, Sandro Rosell, ganó 200 millones en los tres ejercicios siguientes, redujo la deuda a la mitad y en menos tiempo ganó más títulos, por no hablar de una recuperación espectacular de los derechos sociales que habían sido pisoteados por su antecesor. En cuanto al rumbo de la economía azulgrana, lo mismo en el ámbito patrimonial y económico, Marc Ciria sabe mejor que nadie cuántas atrocidades de incalculables consecuencias ha cometido Laporta, las cuales ha descrito correctamente en sus hilos de Twitter y también en esa pródiga agenda mediática que, dicho sea de paso, le favorece profesionalmente y a la que, lejos de renunciar, seguirá promocionando todo lo que pueda. Nada que no haga el resto del entorno azulgrana.

En sus comentarios, Ciria ha concluido que seguramente fue un error cargar tanta amortización y provisión en el cierre del ejercicio 2020-21, que las palancas no han servido más que para camuflar un déficit de ingresos no resuelto con respecto al Barça de Josep Maria Bartomeu, que fue un error echar a Messi desde cualquier punto de vista, que los gastos son el peor pecado de Laporta, que la deuda no se ha reducido y un largo etcétera de reflexiones bajo la crítica de fondo que más repite por la falta de talento de los ejecutivos, especialmente por haberle hecho la vida imposible a Ferran Reverter y su plan de recuperación que, por cierto, contemplaba con entusiasmo la no renovación de Leo el primer verano de aquel mandato.

El futuro candidato, que estuvo en la candidatura perdedora de Laporta en 2015 y no participó en la ganadora de 2021, ha sido fiel a una dialéctica destructiva y acusadora en relación con la gestión de Josep Maria Bartomeu y, de hecho, ha sido un crítico feroz y preciso del pasado desde los tiempos del voto de censura y durante las elecciones, ascendiendo a gurú del laportismo durante casi dos años de mandato en los que se ha alineado con las políticas del presidente y sus consecuencias. Se hartó de repetir que “para este momento, Laporta es sin duda el mejor presidente que se pudiera encontrar”.

Ahora que, ante la evidencia de los resultados, no tiene otra alternativa de separarse y discernir entre lo poco o nada bueno de los hachazos de Laporta contra el club, lo hace como si no hablara él, sino una tercera persona cuidando de no señalar ni nombrar al presidente como responsable del hundimiento del que es testigo y notario y frente al que no va a mover un solo dedo proactivamente a diferencia de la campaña que, en su día, lideró contra Bartomeu. Tanto es así que ahora, cuando reitera con una pesadez cansina las extraordinarias posibilidades de BLM, la “joya de la corona” según sus propias palabras, nunca admite que BLM fue el resultado de una iniciativa de Bartomeu que, además, sigue siendo dirigida y controlada por personas que fueron de la confianza del anterior presidente.

Curioso que esa sociedad heredada sea lo único que funciona en el Barça de Laporta, tanto como que Marc Ciria dé un primer paso como candidato y como financiero experto, afirmando que Laporta sigue siendo el más cualificado para revertir el caos y el abismo al que ha abocado al Barça. Las paradojas no se acaban en el universo azulgrana.

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